Nagorno Karabaj
El drama de Nagorno Karabaj: «Un Estado le está arrebatando el derecho a existir a un pueblo»
La diáspora armenia en España se sume en la impotencia tras la disolución de la autoproclamada República de Artsaj y el éxodo de cerca de 100.000 armenios karabajíes por temor a la limpieza étnica
Muerte. Destrucción. Éxodo. La historia es cíclica en Nagorno Karabaj. Cada cierto tiempo la guerra muestra el peor de sus rostros en esta montañosa y olvidada región del Cáucaso. Un envalentonado Ilham Aliyev quebró la pasada semana la calma tensa que se había instalado en la zona. Lanzó el presidente azerí una «operación antiterrorista» en la autoproclamada República de Artsaj, un enclave independiente situado en territorio internacionalmente reconocido como parte de Azerbaiyán pero habitado históricamente por población de etnia armenia. Lo hizo con el respaldo de la Turquía de Recep Tayyip Erdogan y ante la pasividad de la Rusia de Vladimir Putin, que ha relegado a un segundo plano su influencia en el espacio postsoviético restante para concentrar todos sus esfuerzos en invadir Ucrania.
La superioridad económica, política y militar de Bakú hizo el resto. En las primeras 24 horas, un ufano Aliyev aparecía en la televisión nacional para anunciar la reconquista del territorio. El primer ministro armenio, Nikol Pashinián, evitaba intervenir. La República de Artsaj, un ente de Gobierno autónomo no reconocido, confirmaba tres décadas después su disolución. Era el anuncio que tres años antes se le había escapado al hombre fuerte de Azerbaiyán.
Las cerca de 12.000 personas que forman parte de la comunidad armenia en España siguen con impotencia lo que ocurre. Pero la información sale con cuentagotas. En mitad de la confusión, decenas de miles de armenios karabajíes cruzan el corredor de Lachin, el último hilo que conecta el Alto Karabaj con Armenia, que ha permanecido bloqueado por Bakú en los últimos 10 meses.
Escapan de la muerte. La amenaza de sufrir un nuevo genocidio es real. Así lo cree el argentino Luis Moreno Ocampo, primer fiscal jefe de la Corte Penal Internacional. Aliyev ha prometido que respetará sus derechos mientras controle el enclave, pero nadie toma en serio sus palabras. «Tenemos amigos en Artsaj, están sufriendo muchísimo y están muy confundidos. Tienen miedo», cuenta con desesperación a LA RAZÓN Ani Bayatyan, presidenta de la Asociación de Mujeres Armenias en Cataluña.
La abogada Emma Hakobyan, natural de Erevan asentada en Barcelona, reconoce a este periódico que la diáspora está «en una situación de bloqueo emocional absoluto». «Las imágenes que están circulando en redes sociales nos llevan a pensar que se está cometiendo un genocidio», advierte. «De hecho, lo que se está produciendo es una limpieza étnica. Azerbaiyán está haciendo desaparecer al pueblo armenio de las tierras que ha habitado».
¿Qué supone Nagorno Karabaj para ellas? Hakobyan responde: «Un baluarte de la supervivencia de Armenia». Habla ya en pasado de una República autónoma que dejará de existir a partir del 1 de enero de 2024: «Artsaj era una frontera que garantizaba la existencia del pueblo armenio, que nos protegía de cualquier tipo de aniquilación futura. La noticia de su disolución ha sido devastadora. Han fallecido muchísimas personas, muchísimos familiares, conocidos… hemos seguido desde pequeños estas historias… nos ha destrozado».
«Armenia quiere recibir a todos los refugiados, pero no sé si tiene tantos recursos como para acogerlos», explica por su parte Bayatyan. Las escenas de huida son demoledoras. Cientos de vehículos atascan las vías del corredor para dejar atrás sus hogares. «Me siento culpable», reconoce. «Yo vivo en España y mis paisanos sufren tanto… y yo no puedo hacer nada por mi país. Es cierto que hacemos donaciones, pero… no lo sé… esta sensación yo no la puedo explicar».
M.G., que no quiere revelar su identidad por temor a represalias, vive una experiencia similar: «A mí me duele mucho estar yo aquí tranquilo, con mi familia, en un país maravilloso, intentando llevar una vida normal y tener otra parte de mi familia sufriendo allí, en mi hogar, en el sitio donde nací. Es un desnivel muy extraño». Este empresario armenio residente en Madrid nació en 1985 en la ciudad karabají de Shushi, que cayó del lado azerbaiyano tras 44 días de combates en 2020. La Unión Soviética era todavía una realidad que frenaba los choques violentos. La mecha del conflicto prendería poco después de su desintegración.
«Mientras hablamos tengo familiares en el coche, atravesando Lachin. ¿Saldrán todos?», se pregunta. Más de la mitad ya lo ha hecho, cerca de 100.000 personas. «Ni siquiera lo sabremos porque [las tropas azeríes] están filtrando. Han montado controles y están revisando quién sale, imagino que no van a dejar que se vayan todos», apunta M.G. Precisamente el exministro principal de Artsaj, Rubén Vardanián, se quedó en el camino. El Servicio Estatal de Fronteras de Azerbaiyán capturó al oligarca armenio, próximo a Rusia, mientras intentaba abandonar el enclave.
No será el último dirigente karabají detenido. Pero el empresario pone el foco en los que ni siquiera van a intentarlo: «Algunos van a querer quedarse. No están dispuestos a rendirse, y me da mucha pena por ellos, porque están luchando por algo que era suyo de verdad, pero en vano. Han entregado sus vidas por una causa en vano», lamenta.
El ambiente en Nagorno Karabaj en la antesala de la operación militar azerí era tenso. «Había mucha incertidumbre. Y miedo, claro. Mucho miedo. El pueblo armenio en Artsaj no sabía qué iba a pasar, esperaban una resolución por otros medios, con negociaciones» entre Bakú y las autoridades armenias independientes radicadas en Stepanakert. Pero Aliyev dio la orden. «¿Miedo a que se produzcan nuevas matanzas? Te digo más: se han producido ya. En los pueblos pequeños han entrado en casas y han matado a mujeres, niños y ancianos. De eso no se habla», denuncia M.G. Hay más de 200 muertos, la mayoría civiles. «Tiene que haber una respuesta, pero nadie va a responder», sentencia.
Sobre las manifestaciones en Erevan contra Pashinián, Bayatyan opina que su decisión de no intervenir en defensa de los armenios de Artsaj es acertada. «En este momento, Armenia no puede entrar en la guerra con Azerbaiyán. No tenemos tantos recursos, sólo podemos ayudar a la gente de Nagorno Karabaj. Algunos aprovechan esta situación y por eso se manifiestan», explica. Y, aunque deja claro que no comparte todas las posiciones del primer ministro, pide coherencia: «No podemos hacer nada en contra del Gobierno».
Hakobyan entiende que la decisión viene motivada por la falta de apoyos internacionales: «Si Erdogan y Aliyev van a atacarnos, ¿quién va a proteger a Armenia? Estamos solos. Artsaj está perdido, creo que no teníamos capacidad militar para responder a este ataque».
La abogada recuerda que «Pashinián ha intentado escapar de la órbita de Rusia. Pero la realidad es que Europa y los países occidentales no han prestado el apoyo debido para evitar la limpieza étnica que se ha cometido contra el pueblo armenio».
«Todo lo que queremos es que Ilham Aliyev sea sancionado para que no se repita la historia», exige Bayatyan, que compara al hombre fuerte de Azerbaiyán con Putin. Aunque pide al mismo tiempo prudencia para ver de qué lado cae la moneda del Kremlin. «Ahora Rusia también juega un papel, pero no sabemos qué quiere. Estamos muy confundidos».
«El derecho internacional está destruido. Por parte de Azerbaiyán se está aceptando el uso de la fuerza para desplazar a una comunidad entera. Eso implica que volvemos al uso de la fuerza para resolver contenciosos internacionales», denuncia Hakobyan. «Cuando veo esto, como ciudadana del mundo, me aterra. La gente no es consciente de lo que está sucediendo. Un Estado le está arrebatando el derecho a existir de un pueblo».
¿Cómo parar los pies a Aliyev? La abogada armenia pide que la ciudadanía levante la voz: «Dándole visibilidad al asunto. A Azerbaiyán le importa lo que opina el mundo, pero lo que están observando es que pueden matar, decapitar, torturar, mutilar, ocupar territorios. En definitiva, usar la fuerza para imponer su voluntad. Y a nadie le importa. Es una cuestión humana. Reaccionar, visibilizar y decirle “basta” a Aliyev».
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