Opinión

América Latina relativiza la defensa de la democracia

Es una mala noticia que el presidente Lula haya intentado "lavar la cara" al dictador venezolano

Brazilian President Luiz Inacio Lula da Silva, right, and Venezuela's President Nicolas Maduro walk to their bilateral meeting at Planalto palace in Brasilia, Brazil, Monday, May 29, 2023.
El presidente Lula junto al presidente venezolano, Nicolás Maduro, en BrasiliaGustavo MorenoAgencia AP

La última cumbre de presidentes de América Latina celebrada en Brasil arroja un saldo negativo para la salud democrática de Latinoamérica. Luiz Inacio Lula da Silva, actual presidente del país anfitrión intentó por activa y por pasiva «lavar la cara» del dictador venezolano, Nicolás Maduro. Lamentable noticia que el primer mandatario de una potencia como la que preside, más allá de su tendencia ideológica, relativice la opresión que reina en Venezuela.

Acompañante de esa triste orquesta, y ciertamente con una participación más disimulada, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, elige el silencio; un gesto tan reprobable como aquel que defiende lo indefendible. Podría comprenderse la compleja relación del país cafetero con su vecino, Venezuela; la complicada frontera, la seguridad, el narcotráfico, entre otros. Temas álgidos que podrían obligar a un presidente colombiano a mantenerse al margen de juicios sobre valores como la democracia en su hermano siamés. Sin embargo, la sensación que deja la pasividad de Petro sugiere que lejos está en colaborar con la restauración de un régimen de libertades en el país caribeño.

Además del discurso contundente del presidente liberal de Uruguay, Luis Lacalle Pou, en contra de la dictadura venezolana, la mejor noticia nos la dio el presidente chileno de izquierdas, Gabriel Boric, quien situado en las antípodas de la derecha, advirtió una vez más que la defensa de los derechos humanos puede cargarse con tintes ideológicos. En otras palabras, la persecución política es un fenómeno que debe ser condenada sin tapujos ni tibiezas.

Con el camino de la negociación política cerrado, por lo menos en el corto plazo, Maduro gana una batalla en el continente y sigue haciendo méritos para -a través de los peores modos- seguir en el poder