Amenazas

La «lista de la muerte» contra diputados preocupa en Alemania

Un chat del movimiento negacionista difunde un listado con datos de cientos de políticos

La policía alemana arresta a un individuo durante una protesta contra las restricciones por la pandemia en Berlín
La policía alemana arresta a un individuo durante una protesta contra las restricciones por la pandemia en BerlínFILIP SINGERAgencia EFE

Las listas negras vuelven a ser noticia en Alemania. Tras la votación de la modificación de la Ley de Protección contra las Infecciones, que ha facilitado una suerte de estado de alarma con toque de queda incluido, se compartió uno de estos listados con nombres en un chat de negacionistas. El miércoles, la Oficina Federal de Investigación Criminal puso al tanto a los 342 parlamentarios de diferentes partidos cuyos nombres aparecían recogidos, y que fueron los que votaron a favor, avisándoles de que estén alerta y comuniquen cualquier cosa sospechosa que vean a la policía.

El problema no es nuevo y la preocupación es tal que incluso se ha legislado hace tan solo un mes para tener un instrumento legal con el que poder penarlo. Desde el pasado marzo «la distribución de datos personales que puedan poner en peligro» está expresamente prohibida en Alemania. El nuevo párrafo 126a del código penal castiga con hasta tres años de cárcel o una multa la difusión de este tipo de listados. Hasta ahora el mayor problema para la seguridad y en especial en relación a este tipo de amenazas a la convivencia venía desde la extrema derecha. Sin embargo, dentro del movimiento negacionista, una parte del mismo en los últimos meses ha ido adoptando posturas extremistas, si bien, en ocasiones, se solapa con los nacionalsocialistas.

Captura de pantalla de un chat de Telegram de negacionistas con la canciller Angela Merkel colgada de una horca y el mensaje “Hay que colgar a la gorda judía”.
Captura de pantalla de un chat de Telegram de negacionistas con la canciller Angela Merkel colgada de una horca y el mensaje “Hay que colgar a la gorda judía”.TelegramTelegram

La situación hoy en Alemania recuerda a 2015 tras la llegada de cientos de miles de refugiados al país cuando se sucedieron ataques a albergues para solicitantes de asilo y el odio se manifestaba a través de mensajes intimidatorios, ataques verbales y xenófobos en las redes sociales. En aquellos días se sentaban las bases para lo que serían más tarde grupos terroristas como «Revolution Chemnitz», que también había elaborado listas de objetivos humanos a abatir y planeaba un atentados para el día de la reunificación en 2018.

De hecho, el tema de la inmigración ha pasado a un segundo plano y, en muchos casos, los participantes en aquellas manifestaciones son los mismos que hoy vuelven a pedir que se vaya Merkel por su política durante la pandemia.

El pasado 3 de abril se manifestaban unas 10.000 personas en la ciudad de Stuttgart. Junto a las imágenes de personas sin mascarillas ni distanciamiento social, sucedió algo que se repite en muchas protestas negacionistas: algunos de los congregados atacaron a miembros de la prensa. Un estudio del Centro Europeo para la Libertad de Prensa y Medios (ECPMF) de Leipzig concluye que en 2020 hubo más ataques a periodistas que los cinco anteriores, desde que se comenzó el recuento: 69 agresiones frente a las 11 del año anterior y n 70% de las cuales tuvo lugar en protestas negacionistas.

En octubre arrojaron un objeto incendiario contra la sede en Berlín del Instituto Robert Koch, la institución encargada de investigar enfermedades y otras cuestiones que puedan poner en peligro la salud pública, por lo que juega un papel fundamental durante la pandemia. Es solo una de las agresiones mas prominentes, ya que la enumeración es larga: ataque con objeto incendiario a un centro de vacunación el pasado 5 de abril, ataque a una mujer con su bebé (que resultó herido de gravedad) a cuenta de la mascarilla en la ciudad de Korbach el 28 de marzo, ataque contra centro de vacunación en Plauen el 22 de marzo, ataque a un centro de vacunación en Rostock el 8 de enero, bomba casera frente a la sociedad Leibniz en Berlín y carta que pedía la retirada de las medidas de contención del virus...

La ministra alemana de Justicia, Christine Lambrecht, del partido socialdemócrata (SPD) aseguraba en marzo que «tenemos que proteger mejor a las personas del odio y el acoso», ya que muchos políticos locales y otras personas comprometidas con la diversidad se están viendo intimidadas. «No vamos a olvidar que el presidente del consejo de Kassel, Walter Lübcke, estaba en una lista de enemigos antes de que un neonazi le asesinase», aseguraba Lambrecht al presentar la ley que prohíbe las listas.

En junio de 2019 un disparo en la cabeza mataba a Lübcke mientras éste se encontraba en la terraza de su casa. El antiguo soldado y trabajador de un banco, que era miembro de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel, no había sido amenazado directamente, pero aparecía en una lista negra elaborada por el grupo neonazi Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU), que asesinó al menos a otras diez personas y cuyas ramificaciones no han sido esclarecidas en su totalidad. Lübcke había defendido la acogida de refugiados.

Hasta el pasado enero, había 24 listas de las cuales la Oficina Federal de Investigación Criminal tenía constancia. Algunas más banales aunque no menos peligrosas, como la que elaboró otro grupo neonazi en el barrio berlinés de Neukölln. Unos 30 objetivos estaban en ella y uno de ellos, un político de Die Linke, sufrió un atentado del que pudo escapar con vida por casualidad. Otras resultan si cabe más inquietantes, como las que se encontraron en manos del grupo Nordkreuz, un grupo paramilitar que planeaba atentados contra trabajadores humanitarios que ayudaban a los refugiados y se preparaba para la “reconquista” de Alemania. Algunos de sus miembros eran policías y militares en activo y las listas no solo incluían todo tipo de datos sobre las personas-objetivo, sino también sobre posibles lugares donde llevar a cabo los ataques. Al grupo se le encontró armas y municiones.