EE UU

La resolución del ‘impeachment’ contra Trump será presentada al Senado este lunes

El ex presidente está acusado de “incitar a la insurrección” el pasado 6 de enero en el Capitolio

La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi
La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy PelosiJIM LO SCALZOEFE

Nancy Pelosi, presidente del Congreso de EE UU, enviará este lunes al Senado la acusación del «impeachment» contra el ex presidente Donald Trump. Lo anunció el líder de la mayoría del Senado, el demócrata Chuck Schumer, representante por Nueva York, en una comparecencia donde quedó claro que su partido no piensa esperar a que el Gobierno que encabeza Joe Biden tenga tiempo para aterrizar en la Casa Blanca. «Respetamos el poder constitucional del Senado sobre el juicio y siempre estamos pendientes de la equidad del proceso», dijo Pelosi. Al nuevo presidente se le cruzará el tren del juicio político a su antecesor en mitad de una crisis de proporciones colosales por el coronavirus y la crisis económica.

Juzgado por «incitación a la insurrección», Trump necesitará de toda la potencia de fuego a su alcance para solventar su segundo «impeachment». Nunca hasta ahora un presidente de EE UU respondió a dos juicios de esta naturaleza, en los que los senadores ejercen como fiscales y abogados, y donde nadie sabe con cuántos partidarios contarán los convencidos de que Trump debe de ser condenado.

De momento, los cercanos al ex presidente avisan de que necesitan más tiempo para preparar el caso, en una clara muestra de que no piensan descuidar su defensa. Una de las claves es que los republicanos, incluido su líder en el Senado, Mitch McConnell, consideran que el juicio debería de retrasarsecuando menos hasta febrero. De otra forma entienden que los abogados de Trump no tendrán la oportunidad de trabajar con garantías. Temen que puedan vulnerarse los derechos del acusado.

Entre los cercanos al presidente que trabajan para ayudarle a montar una defensa sólida está el senador por Carolina del Sur Lindsey Graham. Una figura extremadamente crítica con Trump durante las primarias de 2016, entonces sostenía que la candidatura de Trump dinamitaría a su partido, y que evolucionó hasta convertirse en uno de sus consejeros y aliados más importantes. Una unión contra natura, por cuanto Graham es un firme defensor de EE UU como potencia global, fuertemente implicada en los asuntos del mundo, mientras que Trump apostaba sin complejos por posturas más aislacionistas.

Ahora Graham estaría ayudando al ex presidente para encuentre a los mejores abogados. Graham entiende que el hecho de que no haya precedentes de un juicio político a un ex presidente no resulta casual. De hecho, cree que no hay caso, mientras que ve casi imposible que pueda demostrarse que las palabras de Trump incitaron a la rebelión. No ve cualidades performativas en su mitin previo al asalto al Capitolio.

«Sobre los hechos», dijo, «los abogados podrán montar una defensa, por lo que lo principal es darle la oportunidad de preparar y ejecutar el juicio de manera ordenada, y es de esperar que el Senado rechace la idea de perseguir a los presidentes después de que dejen el cargo».

A la Casa Blanca, al margen de todo el proceso, también le interesa que el juicio no consuma toda la atención de la Cámara Alta. Pero será inevitable, pues no bien arranquen las sesiones del «impeachment», el Senado tendrá que consagrarse al asunto durante, al menos, dos semanas.

Aunque el nombramiento de altos cargos avanza a buen ritmo, y el último en recibir el plácet ha sido el flamante secretario de Defensa, el ex general LLoyd Austin, todavía faltan puestos esenciales del gobierno por cubrir. Biden también necesita comprar tiempo para arrancar con sus principales proyectos legislativos. Quizá por ahí, por los compromisos de las dos partes, puede abrirse una vía de entendimiento, que permita conjugar la exigencia de los más decididos con las necesidades estratégicas del Gobierno.

A los republicanos, por otro lado, les resta la prueba de fuego de saber si tomarán la iniciativa de condenar al presidente más popular entre los suyos desde Ronald Reagan. Un político que cuenta con millones de partidarios acérrimos, que ha galvanizado el sentimiento popular, a favor y en contra, como muy pocos, y cuyos pronunciamientos generan un grado de atención inalcanzable para el resto de sus colegas. Basta mirar lo sucedido con los diez congresistas republicanos que votaron a favor de procesar a Trump para entender que se trata de una vía áspera.

Señalados por los suyos, considerados por muchos como traidores, quienes apoyan el «impeachment», como Mitt Romney, como Liz Cheney, enfrentan ahora la doble condena de una bancada enemistada y la animadversión de bastantes votantes y buena parte de los medios afines.

Y eso que McConnell, presionado por todos, ha subrayado en al menos una ocasión que considera a Trump responsable, siquiera en parte de los sucesos del 6 de enero. Su postura de cara al «impeachment» resultará clave. Lo que ya se antoja casi imposible es que los adversarios de Trump logren los dos tercios de la Cámara necesarios no solo para condenarlo, sino, en una segunda votación, para lograr que se le prohíba ejercer de nuevo un cargo público.

Al fondo, asoma el pavor de los republicanos a una escisión, con Trump en el papel de candidato por un nuevo partido, así como la angustia de una Casa Blanca que teme quedar sepultada bajo la ola sulfúrica de un proceso anclado en el pasado. Incluso después de haber sido políticamente derrotado, Trump volvería a acaparar más atención y titulares que Biden.