Máxima tensión
Los Balcanes vuelven a rugir
Las tensiones entre Serbia y Kosovo amenazan la paz y retrasan los procesos de adhesión. Los conflictos abren la puerta a incrementar la influencia de Rusia en la región
«En el caso de Kosovo defendíamos el lema ‘status with standards’ que significaba que no reconoceríamos la independencia del país sin que se cumplieran una serie de condiciones. Era lo que se había prometido a Rusia, pero EE UU no lo hizo», se lamentaba hace unos años un alto cargo diplomático, testigo de las negociaciones entre pasillos que llevaron a que Kosovo, la región Serbia de mayoría de población albanesa, declarase su independencia de manera unilateral en el año 2008 gracias al apoyo de Washington y a gran parte del club comunitario. Hoy, el territorio no es reconocido como Estado por cinco países europeos, entre ellos España.
Ese mismo año, la OTAN abrió la puerta, en una cumbre en Bucarest (Rumanía), a que Ucrania formara parte de la organización militar, si bien este gesto simbólico no vino acompañado de un calendario preciso. No había sido una decisión fácil. Mientras EE UU presionaba para la entrada de la antigua república soviética, Francia y Alemania no lo veían claro, ante el temor de desencadenar la ira de Rusia. Debido a esta división en el seno de la Alianza que sigue vigente hoy, el país quedó sumido en una especie de limbo, sin quedar protegido por la cláusula de defensa colectiva de la Alianza.
El 17 de febrero de 2023 se cumplió el 15 aniversario de la independencia de Kosovo y el 24 de febrero de 2022, las tropas de Vladimir Putin invadieron Ucrania. Mientras Moscú masacra a la población civil ucraniana, vuelven a sonar tambores de guerra en los Balcanes y nadie duda de que Putin pueda sacar tajada de un nuevo conflicto entre Serbia y Kosovo mientras los misiles siguen cayendo sobre Kyiv.
Belgrado y Pristina se enfrentan a una nueva crisis que ha puesto en alerta a la diplomacia comunitaria y estadounidense. A pesar de que la mayoría de la población kosovar es de etnia albanesa, en el norte del país se concentra la minoría serbia que se siente discriminada por las autoridades kosovares y que demandan más autonomía para sus municipios. Una cuestión que quedó sin resolver antes de la declaración de independencia y que ha impedido que Serbia y Kosovo normalizasen sus relaciones y pudieran entrar en la UE.
Las tensiones han sido in crescendo esta semana desde que los alcaldes de etnia albanesa tomaran posesión de sus cargos la semana pasada en municipios del norte, escoltados por la Policía kosovar. Cientos de serbios se habían manifestado para exigir la retirada de los Ayuntamientos de los nuevos regidores de la mayoría albanesa y que fueron elegidos en unos comicios celebrados en abril y que fueron boicoteados por los serbios. Debido a esta situación, la participación fue apenas del 3%, lo que ha contribuido aún más a que, para los serbios, estas elecciones carecieran de legitimidad. Las tensiones comenzaron el pasado viernes e hicieron que la Policía kosovar acabara entrando en algunos ayuntamientos para recuperar la calma. Esto también desencadenó que, desde la semana pasada, Serbia pusiera a su Ejército en estado de alarma e incluso acercara soldados a la frontera. Los serbios acabaron enfrentándose a las fuerzas internacionales de mantenimiento de paz de la OTAN, KFOR, e incluso hirieron a 30 soldados aliados. La OTAN ha anunciado el envío de 700 soldados suplementarios para garantizar la seguridad.
Ante las presiones, el primer ministro de Kosovo, Albin Kurti, exigió el viernes el fin de las protestas de los serbios como condición para repetir los comicios en los cuatro municipios donde ese grupo es mayoría. «La retirada de las bandas violentas de los edificios municipales y la plena aplicación del Acuerdo B (de Bruselas) es el camino hacia la desescalada, hasta que se celebren nuevas elecciones», indicó Kurti.
Las tensiones entre Serbia y Kosovo retrasan el proceso de adhesión de los dos territorios a la UE y abren la puerta a que otras potencias como China y Rusia –que no reconocen a Kosovo como Estado- puedan sacar tajada de situación y aumentar su presencia en la zona. Serbia siempre ha considerado al Kremlin como su protector, a pesar de su acercamiento a la UE, y de hecho se ha negado a secundar las sanciones europeas contra Moscú por la invasión de Ucrania. En esta nueva crisis, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha salido al apoyo de Serbia. “Creemos que todos los derechos e interés legítimos de los serbokosovares deben ser garantizados y respetados”, ha declarado ante los medios.
Aunque EE UU es el principal impulsor del reconocimiento de Kosovo como Estado, en los últimos días Washington se ha mostrado crítico con el comportamiento de las fuerzas del orden kosovar y ha pedido a Pristina que los alcaldes ejerzan su cargo en instalaciones alternativas y la retirada de la Policía especial. “Lo más importante es que las partes rebajen la tensión, dejen de emprender acciones unilaterales y vuelvan al diálogo dirigido por la UE”, pidió este jueves el secretario de Estado, Antony Blinken.
Bruselas también intenta erigirse como un árbitro neutral y no mostrar favoritismos. La UE no puede permitirse que Belgrado caiga de manera irremediable bajo la influencia rusa. Tras reunirse este jueves con las dos partes en los márgenes de la reunión en Moldavia de la Comunidad Política Europea, el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente francés Emmanuel Macron han pedido la repetición de elecciones en los cuatro municipios al norte del país con la participación de los serbios. Las dos partes han prometido considerar esta propuesta y dar una respuesta clara la semana que viene.
De solucionar este crisis depende que los Balcanes no vuelvan a entrar en erupción y el reparto de las zonas de influencia mundial entre Occidente por un lado China y Rusia por el otro.
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