
Seguridad
Europa busca blindarse contra los drones mientras debate cómo sostener a Ucrania
La Comunidad Política Europea de Copenhague evidencia que los gobiernos están aún poco preparados para hacer frente a las incursiones rusas

Lo que debía ser un foro de diálogo sobre migración y la guerra en Ucrania se convirtió en una llamada de alarma sobre la seguridad aérea. En Copenhague, la séptima cumbre de la Comunidad Política Europea (CPE) dejó este jueves a la vista un consenso creciente: los drones se han instalado como una de las principales amenazas para la seguridad del continente y los gobiernos se ven aún poco preparados para hacerles frente.
La preocupación no es abstracta. En las últimas semanas se detectaron 19 drones en Polonia, tres de los cuales fueron destruidos; un hecho que alertó a los gobiernos europeos y que dejó patente que los sistemas actuales parecen insuficientes para neutralizar estos aparatos económicos pero efectivos. De ahí que el primer ministro polaco, Donald Tusk, reconociera que la Unión Europea (UE) está en una fase inicial y que, más allá de los grandes sistemas de defensa como los Patriot o los cazas, la urgencia pasa ahora por contrarrestar unos artefactos que cuestan apenas unos miles de euros.
La reunión de 47 jefes de Estado y de Gobierno europeos puso de manifiesto esta vulnerabilidad. “Necesitamos herramientas para detectar y neutralizar estas amenazas”, aseguró el primer ministro noruego, Jonas Gahr Støre, refiriéndose a esta cuestión. Por su parte, el presidente francés e impulsor de este foro, Emmanuel Macron, defendió que sigue siendo esencial mantener un espacio inclusivo.
“Como europeos, debemos trabajar juntos, no solo los Estados de la Unión y si hablamos de amenazas comunes, de cooperación o de conflictos con potencias como Rusia, necesitamos esta plataforma”, sostuvo.
La CPE no decide ni legisla, pero actúa como espacio político de coordinación frente a una Rusia cada vez más hostil y de ahí que presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señalara que la cumbre había dejado claro que la urgencia de reforzar la seguridad europea es compartida por todos los participantes. “Debemos acelerar la producción de drones y fortalecer nuestra vigilancia en toda Europa”, afirmó, destacando la experiencia de Ucrania, que ha desarrollado la capacidad de producir drones de manera rápida y eficiente desde el inicio del conflicto con Rusia.
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski acudió a la cita para insistir en que su país no puede resistir sin recursos. La fatiga financiera se hace evidente en varias capitales y Estados Unidos, su principal aliado, ha decidido cortar esa ayuda. La mirada se dirige entonces hacia los 140.000 millones de euros en activos rusos congelados en la UE y a un plan que consiste en utilizar no solo los intereses, sino también el capital.
Pero la operación encierra riesgos jurídicos y financieros considerables. Bélgica, donde se concentra la mayor parte de ese dinero, teme represalias legales que podrían comprometer su estabilidad y los juristas europeos tienen por delante meses de debates antes de que el primer euro llegue a Kiev. Noruega, uno de los países más firmes en el respaldo a Kiev, anunció que se sumará al proyecto.
Mientras, la participación de países del sur de Europa en cuestiones de defensa de la frontera oriental y control de drones se muestra más prudente. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y otros líderes del Mediterráneo destacaron la complejidad de diferenciar entre drones civiles y amenazas externas, y abogaron por un enfoque más coordinado y técnico antes de comprometer recursos adicionales.
En la práctica, nada está cerrado. La Comisión se comprometió a presentar en dos semanas un calendario para aumentar la producción y reforzar las defensas y los líderes europeos volverán a reunirse tres semanas después para tomar decisiones. Mientras tanto, la urgencia se impone en los discursos, pero el ritmo de la burocracia comunitaria sigue siendo más lento de lo que la guerra exige.
El debate militar y financiero eclipsó otros puntos de la agenda en Copenhague, entre ellos la migración pero la reunión también sirvió para recordar el valor de la Comunidad Política Europea, un foro concebido por Emmanuel Macron en 2022 tras la invasión rusa. Su objetivo es sencillo: dar voz a todos los países del continente que comparten los valores de la Unión Europea, incluidos aquellos que no forman parte de la organización. En esta ocasión participaron, además de los 27, mandatarios como el turco Recep Tayyip Erdogan, el británico Keir Starmer o representantes de los Balcanes occidentales.
Asimismo, esta plataforma se ha convertido en un espacio donde los jefes de Estado y de Gobierno pueden coordinarse más allá de los marcos institucionales de Bruselas. Montenegro, por ejemplo, reiteró su aspiración a convertirse en miembro de la UE en 2028, tras casi tres lustros de negociaciones. “Ya formamos parte de la OTAN, aplicamos la política exterior europea y usamos el euro”, recordó su primer ministro Jakov Milatovic.
La cita de Copenhague arroja una doble conclusión. Por un lado, los europeos reconocen que la guerra de Ucrania ha cambiado la naturaleza de la defensa y que los drones son ya parte central de la ecuación y, por otro, la respuesta común avanza con pasos lentos, atada a trámites financieros y diferencias estratégicas. Entre la urgencia de Kiev y la prudencia de Bruselas se mueve un continente que busca blindarse sin perder su unidad.
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