Elecciones en EEUU 2020
Obama entra en escena para movilizar el voto a Biden en Pensilvania
El expresidente demócrata vuelve hoy a Filadelfia para dar un discurso al aire libre que se podrá seguir desde el coche
Barack Obama, el gran deseado, el hombre dueño de un carisma y una capacidad de oratoria que Joe Biden no puede sino soñar, anunció mitin en Pensilvania.
Su presencia en campaña, después de varios años en su papel institucional, supone la mejor inyección posible de entusiasmo para una candidatura demócrata que contempla el estado con una mezcla de precaución y euforia, esperanza y miedo.
Se trata de uno de los estados bisagra, los territorios que pueden determinar los próximos cuatro años. En 2016 Donald Trump ganó allí a Hillary Clinton por apenas 44,292 votos, un 0.72% de distancia. Suficiente para decantar el estado natal de Joe Biden, que nació en Scranton, uno de los viejos epicentros de la industria del carbón, ciudad de mineros y ferroviarios, de huelgas sindicales y fábricas de paños, y que ha conocido un sostenido declive a medida que la globalización dejaba fuera de juego las bolsas de riqueza locales.
En Scranton, que perdió casi un 50% de su población entre 1930 y 2020, y en general en Pensilvania, los efectos disruptivos de los nuevos modelos económicos y del comercio han provocado que el estado, demócrata desde 1988, sea ahora un campo de juego que puede ganar cualquiera.
Bill Clinton, Al Gore, John Kerry y, de nuevo por partida doble, Obama, ganaron allí con holgura. Pero ojo, la historia también habla de un electorado que en Pensilvania parece moverse por ciclos pendulares. A tres elecciones consecutivas de Franklin Delano Roosevelt le siguieron los triunfos del candidato republicano Thomas E. Dewey y los dos del ex general Dwhight D. Eisenhower. Tras John Fitzgeral Kennedy, Lyndon B. Johnson y Hubert Humphrey estuvo Richard Nixon, en 1972. Después de ganar Jimmy Carter, en 1976, los años ochenta se tiñeron de rojo: pertenecen por completo a los republicanos; primero con Ronald Reagan y posteriormente con George H.W. Bush.
Ciertamente los modelos predictivos conceden un 52,6% de posibilidades de victoria a Biden por el 46,7% a Trump. Pero este mismo lunes una encuesta de Reuters concedía una ventaja a Biden de cuatro puntos en intención de voto, 49% a 45%, demasiado cerca del temido 3% de incertidumbre y, desde luego, muy poco para dar el triunfo como seguro.
Todavía peores, puestos en contexto, fueron los sondeos del martes. Uno para la NBC y otro de Rasmussen. Apenas conceden 3 y dos puntos respectivamente de ventaja para el demócrata. Uno más, del USA Today, ayer mismo, ampliaba la distancia en favor de Biden en 7 puntos porcentuales, 49% por el 42% de Trump.
Estamos, por tanto, ante un auténtico carrusel, escorado del lado del aspirante demócrata pero en absoluto seguro. Normal que el propio presidente Donald Trump haya asegurado en un mitin esta misma semana, celebrado en Pensilvania, que si su candidatura logra la victoria allí entonces «ganamos todo».
Para contrarrestar la posibilidad de una nueva sorpresa, para intentar por todos los medios que Trump no reedite la gesta de hace cuatro años, Obama, en tantos sentidos su némesis, hablará al aire libre en Filadelfia, la ciudad de la Ilustración y los Padres Fundadores.
Quién sabe si con su discurso Obama no trata también de limpiar las acusaciones recibidas estos últimos años, cuando los más radicales de los demócratas lo responsabilizan de haberse mantenido demasiado al margen, más interesado en su dorada jubilación y sus excitantes colaboraciones para empresas como Netflix que una arena política teñida de sectarismo, odio gregario y violencia verbal.
Obama, claro está, fue presidente con Biden de lugarteniente. Pero en su día prefirió a Hillary Clinton. Creyó que la ex primera dama y ex secretaria de Estado estaba mucho más dotada para el cargo que un Biden con serios problemas para enamorar al electorado. La historia probó que Hillary no estaba a la altura, y está por ver si Biden será capaz de contrarrestar la feroz campaña de reconquista de un Trump al que el New York Times volvía a colocar contra las cuerdas, tras revelar que había ocultado una cuenta corriente en China.
Trump hace la guerra comercial pero tiene una cuenta en China
Sus asesores insisten en que estaba congelada, sin actividad de ningún tipo, desde que se presentó a las primarias. Pero los dineros en China encajan mal con el relato del presidente inflexible con las mañas empresariales y monetarias de un gigante asiático al que suele calificar de enemigo de los EE UU, de competir deslealmente y de robar los mejores recursos nacionales.
También es cierto que a estas alturas, después de acumular cientos de acusaciones, está por ver que el electorado afín lo castigue por un nuevo escándalo publicado en una prensa a la que odian. Más bien será el coronavirus, las secuelas devastadoras de una pandemia que vuelve a tomar impulso en decenas de Estados, el que pueda derribar a este presidente.
Los contagios avanzan a ritmos no vistos desde los peores momentos del verano y las condiciones climatológicas, con el otoño mediado y el invierno a las puertas, apuntalan unos rebrotes que amenazan tanto la salud pública como los esfuerzos para consolidar la recuperación económica.
En 2016, Obama, uno de mejores oradores del Partido Demócrata pronunció el argumento de cierre de campaña de Hillary Clinton en el mismo lugar, en un mitin para miles de personas la noche antes del día de las elecciones.
Ahora, debido a la pandemia del coronavirus, Obama hablará para una multitud mucho más reducida en un mitin donde los seguidores lo escucharán por la radio en sus coches. El formato refleja el desafío al que se enfrentan los demócratas para aumentar el entusiasmo y obtener votos en un año en el que han evitado grandes mítines a favor de eventos pequeños y socialmente distanciados, lo que contrasta con la postura del presidente Donald Trump y los republicanos sobre el coronavirus.
Si bien Obama suele ser uno de los mayores atractivos del partido y uno de los oradores más convincentes, el formato puede mitigar ese impacto. Pero los demócratas consideran que, como uno de los hombres que mejor conoce a Biden, tanto como su ex socio en la Casa Blanca como personalmente, Obama sigue siendo uno de los mayores activos del partido en la recta final de la campaña. “Especialmente en Filadelfia, es el máximo atractivo y sigue siendo un gran abanderado para los demócratas”, dijo el ex alcalde de Filadelfia Michael Nutter.
La visita de Obama a Filadelfia subraya la importancia de Pensilvania, el estado bisagra que el propio Biden más ha visitado esta campaña.
Si Trump pierde el estado, su camino para ganar la reelección se estrecha significativamente. Y Nutter dijo que la aparición de Obama en Filadelfia ayudaría a impulsar a votar a los que no participaron en las últimas elecciones presidenciales, así como los votantes en los suburbios de Filadelfia que apoyaron a Obama en 2008 y 2012 pero apostaron por Trump en 2016.
“Creo que ayuda a recordarle a la gente lo que está en juego, de qué se trata ser presidente, cómo podrían ser las cosas”, dijo Nutter. Obama ya ha sido útil para la campaña de Biden, adaptándose al cambio a los eventos virtuales al concentrar gran parte de su trabajo en lograr que los estadounidenses más jóvenes voten. Apareció en Twitch, la plataforma de transmisión de videojuegos, envió un mensaje en Snapchat y grabó un video para Shade Room, una página de Instagram
“El presidente Obama ha estado apareciendo durante la pandemia en plataformas no tradicionales para llegar a los votantes indecisos y movilizar a los votantes más jóvenes que no consumen medios políticos”, dijo el exsecretario de prensa de Obama, Ben LaBolt. "
Obama ha aparecido en dos podcasts dirigidos por algunos de sus ex ayudantes y ha prestado su nombre a mensajes de texto y correos electrónicos que animan a sus seguidores a registrarse para votar y donar dinero a la campaña.
Obama también ha sido un gran atractivo para la campaña: apareció en dos eventos de recaudación de fondos virtuales con la senadora Kamala Harris este mes. Una recaudación de fondos virtual de base que Obama encabezó con Biden en junio recaudó $ 7.6 millones.
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