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Crímenes contra la humanidad

El ascenso de la extrema derecha enturbia el 80.º aniversario de los juicios al nazismo

Los criminales fueron en su mayoría condenados a la horca en la ciudad de Núremberg, en un proceso que inauguró una nueva etapa en la justicia internacional

Alemania.- Los juicios de Núremberg contra líderes nazis cumplen 80 años ante el aumento de la impunidad a nivel global EUROPAPRESS

Alemania recuerda el 80.º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial y la condena de los criminales de guerra alemanes, en medio del ascenso de la extrema derecha y de una Europa en la que la guerra vuelve a ser una realidad. Hace ahora ocho décadas, el 20 de noviembre de 1945, comenzaban en Núremberg, en el sur del estado de Baviera, los juicios a los dirigentes del Partido Nacionalsocialista (NSDAP) del dictador Adolf Hitler.

En la ciudad en la que el líder nazi, que acabaría suicidándose en su búnker, celebraba antaño sus fastuosos congresos del partido y baños de masas, quedaría para la historia un gesto simbólico esencial para cerrar la herida abierta por el fascismo en Alemania y en toda Europa. El proceso fue el primero de tal envergadura en un formato internacional que quiso entenderse como un tribunal de las naciones, aunque los acusados lo calificaron de parcial por estar compuesto por representantes de los países vencedores de la contienda mundial.

Ya antes de finalizar la guerra, se había creado la Comisión de Crímenes de Guerra de las Naciones Unidas, que, junto con el Estatuto de Londres firmado tras la Conferencia de Potsdam, fijó los procedimientos jurídicos para juzgar a los responsables del exterminio de seis millones de judíos en toda Europa. El Tribunal Militar Internacional que los juzgó estaba compuesto por dos jueces de cada país vencedor (Estados Unidos, Unión Soviética, Francia y Reino Unido), si bien el procedimiento se orientó según la tradición jurídica anglosajona.

Veinticuatro jerarcas cercanos a Hitler fueron acusados de crímenes contra la paz, conspiración, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Los crímenes cometidos contra la propia población alemana, sin embargo, no fueron objeto del proceso. Uno de los acusados, el jefe de la cancillería del NSDAP Martin Bormann, fue juzgado in absentia, ya que se encontraba desaparecido, y otro se suicidó antes de que se pudiera ejecutar la sentencia. La minuciosidad alemana hizo que no fuese complicado presentar un gran número de pruebas, ya que en muchos casos los crímenes fueron documentados por la propia administración, que había legalizado la locura masiva de la superioridad de la raza aria que debía imponerse a otros pueblos vecinos.

Varios supervivientes de campos de concentración testificaron los horrores vividos en ellos, mientras todos los acusados presentes los denigraban con risas, comentarios o incluso durmiendo durante las vistas. Eso sí, los jueces no pusieron en tela de juicio las declaraciones, como sí ocurriría en algunos juicios posteriores. Todos los acusados, sin excepción, negaron su responsabilidad, y el ministro de Economía de Hitler, Hjalmar Schacht, así como Hermann Göring, intentaron intervenir extensamente, aunque sin éxito en el caso de Göring, quien trató de pronunciar discursos en varias ocasiones. Göring acabó suicidándose con una cápsula de cianuro en su celda, tres horas antes de que lo ejecutaran.

Doce de los condenados fueron ahorcados dieciséis días después de dictarse la sentencia —no apelable— el 1 de octubre de 1946; entre ellos el ministro de Asuntos Exteriores, Joachim von Ribbentrop; el dirigente del cuerpo paramilitar SS, Ernst Kaltenbrunner; y el ideólogo nacionalsocialista Alfred Rosenberg. Siete de los condenados fueron sentenciados a cadena perpetua y cumplieron condena en la prisión berlinesa de Spandau, vigilados por guardias de las cuatro potencias aliadas. El último recluso, el secretario de Hitler y jefe del NSDAP, Rudolf Hess, pasó cuatro décadas allí —dos de ellas completamente solo— y se suicidó en 1987 en esa misma prisión.

El legado de Núremberg para el derecho internacional es la idea de que ningún Estado ni gobernante puede apelar al derecho o al cumplir órdenes para justificar crímenes contra la humanidad. El proceso contra los principales responsables fue seguido por otros doce procesos en los que se examinaron aspectos concreto del régimen: la justicia, la sanidad o la industria. Los juicios, que fueron seguidos con gran interés mediático en Alemania y en el extranjero, formaron parte del programa de desnacificación y reeducación del país.

Ese legado histórico es puesto en entredicho por los electores del partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD), que lidera las encuestas, y que en su mayoría no ven problema alguno en que su presidente de honor Alexander Gauland asegurase que el periodo del nacionalsocialismo fue „una cagada de pájaro“ en comparación con la gloriosa historia del país. Las encuestas realizadas en torno al fin de la segunda guerra mundial muestran que los electores de dicha formación no quieren oír hablar del nazismo. En concreto, el 90% de los cuestionados el pasado marzo en una encuesta encargada por el semanario Die Zeit.