Elecciones en Italia
Las Marcas, el laboratorio de las políticas ultraconservadoras de Meloni
El Gobierno regional italiano no subvenciona el Orgullo Gay y pone trabas al derecho al aborto
Una vez al mes, Marco Fioravanti, alcalde de Ascoli Piceno, una ciudad de unos 49.000 habitantes en la región de Las Marcas, en el centro de Italia, se toma un café con los vecinos que lo deseen en un bar de la plaza. “Algunos se quejan porque el parque de su barrio está descuidado, otros me proponen que organice un evento cultural, cada uno me plantea un problema distinto”, cuenta a LA RAZÓN. La iniciativa le ha servido, entre otras cosas, para convertirse en el segundo alcalde más valorado de Italia, según una reciente clasificación nacional.
Fioravanti pasó en 2019 de la vicepresidencia regional del partido Hermanos de Italia (FdI) a ocupar la Alcaldía de su ciudad. Un año después, Francesco Acquaroli conquistó la región. Una victoria histórica después de décadas de gobierno progresista. No por casualidad, la líder de partido y favorita en las elecciones de este domingo, Giorgia Meloni, arrancó su campaña aquí aludiendo al “modelo de Las Marcas”, la prueba, según ella, de que la formación que fundó en 2012 junto a un puñado de veteranos del partido postfascista Alianza Nacional estaba preparada para gobernar.
La victoria electoral en Las Marcas –que junto a la vecina Abruzo son las únicas regiones donde gobierna Hermanos de Italia-, fue el principio de una escalada política que el domingo podría convertir a Meloni en la primera mujer en alcanzar la jefatura del Gobierno en Italia. Pero Las Marcas nunca fue un fortín de la izquierda. Durante décadas el Partido Comunista y la Democracia Cristiana se dividían el territorio. En 2013 el Partido Democrático (PD) perdió cuatro de las cinco provincias que gobernaba en favor del Movimiento Cinco Estrellas (M5E). Y, cinco años después, la derecha dio la vuelta al tablero político. “Ha sido un crecimiento progresivo y eso demuestra que es más sólido”, defiende el alcalde de Ascoli Piceno, que poco después de ganar se vio envuelto en una polémica por participar junto al presidente regional en una cena que conmemoraba la marcha sobre Roma de Mussolini.
El feudo político de Hermanos de Italia es también el laboratorio donde han experimentado algunas de sus políticas sociales más conservadoras. Hay gestos simbólicos, como la retirada del patrocinio público a la manifestación del Orgullo LGTBI, pero también políticos, como el pulso que el Gobierno regional mantuvo con un enfermo terminal que había solicitado el suicidio asistido reconocido por la legislación italiana. Pero lo que más preocupa a las asociaciones feministas es que la dificultad para acceder a la píldora abortiva, que obliga a muchas mujeres a trasladarse a otras regiones para poder abortar, se extienda al resto del país.
Italia aprobó en 1978 la que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo, pero casi dos de cada tres ginecólogos se declaran objetores de conciencia. En Las Marcas, más del 70% de los sanitarios se niegan a practicar abortos, aunque en algunos hospitales los médicos objetores alcanzan el 100% de la plantilla. Para que las mujeres puedan acceder a este servicio, la legislación establece que los hospitales públicos deberán garantizarlo a través de acuerdos con estructuras privadas.
Tiziana Antonnucci, presidenta de AIED, una asociación que lleva más de cuatro décadas defendiendo los derechos de las mujeres, defiende, sin embargo, que el problema no son los médicos objetores. “El problema es político porque son las regiones las que tienen que hacer que la ley se aplique, pero en Las Marcas no existe esta voluntad”. El consultorio practica abortos en el hospital de Ascoli Piceno una vez a la semana con ginecólogos procedentes de fuera de la región. Y muchos días tiene que hacer frente a un puñado de manifestantes que se colocan a las puertas de la clínica para protestar. “El movimiento por la vida fue un gran ausente cuando las mujeres morían por practicarse abortos clandestinos. Sólo están interesados en el embrión y en el feto, no en la vida ni en la libertad de las mujeres”, lamenta.
El año pasado, el Ministerio de Sanidad autorizó que la píldora abortiva fuera facilitada en la consulta del médico de familia para evitar así los tres días de hospitalización obligatoria que hasta ese momento preveía la legislación. También aumentó de siete a nueve semanas el periodo de administración del fármaco. “Una modificación imprescindible”, sostiene la presidenta de AIED, “porque difícilmente las mujeres pueden darse cuenta del embarazo hasta las seis semanas”. Luego, la ley italiana las obliga a esperar una semana más para “reflexionar”, lo que deja a muchas fuera del plazo legal.
La región, sin embargo, no ha aplicado ninguna de estas modificaciones ni tiene intención de hacerlo. Algunos miembros del Gobierno regional como Carlo Ciccioli o la responsable de Igualdad de Oportunidades Giorgia Latini, de la Liga, consideran el aborto una aberración que, junto a la inmigración, favorece la “sustitución étnica”. Una teoría que también defiende Meloni en sus mítines. Pero Antonnucci advierte que negar la asistencia favorece los abortos clandestinos porque muchas mujeres que no pueden acceder a la píldora con facilidad la compran en Internet.
“Giorgia Meloni no defiende a las mujeres porque Hermanos de Italia tiene como referencia un modelo tradicional de familia donde la mujer se tiene que preocupar principalmente de los hijos”, denuncia a este diario la diputada del Partido Democrático Laura Boldrini, originaria de esta región. “El temor es que estas políticas se extiendan a todo el país si la derecha gana: volveremos al aborto clandestino”, añade.
El alcalde de Ascoli Piceno asegura que no le consta que en su ciudad “exista un problema para abortar” y defiende que su partido “no pide la abolición de la ley”, sino que se invierta en “prevención”. “Tenemos que dar el derecho a una mujer a abortar, pero también el derecho a no hacerlo”.
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