Opinión

El fin del bloqueo de la tiranía castrista al pueblo cubano

Es normal que después de seis décadas de sometimiento y en medio de una crisis económica y sanitaria propia de la mezcla letal entre comunismo y pandemia, el pueblo salga a las calles a protestar exigiendo libertad

Migrantes cubanos ondean la bandera cubana en el mítico café Versailles, en Miami
Migrantes cubanos ondean la bandera cubana en el mítico café Versailles, en MiamiMARCO BELLOREUTERS

Lo que está pasando en Cuba no solo es legítimo, sino también lógico. Desde que murió el dictador Fidel Castro hace casi cinco años, se comenzó a hablar de una transición en la isla que nunca llegó. Incluso cuando su hermano Raúl finalmente le dio paso a MiguelDíaz-Canel, se mantuvo íntegra la estructura totalitaria de partido único comunista, sin que se diera ningún avance en materia de libertades, derechos y democracia. Por eso, es normal que después de seis décadas de sometimiento y en medio de una crisis económica y sanitaria propia de la mezcla letal entre comunismo y pandemia, el pueblo salga a las calles a protestar exigiendo libertad.

Se trata de un régimen que formó parte del imperialismo soviético y que es responsable de crímenes de lesa humanidad, teniendo en su haber presos políticos, torturados, fusilados, desaparecidos y refugiados durante décadas, en las cuales ha intervenido en otros países de forma injerencista como lo hace actualmente en Venezuela. Sin embargo, goza de prestigio en sectores de la élite occidental que confunden paz con opresión y abogan por la continuidad de la dictadura más longeva del continente americano, normalizando el sometimiento a todo un pueblo y su falta de libertad y derechos civiles. Lo cierto es que el “bloqueo” qué hay en Cuba es el que tiene el régimen castrista a la voluntad del pueblo que no tiene derecho a cambiar el modelo comunista generador de las mayores tragedias en la historia de la humanidad.

Es muy fácil desde la distancia y en la comodidad de países democráticos capitalistas abogar para que continúe el pueblo cubano sometido, con el único fin de mantiene viva la utopía marxista como premio de consolación a la derrota histórica, o como impuesto intelectual a los privilegios a los que no se está dispuesto a renunciar ya. Hay quienes quieran que Cuba siga siendo el museo o parque jurásico del comunismo en Occidente, por eso no son capaces de solocitar elecciones libres, democráticas y plurales. Por el contrario, asumen como natural que Díaz-Canel herede el trono y mande indefinidamente de forma absoluta, disfrutando de la misma impunidad que gozaron sus predecesores. Pero la realidad les estalló en la cara y es imposible ya ignorarla o seguir maquillándola. Lo que están pidiendo en Cuba no es comida y medicina bajo el esquema de dependencia y control social de siempre, lo que quieren, sobretodo los jóvenes, es libertad. ¿Hasta cuando la democracia será un provilegio al que no pueden aspirar los pueblos de Cuba, Nicaragua y Venezuela? Basta ya de ese racismo y supremacismo cultural con el que se pretende condenar a pueblos latinoamericanos a padecer “tranquilos” tiranías iliberales, normalizando tragedias que rayan en el genocidio.

Es muy fácil tumbar estatuas en países democráticos con Estado de Derecho, lo difícil es tumbar tiranos vivos cómo están intentado ahora los cubanos a riesgo de su propia vida. Al final de cuentas, la única y verdadera revolución de la historia de la humanidad, es la la democracia. ¡Viva Cuba Libre!