
Bombarderos B-2
Donald Trump ha hecho un encargo a la industria militar estadounidense: quiere más bombarderos B-2 para atemorizar a sus enemigos
La reciente operación de Estados Unidos contra el programa nuclear de Irán, en la que se emplearon siete bombarderos B-2, ha impulsado al presidente Trump a anunciar un nuevo encargo de 28 de estas aeronaves furtivas actualizadas

En una demostración de fuerza sin precedentes, el Pentágono desplegó el pasado mes de junio siete de sus diecinueve B-2 operativos en una sola misión. Bautizada como Operación Midnight Hammer, esta arriesgada incursión aérea en un entorno fuertemente defendido por el enemigo sirvió como una prueba de fuego para la flota de bombarderos furtivos de Estados Unidos, considerada la joya de su aviación estratégica de largo alcance.
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De hecho, el éxito de aquella operación, en la que se empleó más de un tercio de la flota disponible, ha supuesto un espaldarazo a la inversión en esta plataforma. Demostró de forma contundente no solo la vigencia tecnológica del bombardero B-2 Spirit, sino también su capacidad para penetrar y ejecutar ataques de precisión en los escenarios más complejos, validando así los planes de futuro de la Fuerza Aérea. Este enfoque en la vanguardia tecnológica no se limita solo a la aeronave, sino que también se extiende al factor humano, invirtiendo en nueva tecnología que ayuda a los pilotos estadounidenses a mantener su superioridad en combate.
Esta decisión se ha materializado ahora con el anuncio del presidente Donald Trump, quien ha confirmado el encargo de 28 nuevas aeronaves. Se tratará de una versión «actualizada» del icónico bombardero, reforzando así una capacidad militar que resultó clave en la misión contra el programa nuclear de Irán, según informa el medio Jpost. La medida supone una ampliación y modernización notables del arsenal estratégico estadounidense.
Una modernización con un claro mensaje geopolítico
Por ello, la adquisición de casi una treintena de unidades no puede interpretarse únicamente como una reposición de material militar. Es, sobre todo, una contundente declaración de intenciones en el tablero internacional, especialmente en un contexto de crecientes tensiones con potencias como Teherán. El mensaje de Washington a sus adversarios es inequívoco: está dispuesto a realizar las inversiones necesarias para asegurar su superioridad. Esta demostración de poder es una respuesta directa a los avances de competidores estratégicos, como el desarrollo por parte de China de un láser de alta potencia capaz de amenazar activos en órbita, lo que subraya la necesidad de mantener la superioridad tecnológica.
Asimismo, la apuesta por una versión modernizada del B-2 subraya la confianza de la Casa Blanca en esta plataforma para mantener el dominio aéreo durante las próximas décadas. Se espera que las mejoras se concentren en áreas críticas como la aviónica, los sistemas de guerra electrónica y la integración de armamento de última generación, garantizando que el bombardero siga siendo una herramienta disuasoria de primer orden. De hecho, entre el armamento más avanzado se contempla la integración de munición inteligente capaz de operar en enjambres, una capacidad revolucionaria para saturar las defensas más sofisticadas.
En definitiva, con este movimiento, Estados Unidos no solo refuerza su músculo aéreo, sino que envía una señal clara sobre su determinación para conservar su ventaja tecnológica y operativa frente a cualquier competidor. La renovación de la flota asegura que el B-2 continuará siendo un pilar de su estrategia defensiva durante muchos años.
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