Suicidio

John McAfee, una vida que iba entre Romaña y Dalí

El creador del antivirus McAfee vivió y ha muerto al ritmo disparatado de una biografía que merece película o novela.

Cuentan quienes mejor conocen sus ideas que, como buen paleoliberal, estaba en contra de cualquier reparto o redistribución de la riqueza. REUTERS
Cuentan quienes mejor conocen sus ideas que, como buen paleoliberal, estaba en contra de cualquier reparto o redistribución de la riqueza. REUTERSDARRIN ZAMMIT LUPIREUTERS

La vida de John McAfee, fallecido en Barcelona tras colgarse en su celda, fue tan exagerada como la de Martín Romaña y tan desaforada como la de Salvador Dalí. Pero el nativo de Cinderford, Gloucestershire, nacido en la inmediata posguerra inglesa, no fue un literato exiliado en el París del 68, tampoco un artista ebrio de talento y ávido de dólares, sino un magnate, emprendedor, visionario, y político populista en sus ratos libres. También fue prófugo de la justicia, colorista portavoz de sí mismo y defensor de causas no siempre homologables con la centralidad del arco político.

McAfee vivió y ha muerto al ritmo disparatado de una biografía que merece película o novela. Él, desde luego, pensaba algo similar, por cuanto había trabajado en un documental autobiográfico. Los beneficios por la venta de sus derechos de imagen, por cierto, fueron incluidos por el IRS entre aquellos que el millonario habría olvidado declarar entre 2016 y 2018. Son años en los que según la hacienda de EE.UU. ingresó cerca de 13 millones de dólares. Como a Al Capone, a McAfee lo buscaban por haber incumplido, teóricamente, sus obligaciones fiscales.

Por supuesto que su nombre le debe sonar a casi cualquier persona que alguna vez haya abierto un ordenador. O sea, a todo el mundo. Básicamente porque su apellido era el de uno de los software más famosos de la historia. McAfee, en efecto, era el padre de uno de los primeros programas de antivirus jamás comercializados. Con aquel software hizo fortuna y, posteriormente, lo vendió en 1994. que posteriormente vendió, en 1994.

A partir de entonces su peripecia abandona los cánones homologados de un empresario exitoso para transformarse en algo digno de una novelería más o menos truculenta. Obsesionado con su seguridad, convencido de que poderes ocultos conspiraban para acabar con él, acabó en países tan exóticos como Belice. De allí tuvo que huir en 2012, en un episodio nunca bien aclarado, después de que la policía local insistiera en interrogarlo por la muerte de una persona, concretamente su vecino. También hubo una operación previa de la policía en casa, donde fue detenido por posesión de armas sin licencia y fabricación de drogas. Posteriormente fue puesto en libertad sin cargos. De creer lo que hoy consignan las crónicas fúnebres el finado expresó entonces su temor a represalias. Tras Belice llegó Centroamérica y, después, Canadá.

Por supuesto que su aventura no termina aquí. Antes al contrario hay que consignar que fue, en dos ocasiones, candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el partido libertario. Un partido más o menos singular, aunque bien imbricado en según qué parámetros del pensamiento político estadounidense. McAFee, libertario de manual, según los cánones locales, apostaba porque su país adoptara una política exterior netamente aislacionista. También defendía la legalización de las drogas, en especial del cannabis. Las andanzas en política, con mensajes oscilantes y actuaciones poco coherentes, no desmerecen de las del mismísimo presidente, Donald Trump, cuando especulaba con la hipótesis de inyectar lejía.

Cuentan quienes mejor conocen sus ideas que, como buen paleoliberal, estaba en contra de cualquier reparto o redistribución de la riqueza, por pequeño que fuera, al considerarlo un robo. Pero si hablamos de robos tal vez haya que regresar al que supuestamente cometió él mismo en aquellos tres años fatídicos, cuando según los inspectores de EE.UU, olvidó declarar sus ingresos por inversiones en criptomonedas, conferencias, etc. Como buen demagogo sostenía que lo reclamaban por intereses o motivos políticos. Había una conspiración en contra, otra más, que amenazaba con liquidarlo.

Normal que ahora, en los días de las redes sociales, en las tardes de las discusiones más hiperbólicas en busca de las explicaciones menos cartesianas, algunos especulen con la posibilidad de que alguien, algo, lo quitara de en medio. No faltarán ahora los rumores y las teorías. De hecho el Business Insider ya ha adelantado que algunos conocidos partidarios de QAnon, han comenzado a especular con el asesinato. Tiempo de conspiraciones que abrochan con un epitafio grotesco los el tormento y el éxtasis de un tipo bigger than life.