OTAN

Biden recluta a los aliados europeos para la contienda con China

EEUU y la UE renuevan los votos del vínculo trasatlántico tras la era Trump

El presidente de Estados Unidos Joe Biden a su llegada a Bruselas. EFE
El presidente de Estados Unidos Joe Biden a su llegada a Bruselas. EFEYVES HERMAN / POOLEFE

A veces tras una tempestuosa pelea sucede una ardorosa reconciliación. El presidente de EEUU, Joe Biden, desembarca en la capital comunitaria con el firme propósito de renovar los votos del vínculo transatlántico después de los convulsos años de la era Trump. America is back y hay que celebrarlo por todo lo alto. Hoy tendrá lugar una cumbre de la OTAN y mañana un encuentro europeo con los líderes de las instituciones comunitarias. Ya está desplegada la alfombra roja.

El nuevo inquilino del Despacho Oval llega con los deberes hechos, tras meses de deshielo que han demostrado el cambio de tono de la nueva Administración que intenta recuperar los equilibrios vigentes en el orden internacional desde el fin de la II Guerra Mundial y demostrar a los socios europeos que Washington vuelve a ser un socio fiable y predecible. Quizás hasta aburrido. Ya no habrá sustos con tuits intempestivos made in Trump. Según explica a este periódico Susi Dennison analista del think tank European Council on Foreign Relations, esta gira va a dar un “mensaje muy positivo a la hora de reconectar EEUU con los valores del orden internacional y la lucha contra el cambio climático” en un momento en el que Washington necesita redefinir su liderazgo tras esta crisis sanitaria.

Pero aunque esto puede parecer que nos enfrentamos un giro de 180 grados respecto a su predecesor, en realidad Biden hereda el mismo enemigo que Trump y también parte de sus fundamentos en política exterior. China sigue siendo el gran antagonista de la nueva guerra fría del siglo XI ( seguida de Rusia) y EEUU necesita aliados para hacer frente al auge del gigante asiático en el terreno militar y sectores estratégicos como las redes de internet de alta velocidad 5G. En estos años, Bruselas ha perdido la ingenuidad respecto a Pekín, pero durante el mandato de Trump había decidido librar su propia batalla. La estrategia que el máximo representante de la política europea. Josep Borrell, había bautizado como My way (a mi manera), debido a la famosa canción. Pero parece que la doctrina Sinatra peligra.

Según explica a la Razón Luis Simón, el director de la oficina en Bruselas del Real Instituto Elcano, durante todos estos meses hemos vivido una “mejora de las relaciones transatlánticas, y en concreto entre Washington y Berlín” tal y como demuestran la congelación de los aranceles entre Airbus y Boeing; revertir la decisión de Trump de reducir las tropas de Alemania; redefinir la presión sobre el gasto en Defensa de la OTAN para tener en cuenta también indicadores más cualitativos e incluso la paralización de las sanciones sobre el gasoducto North Stream II, el proyecto para conectar el gas desde Rusia al continente sorteando Ucrania a través del Báltico y que tiene en la canciller alemana su principal promotora, a pesar de que esto hace aumentar la dependencia europea respecto al gas ruso y la infraestructura divide a los socios europeos. Esta serie de gestos podría facilitar una mayo convergencia transatlántica sobre China.

Biden quiere camelarse a Merkel y parece que lo está consiguiendo, a pesar de que su llegada a la Casa Blanca fue acogida con cierta tibieza por algunas capitales. Tras los complicados años con Trump ( que puso en cuestión la cláusula de defensa colectiva de la OTAN), el club comunitario parecía decidido a hablar una voz más fuerte en política internacional, independizándose de la tutela militar y en política exterior del tío Sam, sobre todo debido al ímpetu del presidente francés Emmanuel Macron.

De hecho, los Veintisiete decidieron firmar su propio acuerdo de inversiones con China, sin esperar a que Biden ocupara la Casa Blanca tras haber ganado las elecciones Pero para tranquilidad de Washington, la ratificación está congelada tras las sanciones europeas y estadounidenses a Pekín por no respetar los derechos humanos de la minoría uigur. Además, Bruselas se ha unido a Washington en la petición de una investigación independiente respecto al coronavirus, lo que supone criticar por primera vez la opacidad China e intentar acorralar a Pekín.

“Para la Francia que quería afirmar un lugar europeo en la seguridad, esta vuelta a los fundamentos no es una buena noticia. Paradójicamente, en la época de Donald Trump , París ocupaba un lugar de elección y podía hacer oír su voz más intensamente”, escribe el analista Nicolas Gros- Verheyde en su blog para Bruxelles 2. No hay victorias sin vencidos. Para que no haya dudas de los intereses estadounidenses, durante la cumbre del G-7 en Cornualles se ha anunciado que la canciller alemana será la primera mandataria en ser recibida en la Casa Blanca.

Puede que esto pueda parecer un poco sorprendente teniendo que cuenta que Merkel se encuentra en los últimos coletazos de su carrera política mientras que Emmanuel Macron se enfrenta a la reelección en unos meses. Para Simón, “si bien un nuevo canciller en Alemania necesitará tiempo para desarrollar la experiencia europea e internacional o la red diplomática de Merkel, el líder de la Unión Europea es Alemania independientemente de quién esté en la cancillería. Una llegada al poder de los Verdes podría incluso facilitar aún más una convergencia entre Alemania y EEUU en torno a China”.

Parece que Bruselas y Washington vuelven a mirar en la misma dirección, a pesar de las dudas en un tablero internacional tan incierto como el de estos primeros años del siglo XXI. La tercera parada de Biden tras Reino Unido y Bruselas será Ginebra (Suiza) para reunirse con Vladimir Putin, en lo que parece una cita en un clima menos amistoso. Todo indica que estos tres vértices del triángulo marcarán la política internacional de los próximos años.