Reino Unido
El plan de Johnson para sobrevivir al Partygate y quedarse en Downing Street
Detractores y admiradores del primer ministro de Reino Unido coinciden en una cuestión: sobre él nunca se aplican las leyes de la gravedad política
Detractores y admiradores de Boris Johnson coinciden en una cuestión: sobre él nunca se aplican las leyes de la gravedad política. A lo largo de su carrera, siempre ha conseguido salir victorioso de los episodios más polémicos. Pero, en esta ocasión, su posición está realmente complicada. El escándalo de Partygate por las fiestas celebradas en Downing Street en pleno confinamiento le ha quitado la popularidad en la calle, la autoridad en gran parte de sus propias filas y el apoyo de la prensa más afín. No es un escenario que, a priori, garantice a corto plazo la supervivencia de ningún líder. Sin embargo, Johnson se aferra al poder.
A pesar de emitirla humillante disculpa en la Cámara de los Comunesel pasado miércoles, de puertas para dentro se niega a asumir la responsabilidad de la crisis y en las reuniones con su equipo se quejó de que no le habían protegido.
A la desesperada, para intentar garantizar su supervivencia política, el premier ha urdido un plan elaborado en dos partes. Por un lado, está la denominada “Operación salvar gran perro”, que consiste en culpar a sus asesores de todos sus males y hacer una gran limpia dentro de Downing Street.
En este sentido, según anticipó ayer The Sunday Times, su secretario personal Martin Reynolds tendría las horas contadas. Éste ha sido bautizado como Marty Party tras la famosa invitación a los trabajadores del Número 10 el pasado 20 de mayo de 2020 donde se les animaba a que trajeran sus “propias botellas” de alcohol para “disfrutar del buen tiempo” en los jardines de la residencia oficial del primer ministro, mientras al resto de los ciudadanos se les pedía que cumplieran las restricciones impuestas en ese momento por covid. Lo cierto es que nadie sabe a día de hoy cómo es posible que sigan manteniendo su empleo.
Asimismo, también podría echarse al jefe de Personal, Dan Rosenfield, que aseguró en su día que no hubo fiestas, y posiblemente a la jefa de operaciones, Shelley Williams, conocida con el sobrenombre de DJ SWW, tras “pinchar” la música en la fiesta celebrada el 16 de abril del 2021, la víspera del funeral de Felipe de Edimburgo, marido de Isabel II.
La segunda fase del plan de Johnson vendría con la denominada “Operación carne roja”, con la anunciará en los próximos días una batería de medidas populistas. Entre ellas, prohibir el consumo de alcohol en Downing Street; congelar durante dos años la tasa que se cobra a los ciudadanos para financiar la BBC; poner al Ejército al frente de la lucha contra la inmigración irregular en el Canal de la Mancha; agilizar los atascos en la sanidad pública; y levantar las actuales restricciones contra la covid el próximo 26 de enero.
De esta manera, el aún líder tory pretende contratacar las conclusiones de la investigación interna del Gabinete que se lleva a cabo sobre el Partygate y que podrían conocerse tan pronto como esta misma semana. La alta funcionaria al frente de la pesquisa, Sue Gray, tiene fama de ser dura e insobornable, pero cualquier conclusión que no apunte con el dedo al primer ministro podría servirle para difuminar responsabilidades.
La Policía ya ha avanzado que tampoco indagará si se han cometido delitos hasta que no tenga el resultado de esa investigación, aunque la oposición no tiene dudas de que se violado la ley.
El líder laborista, Keir Starmer -que exhibe sus credenciales como ex director de la Fiscalía para resaltar su autoridad en la materia-, reiteró ayer que, a su juicio, las “fiestas a escala industrial” en Downing Street infringieron las normas vigentes contra el covid. “Creo que la gente ya se ha formado una idea. Los hechos hablan por sí mismos. Creo que el primer ministro infringió la ley y después mintió sobre lo que había sucedido”, matizó en la BBC el laborista, a quien los sondeos otorgan ya una amplia ventaja en unas supuestas elecciones generales.
De cualquier modo, la mayor amenaza para Johnson viene de sus propias filas, que durante el pasado fin de semana tuvieron que lidiar en sus circunscripciones con un aluvión de quejas por parte de sus electores y que ven en peligro sus escaños.
El llamado Comité 1922, que agrupa a los diputados conservadores sin cartera, puede lanzar una moción de censura contra Johnson si recibe 54 cartas. Hasta el momento, se desconoce cuántas misivas ha recibido el presidente de ese comité, Graham Brady. La prensa especula que podrían ser hasta 35, aunque seis tories han pedido públicamente la renuncia del líder.
En la calle, la popularidad del premier también ha caído en picado. Los números en los que se mueve en las encuestas son muy similares a los de Theresa May en sus últimos días. El 64% de los británicos “desaprueba” su gestión, el mismo porcentaje cree que no está diciendo la verdad y el 76% opina que violó las reglas del confinamiento, según un sondeo de Opinium para The Observer.
Por su parte, el 63% de los encuestados opina que Johnson debería dimitir, incluido el 53% de los militantes tories, de acuerdo con el portal Conservative Home, biblia para el Partido Conservador, que recalca la acritud creciente contra el premier entre las bases y particularmente en el llamado Muro Rojo del norte de Inglaterra, donde consolidó su mayoría absoluta sobre los laboristas en los últimos comicios de 2019, gracias a sus promesas para ejecutar el Brexit.
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