Frente común
Putin y Xi, unidos contra la ampliación de la OTAN
Ambos mandatarios «sincronizan relojes» sobre Ucrania y Taiwán. China anuncia que comprará gas a Rusia
Enzarzado en un tira y afloja con Occidente por la crisis ucraniana, Vladimir Putin ha aterrizado en Pekín en busca del respaldo de su «querido amigo» Xi Jinping, con el fin de reforzar los lazos con el gigante asiático: una «asociación estratégica» que se acerca cada vez más a una cuasi-alianza y que promete rediseñar el equilibrio geopolítico mundial. El oso ruso y el dragón chino cierran filas con un objetivo común, un nuevo orden internacional «más justo» en el que ellos marquen la pauta.
Xi recibió a Putin y una delegación de 500 personas en la Casa de Huéspedes del Estado de Diaoyutai, justo al comienzo del Año Nuevo del Tigre. Se trata del primer encuentro cara a cara entre los mandatarios desde el estallido de la pandemia a finales de 2019. El líder comunista chino lleva dos años sin reunirse en persona con ningún dirigente de otra gran potencia, no ha salido del país y no asistió a la cumbre de potencias económicas (G-20) celebrada en octubre en Roma.
Tras la 38ª reunión entre ambos líderes desde 2013, firmaron una declaración conjunta en la que exigen a Occidente que «abandone los planteamientos concebidos en la Guerra Fría». En la nota difundida por el Kremlin, pidieron a la OTAN que descartara su expansión en Europa del Este, denunciaron la formación de bloques de seguridad en la región de Asia-Pacífico y criticaron el pacto de seguridad trilateral AUKUS entre EE UU, Reino Unido y Australia.
En un guiño a los intereses rusos en Ucrania, China aseguró que «entiende y apoya las propuestas presentadas por la Federación Rusa sobre la formación de garantías de seguridad jurídicamente vinculantes a largo plazo en Europa». El Partido Comunista Chino enfatizó por primera vez que está comprometido con una solución pacífica a la crisis ucraniana, pero apoya a Rusia, quiere que se salvaguarden los intereses de seguridad rusos y rechaza la expansión de bloques militares como la OTAN. «Estamos dispuestos a trabajar con Rusia para profundizar la larga amistad y la coordinación estratégica integral entre ambos países», dijo Wang Yi. China quiere «defender la equidad y la justicia internacionales».
Moscú busca apoyo después de que su despliegue de 100.000 soldados cerca de su frontera con Ucrania hiciera que los países occidentales advirtieran de una invasión y amenazaran con «graves consecuencias» en respuesta a cualquier ataque ruso. Hasta la semana pasada, China apenas se había pronunciado sobre la situación en Ucrania, más allá de observaciones superficiales en las que llamaba al «diálogo y la consulta». Pero cuando el ministro de Exteriores, Wang Yi, habló con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, el 27 de enero, este aseveró que debían abordarse las «legítimas preocupaciones de seguridad» de Rusia, lo que supuso el primer indicio claro de que Pekín podría, al menos, dar cobertura diplomática a Moscú en caso de un nuevo conflicto.
Esto no quiere decir que China vea con buenos ojos una invasión rusa de Ucrania. Pekín mantiene buenas relaciones con Kiev y el año pasado firmó un acuerdo para construir carreteras, puentes y proyectos ferroviarios en Ucrania. Pero con Xi y Putin cada vez más alineados en su oposición a EE UU, es difícil ver al líder chino haciendo otra cosa que no sea ofrecer un sólido apoyo político y económico a Moscú y, si fuera necesario, bloquear una acción significativa en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Compra de gas
En cuanto a la cooperación en proyectos energéticos, Putin aseguró a China más suministros de gas a través de un nuevo acuerdo que asegure a China 10.000 millones de metros cúbicos de gas al año en el futuro. Las dos potencias están decididas a actuar conjuntamente en todas las agendas importantes para la cooperación internacional y la paz mundial. Manteniendo el principio de no injerencia en los asuntos internos de otro país, el país asiático ha dejado claro de que lado está en la actual crisis que involucra a EE UU, la OTAN, Ucrania y Rusia. La diplomacia china ha advertido que es necesario que Washington, las demás potencias occidentales y la Alianza Atlántica tengan en cuenta las preocupaciones de Rusia.
Los gigantes se mostraron unidos en sus esfuerzos por lograr un «multilateralismo genuino» y el surgimiento de un sistema internacional multipolar, basado en el derecho internacional, en el papel rector de la ONU y en la plena aplicación del principio de resolver los conflictos entre naciones a través de canales políticos específicos.
Asimismo, expresaron su preocupación por «el avance de los planes de EE UU para desarrollar una defensa antimisiles global y desplegar sus elementos en varias regiones del mundo, junto con la creación de capacidad de armas no nucleares de alta precisión para ataques de desarme y otros objetivos estratégicos».
Por su lado, Moscú mostró su apoyo a la postura de Pekín sobre Taiwán y su oposición a la independencia de la isla en cualquiera de sus formas «apoyando el principio de una sola China, que confirma que esta es una parte inalienable del país». Previo al encuentro entre el presidente ruso y el jefe de Estado y líder del Partido Comunista Chino, los ministros de Exteriores destacaron la voluntad de estrechar la cooperación, especialmente en materias como el conflicto de Ucrania, Afganistán o Corea del Norte.
La presencia del mandatario ruso le convierte en el invitado de más alto nivel de los Juegos de Pekín, tras la decisión de EE UU, Reino Unido y otras naciones occidentales de enviar funcionarios en protesta por los abusos de derechos de China y su trato a los uigures y otras minorías musulmanas.
En los últimos años, China y Rusia han alineado cada vez más sus políticas exteriores para contrarrestar el dominio de Washington en el orden económico y político internacional. Ambos se han enfrentado a sanciones: China por sus abusos contra las minorías, especialmente los musulmanes uigures en Xinjiang, y por su represión del movimiento prodemocrático en Hong Kong, y Rusia por la anexión de la península ucraniana de Crimea en 2014 y por el envenenamiento y encarcelamiento del líder de la oposición Alexei Navalny.
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