Análisis

Cuba: comunismo agotado

La letanía de quejas de los cubanos es larga tras seis décadas de un modelo fallido a todos los niveles que sobrevive con la represión

Cuba está viviendo unos días extraordinarios. Las protestas masivas que han sacudido al Partido Comunista no tienen precedentes en la isla. Ni en escala, ni en alcance. Las reuniones no autorizadas por la dictadura están prohibidas. La salida a las calles requiere valentía y coraje. Los manifestantes se arriesgan a detenciones y estancias largas en la cárcel. Por eso, la última vez que se fue testigo de algo parecido fue en 1994. El país se encontraba devastado por el colapso de la Unión Soviética, su benefactor. Cuba estaba sumida en el llamado «período especial». Un tercio del PIB cayó de la noche a la mañana. El desplome del imperio soviético fundió en negro a la isla. Los apagones se convirtieron en norma, igual que el desabastecimiento. Esta vez, la lista de letanías de quejas de los cubanos es llamativamente larga. Supermercados vacíos, cortes de luz, una economía quebrada, un Gobierno represivo y una asfixiante falta de libertades. Todo esto mezclado con una pandemia fuera de control. Los hashtags #SOSCuba #SOSMatanzas se convirtieron en tendencia el sábado 10 de julio. El día previo a la gran movilización. Matanzas es la provincia más afectada por la crisis sanitaria con un crecimiento exponencial de los contagios por la variante Delta. Esta semana se ha superado el récord de 6.000 casos diarios. Fuentes de la isla aseguran que los hospitales están al borde del colapso y que no quedan ni aspirinas. En un vídeo publicado en Facebook, Lisveilys Echenique, relata cómo su hermano pasó once días luchando contra la covid-19 sin recibir ningún tratamiento porque no había camas de hospital ni medicinas disponibles en la ciudad de Ciego de Ávila. Murió. El cadáver estuvo en su casa durante siete horas hasta que se lo llevaron. «El régimen presume de potencia sanitaria, mientras los cubanos sufren sus carencias», contó en estas páginas Antonio Guedes, miembro de la ejecutiva de la Unión Liberal Cubana. El mito sanitario se desmorona igual que lo hizo el modelo económico. Inhabilitado Fidel en 2008, Raúl Castro intentó reformar la moribunda economía dirigida con tímidas reformas y acercándose al Estados Unidos de Barack Obama. La resistencia a los cambios por parte de la línea dura del régimen hizo fracasar esta apertura. Hace tres años, Castro dio paso a Miguel Díaz-Canel, un burócrata del partido sin pedigrí revolucionario. Los insípidos mensajes de continuidad no han servido para ilusionar a las nuevas generaciones. La revolución está huérfana.

Los estragos de la pandemia han hundido la economía, que se ha contraído un 11% este año. Con el turismo internacional tocado de muerte debido a las restricciones a la movilidad por el coronavirus, Cuba ha experimentado una severa caída de sus ingresos. Las visitas de extranjeros empiezan a reanudarse en otras islas del Caribe, mientras el descontrol de los contagios mantiene a los turistas alejados de La Habana.

La mecha de la desesperanza y el descontento se ha propagado por la isla. ¿Cuándo se produjo la desconexión entre los cubanos y el Partido Comunista? Desde Florida, el director asociado del Cuban Research Institute en la Universidad Internacional, Sebastián A. Arcos, sostiene que, en su opinión, «la desconexión ha sido lenta y progresiva, tras largas décadas de incompetencia económica y represión política permanentes. La falta de progreso acabó con la paciencia de la sociedad, la caída de la Unión Soviética acabó con la justificación ideológica, la llegada de teléfonos móviles e internet acabó con el monopolio de información del Estado, y finalmente la muerte de Fidel Castro (2016) acabó con la poca legitimidad política que le quedaba al régimen castrista. Las protestas del pasado domingo fueron la culminación de ese proceso de desconexión». Para Arcos, la frustración es total. «La gente salió a las calles a demandar no comida ni medicinas, sino libertad y cambio de régimen. Esto representa una radicalización profunda de la sociedad en abierta oposición política a la continuidad del castrismo».

Tiananmen o colapso

Las autoridades han respondido con la misma dinámica de siempre. Cerrojazo a internet. Pero por mucho que lo deseen, el apagón digital total es inviable. Las exorbitantes tarifas que cobra el monopolio estatal de telecomunicaciones son una importante fuente de divisas para el régimen. Internet, también, es la vía de entrada de las remesas desde el exterior. La otra línea de la respuesta de Díaz-Canel ha consistido en el recurso a la fuerza bruta. El régimen ha desplegado a las «Avispas Negras», como se conoce a las fuerzas especiales, y a los «Boinas Rojas» para sofocar con balas y porras los nuevos conatos de protesta. La Policía Nacional Revolucionaria y la Seguridad del Estado han irrumpido en centenares de casas y han practicado de detenciones arbitrarias.

«Ahora mismo el régimen no muestra divisiones internas claras que faciliten una salida negociada. Están aún en la fase dura de unitarismo y represión. Esto puede cambiar si las protestas continúan y crecen. Una fractura de la élite puede conducir a negociaciones. Sin fracturas hay dos opciones, Tiananmen o colapso», analiza Arcos. La pregunta de si el Partido Comunista cubano se enfila hacia el proceso transitado por sus partidos hermanos en Europa del Este en 1989 probablemente resulte prematura. Como recordaba un compañero de oficio, hemos dado demasiadas veces por muerto al castrismo o al chavismo y ahí están. Pero Arcos destaca la profunda crisis de legitimidad política que presiona para un final del régimen ya sea por negociación o colapso. «La única manera de detener este proceso es empleando una represión total». Avisados estamos.