Política

Relaciones EE UU/Rusia

El ex abogado de Trump admite contactos con Rusia en campaña

El que fuera mano derecha del magnate dice que negoció en 2016 para una torre Trump en Moscú

Michael Cohen, ex abogado de Donald Trump, a la salida de la corte federal tras declarar que mintió al Congreso sobre la trama rusa
Michael Cohen, ex abogado de Donald Trump, a la salida de la corte federal tras declarar que mintió al Congreso sobre la trama rusalarazon

El que fuera mano derecha del magnate dice que negoció en 2016 para una torre Trump en Moscú.

En el imaginario del presidente Trump hay fieles y hay traidores. A esta segunda categoría pertenece desde hace meses su ex mano derecha para todo lo relacionado con las cuestiones legales, Michael Cohen. Que ayer admitió ante el Congreso de EE UU que mintió a los investigadores cuando fue interrogado respecto a los negocios de Donald Trump en Moscú. Cohen, abogado durante años del presidente, conocido por su fiereza y, sí, su fama de marrullero, viene trabajando con el fiscal especial que investiga el «Rusiagate», Robert S. Mueller, desde hace meses.

En su nueva y escandalosa explicación admite que él y su jefe mantuvieron conversaciones respecto a posibles inversiones en Rusia durante el año de la campaña electoral, 2016. No comentaron la hipótesis de un negocio cualquiera, no. Habrían discutido nada menos que la construcción en la capital rusa de una torre Trump. Uno de esos rascacielos milmillonarios que jalonan la geografía de ciudades como Manhattan. Una de esas inversiones, por otro lado, inimaginables sin el beneplácito de unas autoridades rusas, que no parecen destacar exactamente por su escrupuloso respeto del juego democrático. Y las que el fiscal especial investiga precisamente por la posibilidad de que hubieran tratado de conspirar para influir en las elecciones y que lo hubieran hecho en comandita con la campaña del hoy presidente.

A las palabras de Cohen, Trump ha respondido preguntando en Twitter si alguna vez hemos visto una investigación más empeñada en inventarse un crimen. «Al mismo tiempo Mueller y los demócratas cabreados no están mirando hacia los atroces, y quizá subversivos, crímenes que cometió la corrupta Hillary Clinton y los demócratas. ¡Una desgracia total!». «¿Cuándo terminará esta caza de brujas ilegal al estilo de Joseph McCarthy y que ha convulsionado tantas vidas de inocentes?», se preguntó, para añadir que «después de haber gastado 40.000.000 millones de dólares (¿es eso posible?), lo único que ha probado es que no hubo colusión con Rusia».

Por supuesto, ésta no es la primera vez que el antiguo pretoriano Cohen se la juega a Trump. El pasado verano ya reconoció la comisión de varios delitos. Incluido el fraude bancario y varios de tipo fiscal. Por ejemplo por haber pagado dinero a dos mujeres, dos presuntas amantes de Trump, a cambio de su silencio. Lo de menos es que una fuera una actriz porno y la otra una modelo de la revista «Playboy».

El asunto es que el dinero podría haber salido de la fortuna personal del hoy presidente. A lo de Cohen cabría añadir la deserción también en agosto de otra pieza clave, Allen Weisselberg, en la organización Trump. Éste venía trabajando para la familia desde hace casi medio siglo, pues fue un fichaje del padre de Trump, y en las últimas décadas llevaba tanto la contabilidad del emporio Trump como las cuentas personales del propio presidente. Sin olvidar tampoco que este mismo lunes supimos que otro ex consejero decisivo del presidente, Paul Manafort, jefe de campaña en 2016, condenado por varios delitos, procesado por otros tantos y ahora mismo colaborando con la Fiscalía, se habría reunido con el mismísimo Julian Assange. Varias veces. En Londres. Entre 2013 y 2016.

Al mismo tiempo que la Fiscalía estadounidense y el Departamento de Estado evaluaban el daño causado a la inteligencia y la seguridad nacional por Wikileaks. Al tiempo que, según sospechan los investigadores, el propio Assange podría haber colaborado con los servicios secretos rusos a la hora de difundir el contenido de los servidores del Partido Demócrata y de Hillary Clinton.

No bien se supo de estas reuniones, Mueller acusó a Manafort de perjurio. Un delito que, de salir adelante la acusación, complicaría todavía más su situación procesal.