Narcotráfico
Asesinan a tiros a la directora de la cárcel más grande de Ecuador
María Daniela Icaza se encontraba en el interior de un vehículo a unos tres kilómetros de la misma prisión que dirige. No llevaba ni chaleco antibalas, ni custodia policial ni auto blindado
«Se va cumpliendo con el Estado y con honor. Aún nadie nos ha llamado, siquiera a decirme ‘lo siento’ por parte del Gobierno», dijo Víctor Andrés Icaza al salir de la morgue a recoger los restos de su hermana María Daniela Icaza, la directora encargada de la cárcel más grande y peligrosa del Ecuador que murió en funciones tras un ataque desatado por las organizaciones criminales que han tomado por asalto la ciudad de Guayaquil. Dirigía una cárcel hacinada con 6.000 individuos, la mayoría secuestradores, sicarios, ladrones a mano armada y cabecillas de las bandas internacionales más temibles. Ahí los delincuentes encerrados son tan peligrosos como los que perpetran sus crímenes en libertad y a cualquier hora del día.
Icaza, que no había cumplido los 40 años, llevaba 10 como funcionaria penitenciaria y de niña había sido líder de su grupo de boys scout. Se le había encargado esa cárcel desde unos meses atrás. No llevaba ni chaleco antibalas ni custodia policial y menos se trasladaba en auto blindado, dentro del cual sufrió el atentado, cuando sujetos encapuchados le dispararon a quemarropa e hirieron a su acompañante. Ello a pesar de que solo nueve días antes otra autoridad máxima de una prisión había sido asesinada en similares circunstancias: Álex Guevara, director de la Cárcel de Lago Agrio, de la amazónica provincia de Sucumbios, en la frontera con Colombia. Y dos semanas atrás otras dos agentes penitenciarias también habían ido asesinadas en ese país.
Una gran contradicción del Gobierno del presidente Daniel Noboa que empezó a militarizar las cárceles, pero ha dejado a los directores de esas mismas prisiones abandonados a su suerte como carne de cañón. Una prueba de la inseguridad criminal que se vive en Ecuador es que dos periodistas y dos analistas consultados para esta nota prefieren guardar el anonimato. Todos temen represalias frente a la escalada de violencia desatada en ese país
Y es que Guayaquil, la ciudad costera más grande del Ecuador, se ha convertido también en la más peligrosa. Sus puertos actúan como centro de operaciones del contrabando de droga. Ahí los sicarios matan o secuestran a policías casi a diario, los presos más temibles desaparecen como por arte de magia sin dejar rastro, otros amanecen decapitados dentro de sus celdas, los niños de las zonas fronterizas llegan llorando a sus escuelas porque las balas perdidas matan a sus mascotas. Y en medio de todo el caos, los custodios de las cárceles son blanco del feroz ataque de las bandas criminales.
La Penitencia del Litoral, denominada oficialmente como Centro de Privación de Libertad Masculino Guayas Número 1, es la más grande de las cinco cárceles que componen el complejo penitenciario de Guayaquil, en el que están recluidos aproximadamente 12.000 presos. De ellos, más de 6.000 se encuentran en la Penitenciaría del Litoral que ahora se quedó sin directora y que entre 2021 y 2023 fue escenario de rebeliones y cruentas matanzas entre prisioneros en medio de enfrentamientos de bandas criminales que se disputaban el control interno. Esta situación violenta dentro de las cárceles ni siquiera ha podido ser desterrada por la militarización de esos centros ordenada por el presidente Noboa, a comienzos de año, en el marco del estado de excepción y «conflicto armado interno» declarado por el gobernante. La violencia criminal ha llevado a Ecuador a ser el país de Latinoamérica con la más alta tasa de homicidios: 47,2 por cada 100.000 habitantes, en 2023. Un promedio de 21 asesinatos al día.
«La violencia está focalizada especialmente en las provincias de la Costa y un poco en el norte de la Amazonía por una razón: la droga ingresa desde Colombia por Esmeraldas (Costa) y Sucumbíos (Amazonía) y tiene su punto de salida por los puertos de Guayaquil, El Oro, Manta y Esmeraldas, además de las playas de la provincia de Manabí. Entonces las bandas necesitan ‘corredores’ para el transporte y almacenamiento de droga. Ahí radica la violencia ya que las bandas locales se disputan esos espacios para darles servicio de logística y distribución a los cárteles de México y Albania que operan acá», explica un analista desde el anonimato.
«El Gobierno militarizó las cárceles y trabaja por tener el control, pero el poder de las bandas criminales es tal que todavía tienen el poder de dar golpes adentro y afuera. En el caso de la directora encargada no tenía custodia ni auto blindado, se movía con un conductor que la llevaba de la casa al trabajo», añade.
Según fuentes consultadas, este tipo de asesinatos contra custodios de cárceles se dan, por lo general, porque guardias de prisión o directivos penitenciarios se niegan a los pedidos de estos grupos delictivos, que van desde el ingreso de familiares para que visiten a los capos capturados o porque no les dejan entrar armas. Hasta donde se sabía, Icaza no había denunciado amenazas de muerte en su contra. No hacía falta. Los sicarios y las bandas criminales atacan sin previo aviso. Además de directores de cárceles, la salvaje ola de asesinatos en Ecuador se ha llevado por delante la vida de otros funcionarios de cárceles, así como autoridades municipales, entre ellos, varios alcaldes, además del candidato presidencial Fernando Villavicencio.
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