Madera de líder
António Costa, el carismático socialista portugués que admira a Churchill y Gorbachov
El primer ministro vuelve a ganar las elecciones y consigue mayoría absoluta
António Costa suma y sigue. El socialista incombustible que dio la vuelta a una derrota en 2015 y formó Gobierno en Portugal con un inédito pacto de izquierda suma este domingo otra conquista al vencer las elecciones pese al fracaso de su último gabinete a mitad de legislatura y de una desgastante pandemia.
Costa se jugaba todo este domingo, cuando consiguió una mayoría absoluta. Si en 2019, tras cuatro cómodos años con el apoyo de la “geringonça”, era el evidente favorito en las encuestas, esta vez los sondeos no dejaban claro que el socialista pudiese volver a vencer en las urnas.
Su círculo más próximo no dudaba de su audacia en tiempos difíciles, pero tras seis años de Gobierno, dos en pandemia, empezaba a sonar la palabra “cansancio”. Sin embargo Costa, que se estrenó en política con sólo 21 años, y que ya es uno de los rostros más carismáticos de la política lusa, ha sortear su enésima crisis.
Casado -su mujer le ha acompañado durante toda la campaña- y con dos hijos, el líder socialista, reconocido como trabajador incansable, pragmático y temperamental tiene un nuevo desafío por delante: conducir a Portugal en el camino de la recuperación tras la pandemia.
Político precoz
António Luís Santos da Costa(Lisboa, 1961) fue precoz en política. A los 14 años pegaba carteles del Partido Socialista en la calle y se decidió a estudiar Derecho para ser como Perry Mason. Hijo de un escritor comunista originario de la excolonia lusa de Goa (India) y de una periodista, Costa, bromean sus colaboradores, “bebió la política en la leche materna”.
Marcelo Rebelo de Sousa (derecha), hoy presidente de Portugal, fue su profesor en la universidad; se estrenó como abogado en el despacho del expresidente Jorge Sampaio y fue apadrinado por los grandes del socialismo portugués, desde António Guterres a Mário Soares o José Sócrates. En 1993, compilada por la alcaldía de Loures -en el cinturón rojo de Lisboa- y organizó una inverosímil carrera entre un burro y un Ferrari para denunciar los problemas de movilidad. Ganó el burro. Costa perdió, pero popularidad dentro y fuera del partido.
Las geringonças
Fue ministro con Guterres, pasó por Bruselas y volvió como número dos de Sócrates. Pero su “asalto a los cielos” comenzó en 2007. Recuperó el Ayuntamiento de Lisboa para los socialistas, aunque tuvo que pactar con la izquierda en una premonitoria “geringonça”, antes de que dos mayorías absolutas en la capital (2009 y 2013) catapultaran su liderazgo en el PS.
Sus adversarios le acusan precisamente de ser un hombre “de Lisboa”, centrado en la burocracia y desconectado del Portugal “real”. La experiencia le derivó, y mucho, en 2015, para cerrar la alianza con el Bloque de Izquierda y los comunistas en un Portugal ahogado por la crisis y la austeridad impuesta por la troika.
El “matrimonio” apareció poco. En 2019, Costa aceleró el “divorcio” tras una victoria agridulce que le dejó al borde de la mayoría absoluta.
¿Bruselas?
Costa ha sido todo, o casi todo, en política: concejal, secretario de Estado, ministro, portavoz parlamentario, vicepresidente del Parlamento europeo y primer ministro. Medios portugueses han llegado a bautizarle como el político “Duracell”, en alusión a las baterías que, según la publicidad, “duran, duran y duran”.
Antes de que se quebrara la legislatura, Costa tenía otros planes. Los rumores le ubicaban en Bruselas en un par de años. Ahora, asegura que “no dar la espalda” a sus electores. Admirador del británico Winston Churchill y del ruso Mijaíl Gorbachov e hincha del Benfica, al líder socialista solo le falta un cargo en su currículum: la Presidencia portuguesa.
¿Se ve como presidente? Le preguntaron en una entrevista reciente. “No, tengo la certeza de que es un cargo que nunca ejerceré”.
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