Meghan

Una furtiva lágrima en el armisticio de los Windsor

El primogénito de los príncipes de Gales tuvo que ser consolado por Sofía de Wessex

Kate, princesa de Gales, de izquierda a derecha, la princesa Carlota, limpiando su ojo, el príncipe Jorge, Camila, la reina consorte y Meghan, duquesa de Sussex, también con una lágrima
Kate, princesa de Gales, de izquierda a derecha, la princesa Carlota, limpiando su ojo, el príncipe Jorge, Camila, la reina consorte y Meghan, duquesa de Sussex, también con una lágrimaMartin MeissnerAgencia AP

La celebración del Funeral de Estado por el fallecimiento de Isabel II, el pasado 8 de septiembre, a los 96 años, fue ayer un hecho histórico, no solo por la presencia de más de 2.000 invitados en la Abadía de Westminster, sino por la imagen de unión, y dolor, que ofrecieron los Windsor. La llegada del rey Carlos III, seguido de sus hijos, el príncipe de Gales y Enrique, así como de sus hermanos, la princesa Ana, el duque de York y el príncipe Eduardo para acompañar al cortejo fúnebre, daba paso a la aparición de las mujeres de la familia real. Encabezadas por la reina consorte, Camila, y de la princesa de Gales, Catalina, llegaban sus hijos, el príncipe Jorge y la princesa Carlota. Se trataba del primer acto oficial de relevancia al que acudían los pequeños, de 9 y 7 años, respectivamente. Lo hacían de riguroso negro, como marca el protocolo, y sin perderse un detalle de todo lo que ante ellos acontecía.

En un momento de la ceremonia, el primogénito de los príncipes de Gales necesitó el consuelo de su tía, Sofía de Wessex, que cariñosamente le agarró por los hombros. Su hermana se emocionaba también al verle. Una reacción lógica, ya que no solo despedían a la reina, sino también a su bisabuela.

La presencia de los pequeños ha sido valorada positivamente por los británicos al considerarlo un acierto tras los cambios que se han producido en la línea sucesoria con la muerte de la monarca. Faltaba Louis, de 4 años, a quien, según palabras de su madre, le estaba costando asimilar la pérdida de «Gan Gan», como cariñosamente llamaban los pequeños a su bisabuela.

Tras ellos hacían su entrada, Meghan, la duquesa de Sussex –que tampoco pudo contener la emoción al volver al templo en el que se casó con el príncipe Enrique–, Sofía de Wessex y las princesas Eugenia y Beatriz de York, hijas del príncipe Andrés de Inglaterra y de Sarah Ferguson, que lo hacían acompañadas por sus maridos, Jack Brooksbank y Edoardo Mapelli Mozzi, respectivamente. También de riguroso luto y muy afectada accedía al templo Zara Tindall, hija de la princesa Ana, y su esposo, Mike Tindall.

Los hijos de Camila, invitados

No quisieron perderse tampoco el último adiós a Isabel II los hijos de Camila, Tom Parker Bowles y Laura Lopes, que, junto a sus respectivos hijos, hacían su entrada en la Abadía de Westminster para no solo despedir a la reina, sino también para ver a su madre, la nueva reina consorte, ocupar su lugar junto a Carlos III. No es la primera vez que los Parker Bowles participan en un acto familiar. También lo hicieron durante algunas de las fiestas privadas celebradas en los jardines del Palacio de Buckingham, así como en la boda de la princesa Beatriz y Edoardo Mapellli. Pero la que sin duda fue la invitada menos esperada de la jornada fue Sarah Ferguson.

La ex esposa de Andrés mantuvo siempre una relación estrecha y cordial con la reina. Era ella la que pasaba largas temporadas con la soberana en Balmoral cuando su ex esposo no podía estar con ella. La reina y la que durante muchos años fue conocida como «Fergie» se mostraron siempre unidas, especialmente en los momentos más duros, como fue el fallecimiento del príncipe Felipe de Edimburgo, con quien Ferguson no mantenía una buena relación. Prueba de ello fue que no asistió a su funeral ni tampoco a la Misa de Acción de Gracias que en su honor se celebró en la Abadía de Westminster durante las celebraciones del Jubileo de Platino de Isabel II, el pasado mes de junio.