Nazismo

“El soldado político de Hitler” condenado a los 93 años por colaborar en el asesinato de 5.000 judíos

El alemán Bruno Dey, uno de los últimos vigilantes del campo de concentración de Stutthof, hallado culpable con una pena de dos años de cárcel en libertad condicional

El soldado nazi Bruno Dey, de 93 años se tapa la cara durante el juicio por su complicidad en la muerte de más de 5.000 personas
El soldado nazi Bruno Dey, de 93 años se tapa la cara durante el juicio por su complicidad en la muerte de más de 5.000 personasDaniel BockwoldtAP

Las condenas a antiguos nazis han tenido en Alemania siempre un carácter más ejemplarizante que de búsqueda minuciosa. Así ha sido uno de los últimos procesos que se ha llevado a cabo contra un ciudadano de avanzada edad que fue vigilante de un campo de concentración durante varios meses entre 1944 y 1945.

El tribunal le ha encontrado culpable de ser cómplice de la muerte de, al menos, 5.232 personas así como de un intento de asesinato en el campo de concentración de Stutthof, a unos 37 kilómetros al este de la ciudad de Danzig, en Polonia. Se le condena a dos años de cárcel en libertad condicional. Al principio del proceso, la fiscalía creía que durante el periodo en el que Bruno D. trabajó allí “solo” se había fusilado a 30 personas y otras 200 fueron asesinadas en la cámara de gas del campo.

El juicio comenzó el pasado octubre en el tribunal de menores regional de Hamburgo, ya que el hombre tenía 17 años cuando comenzó a trabajar como vigilante del campo de concentración. La fiscalía pedía tres anos de prisión y la defensa la absolución.

El condenado declaró durante las vistas que no trabajó de forma voluntaria como vigilante, sin embargo, su compañía perteneció a la organización SS-Totenkopfverbände, una tropa de élite conocida como “los soldados políticos de Hitlerpor su radicalidad ideológica y afinidad a las ideas del III Reich, como explica el historiador Bernd Wegner en un libro con ese mismo nombre.

Durante el proceso una de los cuarenta co-demandantes, Rosa Bloch, superviviente del holocausto aseguró que “no olvidaré nunca lo que nos hicieron” y que “en especial los guardas que estaban en las torres (como Bruno D.) podían verlo todo”. En especial, los cadáveres que estaban por el suelo tirados. Hasta 35 supervivientes participaron en el juicio y algunos pidieron que no se condenara al acusado a una pena de cárcel. Un testigo, superviviente del campo de Stutthof, desde Israel, pidió la absolución.

El acusado pidió perdón a las víctimas al final del juicio, poco antes de emitirse la sentencia. En su declaración, sin embargo, no mostró ningún sentimiento de culpa y además solamente habló de “asesinato masivo” para referirse a los bombardeos de los aliados sobre ciudades alemanes durante la guerra, una argumentación típica del ideario nazi, incapaz de ver la responsabilidad propia en el comienzo de la guerra. Un experto presentó un estudio según el cual se determinó que Bruno D. nunca pidió que le cambiasen de destino, lo cual habría sido posible al parecer, sino que prefirió quedarse en su trabajo como vigilante del campo de los horrores.

Las SS organizaban “shows sádicos” de forma espontánea, declaró otro testigo. Un hijo fue obligado a matar a golpes a su padre delante del resto de los presos. A continuación fusilaron al hijo. Los testigos explicaron las crueldades, que junto a otras condiciones penosas relacionadas con la guerra y la esclavitud, vivieron en el campo: a diario eran golpeados, insultados, mantenidos durante horas en formación y eran obligados a presenciar las ejecuciones. Halina Strnad, de 92 años, explicaba que nada más llegar, las vigilantas le escupieron en la cara, la patearon y le partieron la nariz. En el campo de concentración de Stutthof las SS de Hitler mantuvieron presas a unas 100.000 personas bajo condiciones catastróficas.

La mayoría falleció por enfermedades, hambre y el trabajo esclavo al que eran sometidos. Una parte de los presos eran judíos y en el campo se asesinó a buena parte de ellos. Unos 65.000 fallecieron allí. Asimismo se transportó a muchos de estos presos al campo de concentración de Auschwitz, donde les esperaba una maquinaria de matar más refinada y engrasada. Bruno D. declaró durante el juicio no saber nada de ello.

La jueza que dirigió el caso, Anne Meier-Göring, aseguró al comienzo del mismo, que éste tenía un “valor histórico de mucha importancia”, ya que no quedan muchos culpables del holocausto con vida, por lo que a pesar del parón debido al coronavirus el proceso no fue aplazado.

La acusación aseguraba que es importante que la justicia determine que lo que ocurrió en Stutthof fué un asesinato masivo y que ayudantes como Bruno D. fueron responsables de él con la idea de que, en el futuro, la historia no se repita y cada ciudadano sepa que en el caso de recibir órdenes injustas y que atentan contra los derechos de otras personas nunca se está obligado a obedecerlas.

Aún hay una veintena de casos abiertos similares a éste, pero la alta edad de los acusados hace que no se pueda preveer si se les juzgará o no. Dentro de poco, sin embargo, podría empezar otro juicio en Wuppertal contra otro vigilante del campo de Stutthof. El juicio se encuentra a la espera de un atestado sobre la capacidad del acusado de ser sometido a un proceso de este tipo por su avanzada edad.