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EE UU confía en completar el desarme nuclear de Corea del Norte antes de 2020

Pyongyang celebra el levantamiento de las sanciones económicas que Trump desmiente.

Los norcoreanos leen los periódicos con Trump y Kim en la portada, ayer en la estación de Puhung del metro de Pyongyang
Los norcoreanos leen los periódicos con Trump y Kim en la portada, ayer en la estación de Puhung del metro de Pyongyanglarazon

Pyongyang celebra el levantamiento de las sanciones económicas que Trump desmiente.

Victoria Pascual - Singapur recuperó ayer su habitual sosiego después de acoger la histórica cumbre entre el presidente de EE UU, Donald Trump, y el dictador de Corea del Norte, Kim Jong Un. La resaca del evento no se quedó en la ciudad Estado, sino que voló, al igual que sus protagonistas, hasta sus lugares de origen, donde ambos proclamaron su éxito. En las estaciones de metro de Pyongyang, los ciudadanos se arremolinaban para hojear el diario estatal «Rodong Sinmun», que exhibió 32 fotos de «la reunión del siglo». Anunciando el cese de las maniobras militares conjuntas de sus enemigos y, en un futuro, el levantamiento de las sanciones –algo que Trump negó con rotundidad–, las imágenes mostraban a unos sonrientes líderes dándose la mano, paseando o firmando acuerdos.

En Washington, antes las críticcas por la falta de resultados, el Gobierno anunció que espera que Corea del Norte dé «importantes pasos» en su proceso de desnuclearización «en los próximos dos años y medio». «Sí, definitivamente (...) Sobre los importantes pasos en la desnuclearización, esperamos que podamos alcanzar eso en los próximos dos años y medio», afirmó el secretario de Estado, Mike Pompeo.

Las reacciones de China, Corea del Sur y Japón respondían a la promesa más jugosa y controvertida que le hizo Trump a Kim, la de suspender esos ejercicios militares conjuntos que llevan a cabo regularmente en la península coreana. Pekín aplaudió una medida por la que llevaba apostando tiempo atrás a través de su fórmula de «congelación por congelación», que persigue el cese de las pruebas balísticas y nucleares a cambio de la suspensión de los ejercicios de Seúl y Washington. Sus medios oficiales cantaban victoria: «Un objetivo que China siempre había esperado lograr», rezaba el «Global Times». La comunidad internacional reconocía su relevancia en el proceso, «Pekín tiene un papel importante que desempeñar en la península coreana y ha jugado un papel positivo», dijo Stephane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU. Para el gigante asiático y mayor socio comercial de Kim, además de suponer una victoria política, supondría la desaparición de la presencia militar de EE UU en Asia que con tanto recelo ve y la reanudación del comercio con Pyongyang, que en los últimos tiempos se ha resentido considerablemente por los castigos económicos al régimen Juche.

Todo lo contrario que para Seúl y Tokio, a quienes dejó perplejos escuchar la concesión a Kim de retirar unas tropas instaladas en la región desde los años setenta. Primero, porque mostraba cómo Trump parecía hacer concesiones a sus enemigos sin consultarlo con sus tradicionales aliados. Y segundo, porque la presencia militar estadounidense es disuasoria y les preocupaba qué hacer sin ella si Pyongyang finalmente no cumple con su palabra. No obstante, pese al desconcierto, la oficina presidencial surcoreana indicó que no desestimaban la posibilidad de suspender las maniobras siempre que ayude en las negociaciones, aunque «aún era necesario averiguar el significado e intención exactos de los comentarios de Trump».