Política

Venezuela

Gustavo Antonio Guaidó, la sombra de Juan Guaidó

Ambos hermanos posan bromeando en el despacho presidencial de la Asamblea Nacional venezolana
Ambos hermanos posan bromeando en el despacho presidencial de la Asamblea Nacional venezolanalarazon

Tras los focos y detrás del presidente «encargado» de Venezuela, se encuentra siempre su hermano pequeño, Gustavo Guaidó, de 33 años. Desde su infancia, es su principal confidente. Confiesa que el 23 de enero sintió «miedo» por las represalias del régimen chavista contra su hermano, pero al final el orgullo y la ilusión del cambio fue mayor.

El hermanísimo del hombre que el pasado 23 de enero decidió encabezar la transición, quien le acompaña a todos sus actos como hombre de confianza, rompe su silencio con LA RAZÓN. «La vida ha cambiado, pero procuramos vivir todos juntos y unidos», relata Gustavo Guaidó refiriéndose tanto a la familia que vive en el país caribeño como la de su padre, que reside en Tenerife con su segunda mujer y dos hermanastras pequeñas.

El punto de inflexión para la familia Guaidó se produjo cuando los problemas políticos se convirtieron en problemas domésticos. Entonces se dieron cuenta de que la situación en Venezuela era insostenible. «Un día caímos en la cuenta de que tardábamos horas y horas en comprar alimentos básicos, o aún peor, de que no había medicinas para la grave enfermedad de nuestra madre... Sencillamente perdimos la paciencia», explica Gustavo Guaidó en una conversación teléfonica con este periódico desde Caracas. Sin duda uno de los peores momentos para él y su hermano fue la enfermedad de su madre y la falta de medicinas. «Vivimos en carne propia las penurias del régimen chavista pero lejos de decaer, la precaria situación nos dio aún más fuerzas para luchar».

Esa lucha desembocó en todo un desafío a Nicolás Maduro. Gustavo desborda orgullo y entusiasmo al recordar el 23 de enero, día en el que su hermano se proclamó como presidente «encargado» en virtud del artículo 233 de la Constitución. «Al principio me dio un poco de miedo ya que no sabíamos qué reacción tendría el Gobierno de Maduro. Pero después, sentí un enorme orgullo, es mi hermano...», indica emocionado. A Juan Guaidó se le ha comparado con el ex presidente norteamericano, Barack Obama, por su carisma y gran oratoria. Gustavo reconoce que ese día en la plaza Juan Pablo II en Chacaíto «sentí como él transmitía al pueblo venezolano y al mundo la esperanza y la ilusión que tanto necesitábamos los venezolanos. No se puede explicar. Nos hizo ver que al fin se podía lograr [el cambio]».

Cuenta, también, cómo le invadió el miedo al saber que su hermano se proclamaría presidente interino, pero de inmediato lo tuvo claro, había que pelear por el pueblo venezolano. «Librar al país de la dictadura, la represión, el miedo y la desesperanza», asegura. «Ahora trabajamos de la mano de la Constitución. Si estuviéramos haciendo algo malo... Como Maduro –murmura entre risas–. Pero lo único que deseamos es la libertad».

«Agradecemos también enormemente el apoyo internacional. Hablé con Juan y lo esperábamos puesto que íbamos con la Constitución por delante, pero no la aguardábamos tan rápido y en tal cantidad», precisa a este diario. Recuerda que el cambio de régimen se ha perseguido en otras ocasiones pero ahora después de 20 años es más factible que nunca. No obstante, atribuye este proceso a un trabajo colectivo «una lucha incansable, de batalla tras batalla». La serenidad domina la conversación, sobre todo, cuando relata la entrada de las Fuerzas Especiales a la casa de su hermano. Asegura que no era la primera vez. Ya entraron en 2015 cuando inició una huelga de hambre para exigir elecciones libres. Pero advierte de que no van a amedrentarle.

Gustavo revela también que no siempre compartieron el mismo partido o las mismas ideas. Durante su juventud, él estuvo colaborando con Primero Justicia el partido de Henrique Capriles, mientras que su hermano se unió a Voluntad Popular, liderado por Leopoldo López. No obstante, con el paso del tiempo, sus caminos políticos se fusionaron y Gustavo se embarcó en el proyecto de su hermano mayor. Es consciente de que sus vidas jamás volverán a ser las de antes pero a ojos de sus dos hijas y de su sobrina «tratan de llevar una rutina» para aportarles «la tranquilidad que necesitan». «Sabemos que todo aquel que se enfrenta a una dictadura corre peligro, pero estamos decididos a luchar hasta el final», concluye.