Gaza y el mar Rojo
El conflicto en Oriente Medio podría perjudicar a Biden en el inicio de la campaña electoral
El apoyo inicial sin fisuras del presidente a que Israel se defendiera del atentado de Hamás sigue costándole apoyos en el ala izquierda del Partido Demócrata
En contra de la voluntad de Joe Biden, que trata de calmar el conflicto en Oriente Medio, la guerra en ese lado del mundo se intensifica cada vez más en un momento de máxima importancia política en Estados Unidos. El apoyo inicial sin fisuras del presidente a que Israel se defendiera de un ataque le está costando el apoyo de los miembros del ala liberal del Partido Demócrata. Pero situarse en el lado opuesto tampoco parece que pudiera ayudarle, ya que estaría renunciando al apoyo de los políticos más moderados y a un grupo de votantes bastante extenso, la población judía de Estados Unidos, que ronda los 7,6 millones de personas.
En las elecciones de 2020, los votantes judíos eligieron a Biden sobre Donald Trump por un margen del 77% frente al 21%, si el mandatario no arregla pronto la situación podría perder este voto crucial en las elecciones del 2024. También resulta preocupante el apoyo de otro grupo votantes que fue clave para el demócrata las pasadas elecciones, como son los jóvenes. Según Gallup, «los millenials ahora están divididos equitativamente: el 42% simpatiza con los palestinos y el 40% con los israelíes».
No parece que su sutil retórica pidiendo ahora que se respeten las vidas de civiles en Gaza esté sirviendo de mucho dentro de sus propias filas. Según una encuesta de Gallup el pasado 26 de octubre, «el índice de aprobación del trabajo del mandatario entre los demócratas había caído un 11%», y el apoyo entre los independientes un 4%. Además, otra encuesta llevada a cabo por The New York Times/Siena College publicada en diciembre apuntó a que un 57% de los encuestados no aprueban la gestión del conflicto que está haciendo Biden.
Con los republicanos acechándole y poniendo en duda sus habilidades de liderazgo global y política exterior en otras cosas por su avanzada edad –el presidente cumplió 81 años el pasado noviembre–, Biden se encuentran en un importante callejón sin salida en el que va a tener que elegir entre susto o muerte. La decisión tendrá que tomarla más pronto que tarde, porque el arranque oficial de la campaña electoral está a la vuelta de la esquina con los caucus de Iowa la noche del próximo lunes.
Cuando el conflicto en Oriente Próximo estalló el pasado 7 de octubre, el presidente estadounidense dijo que Hamás era «mal puro y sin adulterar» y dio su apoyo incondicional a Israel porque «como todas las naciones del mundo», dijo, «tiene derecho a responder, de hecho, tiene el deber de responder, a los ataques crueles». El mandatario estadounidense ha presionado al Congreso para que se aprobara un paquete de ayudas bastante importante para Israel y su representante ante las Naciones Unidas bloqueó una resolución del Consejo de Seguridad que exigía un alto el fuego inmediato en Gaza.
Sin embargo, a medida que ha ido creciendo la presión internacional y miles de personas han salido a las calles de las grandes ciudades a pedir clemencia por el pueblo de Gaza, Biden ha cambiado ligeramente su posición. En su discurso a la nación el 20 de octubre, aseguró que como «tantos otros estoy desconsolado con la trágica pérdida de vidas palestinas» y dijo que «no podemos ignorar la humanidad de los palestinos inocentes que solo quieren vivir en paz y tener una oportunidad». Fue entonces cuando reiteró su apoyo a una solución «de dos Estados».
Por si el tema no estuviera lo suficientemente tenso, Estados Unidos ha lanzado ya dos ataques contra objetivos de la milicia hutí en Yemen, y muchos creen que la ofensiva escalará aún más el conflicto en la región. Biden va a tener que volver a tomar decisiones importantes y seguramente poco populares. Eso sí, la Casa Blanca sigue manteniendo de momento su discurso pacífico. «No estamos interesados en una guerra contra los hutíes de Yemen, no estamos interesados en ningún tipo de conflicto. Queremos que cesen sus ataques», ha dicho el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE UU, John Kirby, especialmente con las tropas estadounidenses en la línea de fuego en Irak y Siria.
Sin embargo, en estos momentos, la credibilidad del poder estadounidense está en juego y ha sido imperativo restablecer alguna forma de disuasión. «Estos ataques selectivos son un mensaje claro de que EE UU y nuestros socios no tolerarán ataques contra nuestro personal ni permitirán que actores hostiles pongan en peligro la libertad de navegación en una de las rutas comerciales más críticas del mundo», ha dicho Biden en un comunicado.
No hay que olvidar que la decisión de estos ataques llega en un momento en que su secretario de Defensa, Lloyd Austin, se encontraba en el hospital tras complicaciones por una cirugía de cáncer de próstata de la que no había informado a Biden. Algunos han lanzado varias críticas contra la Administración asegurando que la decisión sin la participación de Austin había puesto en riesgo la seguridad nacional.
Biden no quiere perder adeptos, pero tampoco va a mostrar debilidad. Se mueve en una cuerda fina, a diferencia de Trump, el gran favorito de las encuestas en las primarias republicanas. Él es mucho más radical y su triunfo en las próximas elecciones podría ser un remedio peor que la enfermedad. El tono directo y provocador del exmandatario contra China, por ejemplo, podría obligar a los estados de Oriente Medio a elegir bando. La política del expresidente es muy similar a la idea que defiende Biden y su antecesor demócrata Barack Obama en cuanto a la presencia militar estadounidense en la región, las políticas antiterroristas, y el apoyo a los aliados regionales. En lo único que Trump se desmarca es en lo que respecta a Irán, que busca una contención diplomática con el país.
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