Fraude electoral

Bielorrusia, rehén de Lukashenko un año después

Con el apoyo de Moscú, el dictador bielorruso siembra el terror entre sus ciudadanos doce meses después de las elecciones fraudulentas que desencadenaron las mayores manifestaciones de la historia el país

La diáspora bielorrusa en Ucrania recuerda al activista Vitaly Shishov, halldo ahorcado hace una semana en un parque de Kiev
La diáspora bielorrusa en Ucrania recuerda al activista Vitaly Shishov, halldo ahorcado hace una semana en un parque de KievGLEB GARANICHREUTERS

Aleksandr Lukashenko decidió hace un año que Bielorrusia no estaba preparada para un cambio y menos para ser liderada por una mujer. En el poder desde 1994, decidió declararse vencedor de unas elecciones que la comunidad internacional ha tachado de fraudulentas y obligó al exilio a la ganadora de los comicios, Svetlana Tijanóvskaya. Se define a sí misma, “líder de la Bielorrusia democrática”. Cuando su marido, Serguéi Tijanovski, fue encarcelado, no dudó en presentarse como candidata y hacer equipo con otras dos figuras femeninas, Maria Kolesnikova y Veronika Tsepkalo. Esta última, al igual que Tijanóvskaya se encuentran en Lituania; Kolesnikova se negó a dejar Bielorrusia y rompió su pasaporte en un intento desesperado por permanecer en el país cuando un grupo de encapuchados querían obligarla a pasar por la frontera ucraniana, se enfrenta a una pena de 12 años de prisión.

El equipo de Tijanóvskaya se reagrupó fuera del país e hizo de Vilna su centro de operaciones. El camino elegido por el equipo de la oposición bielorrusa sigue siendo una transición no violenta y una salida pacífica de Lukashenko. La estrategia contempla el apoyo internacional a través de sanciones económicas; dejar de financiar al círculo que rodea y sigue manteniendo a Lukashenko y al mismo tiempo ayudas financieras a la sociedad civil y a los medios de comunicación independientes. “De esta manera se establecen múltiples puntos de presión para crear una coyuntura para una transición pacífica y democrática en Bielorrusia. No somos ingenuos y sabemos que la utilización de la fuerza sería más inmediato, pero esa no es la base para un futuro estable”, aclara a este periodico por medio de una entrevista telemática Franak Viacorka, Asesor principal de Svetlana Tijanóvskaya.

La ruta para la metamorfosis del país es clara sobre el papel: por medio de la intermediación de países extranjeros, que actuarían como observadores externos, las partes implicadas llegan a un acuerdo, fijan una fecha para una nueva elección y comienzan los preparativos para ella. Los servicios públicos de los ministerios continúan trabajando para evitar el caos. Se libera a los presos políticos. Hay una campaña electoral, diferentes candidatos presentan sus plataformas. Se elige un nuevo líder y comienza la transformación. Pero en Bielorrusia Lukashenko sigue gobernando sin ningún tipo de control, contrapoder o estado de derecho. La economía sigue siendo estatal, el gobierno controla los medios de comunicación, la propiedad de la tierra, la banca y la industria.

“No se puede gobernar un país de esta manera para siempre, incluso con la ayuda rusa, Lukashenko se ha vuelto un aliado demasiado tóxico y caro, incluso para Vladímir Putin, comenta Viacorka. Las ayudas que llegan del Kremlin son la única ayuda constante que recibe Minsk. Sin Putin en la ecuación, la única vía para ahogar la dictadura son las sanciones económicas. La presión de la oposición fuera del país se concentra en este único camino. Por su parte, la Unión Europea mantiene activo un paquete de sanciones a empresas bielorrusas, pero la oposición pide más; quieren que Europa rompan toda relación con el régimen y dejen de inyectar dinero a una dictadura que sigue manteniendo a 156 personas en la cárcel por motivos políticos.

Lukashenko es para la comunidad internacional un líder que se niega a dejar el cargo y que pone a prueba constantemente la capacidad de reacción de sus vecinos, como el caso del desvío del avión de Ryanair para arrestar al periodista Román Protasevich y su novia, Sofía Sapega. Ambos continúan bajo arresto en Minsk. También casos más recientes como el de Vitaly Shishov, el activista bielorruso afincado en Ucrania que apareció ahorcado en un parque en Kiev cerca de su domicilio, la oposición apunta directamente a Lukashenko. Tras haber recibido amenazas por las críticas públicas al Comité Olímpico Bielorruso, Krystsina Tsimanouskaya pidió asilo en Polonia por miedo a represalias, el Comité Olímpico Internacional ya ha expulsado a dos miembros de la delegación bielorrusa.

Periodistas de la CNN encontraron un campo de detención para “disidentes”. Ubicado a una hora de Minsk, no lejos de la aldea de Novokolosovo, el lugar es un antiguo depósito de misiles con un área de 80 hectáreas. La cadena estadounidense informó que el campamento está rodeado de alambre de púas. Allí se han instalado cámaras de televisión de circuito cerrado y militares patrullando.

En un intento de presionar más a Europa Lukashenko abrió el paso de sus fronteras con Lituania y Letonia. Cerca de 4.000 inmigrantes han sido detenidos por los guardias fronterizos en lo que va de año. El presidente había amenazado abiertamente con permitir que los refugiados que huían de los conflictos en el Medio Oriente ingresaran al bloque como represalia por las sanciones. Bruselas ha instado a Irak, cuyos ciudadanos son principalmente los migrantes involucrados en los cruces, a prohibir los vuelos que se dirigen a Minsk.

Las demostraciones públicas que estallaron el pasado verano se han ido apagando debido a la fuerte represión ejercida por las fuerzas de seguridad. Un año después, no se esperan grandes muestras populares. Los bielorrusos se siguen organizando en las redes sociales, en los últimos días se han podido ver en Minsk a grupos de mujeres vestidas de negro con paraguas rojos y blancos -el color de la bandera asociada a la independencia de Bielorrusia-. Grupos pequeños de manifestantes aparecen en una plaza y permanecen ahí durante cinco minutos para moverse a otro emplazamiento. Es su estrategia para no ser detectados por la policía, son más rápidos que ellos.

Hace once meses hasta 37.000 personas fueron detenidas, se contabilizaron 4.600 denuncias de tortura y 10 muertes relacionadas con palizas recibidas en prisión. “La gente en Bielorrusia está aterrorizada, la situación es desmotivante y frustrante; pero también están enfadados, hartos y entienden que quienes quieren un cambio y un futuro mejor son la mayoría. La energía se sigue manteniendo online, el reto es llevar esa fuerza de nuevo a las calles, pero manteniendo su seguridad, esto es lo más complicado”, comenta Viacorka. Los trabajadores que se atrevieron a hacer huelga encubierta o simplemente no acudir a su puesto de trabajo, son intimidados y obligados a volver a su puesto. Esta misma semana un grupo de empresarios del sector privado denunciaron a través de redes sociales la distribución de listas con nombres emitidas por el gobierno para que no empleen a lo que ellos llaman “traidores de la patria”. La lista incluye trabajadores de los medios de comunicación, la cultura y el deporte. En el extranjero, la diáspora lleva semanas organizando movilizaciones frente a las embajadas bielorrusas, marchas y carreras. Los límites para los líderes despóticos siguen siendo, desde hace décadas, sus propios ciudadanos.