Italia

Salvini y Berlusconi exploran una agrupación de las derechas

El líder de la Liga dio el primer paso y un convaleciente líder de Forza Italia recogió el guante para frenar el ascenso de Meloni

El líder de la Liga Matteo Salvini atiende a los medios italianos en Roma
El líder de la Liga Matteo Salvini atiende a los medios italianos en RomaDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Hace menos de un mes, algunos dieron por muerto a Silvio Berlusconi. No políticamente, sino en el sentido literal. Las consecuencias de la covid-19, que contrajo el pasado septiembre, unidas a su delicado estado de salud, lo llevaron al límite. Son ya tantos los sustos, que incluso circularon mensajes anticipando su fallecimiento. Una vez más, fallaron las previsiones. El magnate recibió el alta del hospital San Raffaele de Milán, en el que se encontraba, y fue trasladado a su residencia de Arcore, donde convirtieron su habitación en una especie de sala hospitalaria. No ha habido fotos desde entonces. Su estado no es el mejor, aunque se recupera lentamente. Otra persona en su lugar debería estar para pocas aventuras, pero Berlusconi todavía quiere agotar su última vida. La nueva idea pasa por agrupar a la derecha en el Gobierno, como en los tiempos en los que él era primer ministro.

La propuesta, sin embargo, no es suya, sino de su socio Matteo Salvini. La pasada semana, el líder de la Liga contactó con Berlusconi para trasladarle la posibilidad de integrar a sus respectivos partidos en una única “federación” conservadora. La primera respuesta de su interlocutor fue positiva, aunque quedan por limar muchas discrepancias internas dentro de su formación. La Liga y Forza Italia -el partido de Berlusconi- son las dos fuerzas de la derecha que forman parte el Gobierno de unidad de Mario Draghi. Ambos conservan su independencia, aunque desde hace años ya mantienen una alianza estratégica en cada una de las elecciones, por la que pactan candidatos comunes y se comprometen a apoyar a la lista más votada dentro de este bloque. Ese pacto también lo integra Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni, la única en estos momentos en la oposición.

Aún así, la oferta de Salvini está dirigida únicamente a Berlusconi, dejando a Meloni fuera. Según el politólogo Piero Ignazi, los motivos de Salvini son múltiples: “Por un lado, reforzaría su posición en el Ejecutivo; de otro, se congratularía con los miembros de su partido más comprometidos con la acción de Gobierno; y, por último, se afianzaría como líder de la derecha, ante el progresivo ascenso de Meloni”. La unión de las derechas, por tanto, tiene más de estratégico y de contención interna que de una mayor cooperación entre todos. La figura de Meloni se alza ya como una amenaza y en la Liga pretenden desde hace meses ofrecer una imagen más moderada, ya que la anterior experiencia de Salvini en el Gobierno supone un lastre en la futura carrera por ocupar la Presidencia. Intentaron infructuosamente integrarse en la familia popular europea, pero lo que no consiguieron en Bruselas, lo pueden obtener en Roma. Forza Italia es ese partido de centroderecha, que les permitiría virar al centro.

Reticencias en Forza Italia

El problema para Forza Italia es el de toda fusión. Es decir, que antes que sumar enteros, sus dirigentes temen ser absorbidos. Las ministras del partido, dos mujeres jóvenes con cierto recorrido, ya han filtrado su desacuerdo con el plan. Mientras que todos los fieles de Berlusconi prefieren guardar silencio, a la espera de la decisión del gran líder. El magnate lleva años soñando con un gran polo conservador, a imagen y semejanza del Pueblo de la Libertad o la Casa de la Libertad, con los que se enfrentó y ganó en las urnas a Romano Prodi. Forza Italia y Liga son aliados históricos, pero a diferencia de ese momento, ahora quien marca la pauta es la formación de Salvini. El partido de Berlusconi, que ha ido palideciendo al mismo ritmo que su líder, cuenta con una intención de voto de entre el 7% y el 8%. Sin embargo, sus apoyos son importantes todavía en el sur del país, donde aún mantiene un fuerte arraigo, y la Liga -centrada históricamente en el norte de Italia- no consigue romper su techo electoral.

Los cálculos políticos priman. Pero, por encima de ellos, una tentación sobrevuela la oferta. Desde que Berlusconi se dio cuenta de que nunca más podría volver a ser primer ministro, aspira a convertirse en algún momento en presidente de la República. La última oportunidad pasa en 2022, cuando el Parlamento debe elegir a un nuevo jefe de Estado para los próximos siete años. Sus achaques, sus 85 años y las escasas simpatías que despierta en un amplio sector político, hacen de su nombre un imposible. Pero Salvini sabe que uno de los grandes pecados de su socio es la vanidad y le regala los oídos con este viejo cuento. “Él no es consciente de que no está bien o de que su tiempo pasó. Alguien alimenta esta ilusión y Berlusconi cree en que podría completar su parábola convirtiéndose en presidente de la República”, juzga Piero Ignazi. Incluso Giorgia Meloni, la excluida de la ecuación, afirma que apoyaría una hipotética candidatura de Berlusconi. La competición interna la libran Salvini y Meloni, ambos radicales, que buscan los votos del antiguo gran líder de la derecha cuando él ya no esté.