Amenaza nuclear

EE UU amenaza a Irán con las «sanciones más duras de la historia»

El secretario de Estado, Mike Pompeo, avisa a las empresas de la UE: «Tendrán que rendir cuentas»

Un grupo de iraníes quema una fotografía del presidente estadounidense, Donald Trump/Efe
Un grupo de iraníes quema una fotografía del presidente estadounidense, Donald Trump/Efelarazon

El secretario de Estado, Mike Pompeo, avisa a las empresas de la UE: «Tendrán que rendir cuentas».

EE UU no está dispuesto a tolerar desafecciones en relación a Irán. Cualquiera que aspire a mantener el actual status quo, ignorando las sanciones, enfrentará la ira de la Casa Blanca. Palabra de Mike Pompeo, secretario de Estado, ex director de la CIA, que en un histórico discurso en el «think tank» conservador Heritage Foundation amenazó a los iraníes con destruir el país al tiempo que advertía a cualquiera lo suficientemente despistado como para aspirar a romper el cerco. «El régimen iraní debe saber que este es solo el principio», dijo.

Tras dejar claro que su país no tolerará ninguna desviación, Pompeo explicó que «el aguijón de las sanciones será doloroso si el régimen no cambia el curso del camino, inaceptable e improductivo, que ha elegido, si no se reincorpora a la liga de naciones. De hecho, estas serán las sanciones más duras de la historia cuando estén completas». Para Pompeo, no hay medidas tintas. O acepta los términos con los que la Administración Trump aspira a que vuelva a sentarse a la mesa negociadora, algo que de momento parece lejos de ocurrir, o sufrirá el peso de unas medidas draconianas: «Irán se verá obligado a tomar una decisión: o pelea para mantener su economía a flote o sigue desperdiciando riquezas preciosas en sus combates en el extranjero. No tendrá los recursos para hacer ambas cosas».

Resultó sumamente ilustrativa la advertencia de que «si Irán reinicia su programa nuclear, se traducirá en unos problemas mucho más graves de los que nunca hayan sufrido». Significaría que Irán, en opinión de Washington, todavía no ha restablecido su programa nuclear. O sea, que de momento ha sido fiel a las directrices fijadas por el acuerdo internacional, denunciado por EE UU, precisamente, tras su hipotético incumplimiento. También llama la atención el énfasis para que Teherán facilite el control de los inspectores de la Agencia Mundial de la Energía. Más que nada porque la citada agencia asegura que Irán está cumpliendo su parte del pacto.

En uno de los momentos más emocionales de su discurso, el secretario de Estado habló directamente para los ciudadanos iraníes y preguntó si «es esto por lo que quieren que se conozca a su país». «¿Por ser un coconspirador con Hizbulá, Hamas, los talibanes y Al Qaeda?». Cabe suponer que hablaba en modo simbólico. Que a todo un ex director de la CIA, al jefe de los servicios diplomáticos de EE UU, no se le ocurre la posibilidad de que Irán, bastión del chiismo, justamente acusado de mantener a Hizbulá, pacte o colabore con Al Qaeda, fruto de wahabismo saudí, o con los también suníes talibanes. Tras ratificarse en su postura de que el acuerdo nuclear, impulsado por Obama, era el peor de los posibles, Pompeo recalcó que su país continuará trabajando con «nuestros aliados para contrarrestar las actividades desestabilizadoras del régimen en la región, bloquear su financiación del terrorismo y abordar la proliferación de misiles y otras armas avanzadas que amenazan la paz y la estabilidad de Irán». Pero respecto a las empresas europeas, advirtió de que no impedirá las dificultades económicas que implicará su relación con Teherán. «Haremos que rindan cuentas aquellos que hagan negocios en Irán», añadió.

El ambicioso plan falta por concretarse más allá del restablecimiento de las sanciones previas a 2015. Que entre esos males y esos díscolos figure Europa, o que países como Rusia y China estén dispuestos a plegarse, alimenta una polémica que parece lejos de apagarse. Horas después al discurso, el mismísimo presidente iraní, Hasan Rohani, contestó a Pompeo: «¿Quién eres tú para decidir por Irán y el mundo? El mundo ya no acepta que EE UU decida por él.