Opinión

Cinco causas con las que revitalizar al centroderecha en Europa

El centroderecha ha ido perdiendo elecciones y gobiernos en los principales países de la UE

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La primera ronda de las elecciones presidenciales en Francia ha supuesto un nuevo golpe para el centroderecha en Europa, el espacio político que ha ganado las elecciones al Parlamento Europeo de forma ininterrumpida desde 1999. La candidata de Los Republicanos, la formación del Partido Popular Europeo (PPE) en Francia, se ha hecho con un mísero 4,8% del voto, reflejo de un espacio electoral menguante desde hace un lustro.

Sondeos presidenciales Francia 2022
Sondeos presidenciales Francia 2022Teresa Gallardo

Un espacio político que hace una década lideró la gestión de la crisis financiera en Europa, con Merkel en Alemania, Sarkozy en Francia, Cameron en Reino Unido o Rajoy en España. Sus recetas de austeridad, impuestas en la Unión Europea, empujaron a los países a acometer reformas duras pero necesarias, que fueron cruciales para combatir la crisis de la deuda, garantizar la supervivencia del euro y volver a generar empleo.

Sin embargo, gradualmente, el centroderecha ha ido perdiendo elecciones y gobiernos en los principales países de la UE, sufriendo duras derrotas en Alemania, Francia, España, Polonia, Italia o Portugal. En el Parlamento Europeo, el PPE ha pasado del 36% del voto en 2009 al 21% en 2019.

¿A qué se debe esta caída? Hay quien resaltará que la política es cíclica y que los altibajos son naturales y esperables. Siendo esto cierto, algunos analistas apuntan a otra explicación: en los últimos años la izquierda ha sido más eficaz renovando su ideario. Señalan que las propuestas más sonoras han venido en su mayoría de la izquierda, como el Pacto Verde, el ingreso mínimo vital, el control del precio de los alquileres o las subidas del salario mínimo. A menudo, estas políticas, aunque discutibles en el fondo, han funcionado bien electoralmente. En el otro lado del espectro político, la derecha populista ha monopolizado el potente mensaje anti-inmigración e identitario, mientras que el centroderecha se ha quedado atrás, reaccionando a los movimientos de los adversarios e intentando contenerlos con las mismas recetas que ofrecía hace una década.

Para recuperar el terreno perdido, el centroderecha europeo debe reactivar su maquinaria ideológica y diseñar nuevos marcos políticamente ganadores. Así pues, las siguientes cinco causas podrían servir como un buen punto de partida para reconquistar a los electorados europeos, incluyendo el español.

1. Impulsar las políticas de natalidad

Ante el invierno demográfico que se avecina en las próximas décadas en España y el resto de Europa, urgen soluciones que no podrán aplazarse indefinidamente. La tasa media de fertilidad en la UE es de 1,53 nacimientos por mujer, significativamente por debajo de la tasa de reemplazo de la población, que es de 2,1. En España la situación es aún más drástica, con una tasa de 1,23. El consiguiente envejecimiento de la población someterá a los Estados de bienestar europeos a una presión creciente, hasta que los gobiernos se vean obligados a aplicar medidas impopulares como la ampliación de la edad de jubilación o recortes en las pensiones.

Frente a este desafío, la promoción de la natalidad debe ser un filón para el centroderecha, plenamente compatible con sus principios de defensa de las familias y la sostenibilidad de los servicios públicos. Ya sea mediante ayudas directas a las familias, cheques guardería, incremento de los permisos parentales, la ampliación del horario escolar o el fomento de la flexibilidad laboral, el centroderecha debe representar la causa del crecimiento demográfico. Las encuestas realizadas indican que la mayoría de las mujeres europeas desearían tener más hijos. Los partidos que faciliten esa elección serán recompensados en las urnas.

2. Construir la defensa común europea

El debate sobre una defensa común europea lleva varios años en el foro público, especialmente desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca y presionó a los países europeos para que aumentaran su gasto militar, mientras reducía la presencia de tropas estadounidenses en Europa. Ahora, tras la invasión criminal de Putin en Ucrania, retorna ya indiscutiblemente el peso de la historia y con ella, los ejércitos a nuestro continente.

Ante una izquierda dubitativa en todo lo que suene a gasto militar y OTAN, y una derecha populista que en algunos países flirtea con Putin, el centroderecha es la fuerza natural para liderar la nueva Europa de la defensa. Los partidos del Partido Popular Europeo deben convertirse, como ya lo fueron durante la Guerra Fría, en los garantes de la seguridad de los europeos y los promotores de una UE decidida a ser superpotencia mundial. Fueron los ciudadanos de Europa y no sus dirigentes los que primero reaccionaron al heroísmo del pueblo ucraniano, saliendo a las calles para exigir a sus timoratos gobiernos que asistieran a Zelenski. Ese nuevo ímpetu merece una respuesta política.

3. Recuperar la energía nuclear

La invasión rusa también ha expuesto las vergüenzas de la política energética europea en general y la alemana en particular. La extrema dependencia del gas ruso, especialmente en países como Alemania, Austria o Italia, sumado a un rechazo de la energía nuclear, ejemplificado por Merkel en 2011 cuando anunció que Alemania eliminaría progresivamente las centrales nucleares, han limitado considerablemente la capacidad de respuesta europea ante la agresión de Putin.

Con este aciago panorama en lo energético, y siendo insuficientes las renovables por sí mismas como alternativa, la energía nuclear vuelve a ser atractiva, como reconoció recientemente la Comisión Europea. Francia, que ha sido mucho más astuta (o responsable…), ya genera el 71% de su electricidad con energía nuclear. Las encuestas muestran que los franceses apoyan claramente su uso, mientras que el resto de europeos, aunque generalmente conscientes de sus riesgos, también están cada vez más convencidos de las oportunidades que ofrece. Máxime con los precios de la energía por las nubes.

Ante una izquierda que tiene estigmatizada la nuclear, el centroderecha tiene a su alcance ofrecer una propuesta fuerte y realista en materia energética. Más todavía cuando la promoción de la energía nuclear no es solo una apuesta energética y económica, sino también geopolítica y climática.

4. Poner orden en las grandes tecnológicas y las redes sociales

El revolucionario ascenso de internet y las redes sociales en la última década y media ha transformado la vida cotidiana y las relaciones sociales y políticas entre los ciudadanos. Sin embargo, no ha sido hasta hace poco que la opinión pública ha tomado conciencia de algunos de los retos que las redes plantean: desinformación, discursos de odio, vulneración de la privacidad, posibles monopolios, censura ideológica y, sobre todo, demasiado poder concentrado en manos de unas pocas corporaciones.

Mientras que la Unión Europea ya ha realizado algunos pasos hacia la regulación de la vida digital, en los próximos años se presentarán retos de enorme magnitud, como el posible ‘metaverso’ que Facebook planea desarrollar. En ese contexto, los ciudadanos esperarán que sus respectivos gobiernos protejan sus derechos individuales, cada vez más expuestos en manos de los gigantes tecnológicos. Hay un claro argumento de centroderecha liberal para hacerlo: aunque la sobreregulación del sector privado no es sobre el papel una receta del centroderecha —ni debe serlo—, defender el derecho a la privacidad de los ciudadanos, la protección de datos y la autonomía individual frente a poderosísimas corporaciones sí lo es. Y también lo es garantizar el buen funcionamiento de los mercados, acabar con los monopolios y reducir las barreras de entrada. Propósitos perfectamente adoptables por el centroderecha europeo, que respondería así a la creciente desconfianza de los ciudadanos hacia las grandes tecnológicas.

5. Promover la formación profesional

Por último, el centroderecha debe afrontar la lacra del desempleo juvenil, problema acuciante en el sur de Europa y dramático en España. Esto, unido a la preocupación por el coste de la vida y el acceso a la vivienda, convierte en una absoluta prioridad promover la entrada de los jóvenes en el mercado laboral.

A tal efecto, la formación profesional ha demostrado ser una valiosa herramienta para reducir el desempleo juvenil, y los países con sólidos programas de formación profesional, como Finlandia, Alemania, Austria, Suiza o Países Bajos, han logrado mejores resultados que otros. Con una ascendente demanda por las competencias técnicas, el mercado laboral no se beneficia de tener universidades repletas de jóvenes estudiando Ciencias Políticas o Periodismo —los graduados en humanidades y ciencias sociales tienen los peores índices de empleabilidad— durante cuatro años. Abanderar una formación profesional eficaz, luchando contra cualquier estigma social que esta pudiera tener y fomentando las habilidades técnicas que requiere el mercado laboral, acercaría de nuevo al Partido Popular Europeo a los votantes jóvenes. Y con ellos, a la conquista del futuro.

*Licenciado en Políticas Públicas por la Universidad de Michigan. Consultor de Asuntos Públicos