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Guta, zona cero

Los suburbios de Damasco han sido el Guernica de Siria. Decenas de los ataques con gases tóxicos han sido lanzados contra los civiles de este bastión opositor.

Un niño recibe tratamiento en un centro médico en Duma, en Guta Oriental, tras al ataque químico del sábado 7 de abril
Un niño recibe tratamiento en un centro médico en Duma, en Guta Oriental, tras al ataque químico del sábado 7 de abrillarazon

Los suburbios de Damasco han sido el Guernica de Siria. Decenas de los ataques con gases tóxicos han sido lanzados contra los civiles de este bastión opositor.

Desde el inicio de la guerra en Siria, en marzo de 2011, los bandos enfrentados se han acusado mutuamente de haber recurrido al uso de armas químicas. Hasta la fecha han sido documentados más de 200 ataques con gases tóxicos, muchos de ellos han tenido lugar en la castigada Guta oriental. Los suburbios de Damasco han sido el Guernica de Siria. La población civil ha sido víctima de las más atroces medidas de presión para sofocar a la oposición que desde 2013 se hizo con este bastión a las afueras de la capital siria.

Allí se perpetró el primer gran crimen contra la humanidad en agosto de ese año donde más de cerca de 1.500 personas, entre ellas 426 menores, murieron gaseadas con sarín en los sectores rebeldes de Guta oriental y la vecina Muadamiyat al Sham. Tras este monstruoso ataque, del que el régimen de Damasco no se ha responsabilizado jamás, comenzó la presión internacional con resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, llamamientos de condena y advertencias de Washington de no sobrepasar la línea roja porque habrá consecuencias. Cinco años después, y un premio Nobel de la Paz para la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), que sin el uso de la fuerza logró acabar con la amenaza que representaba una Siria con armas químicas, al presidente Bachar al Asad le siguen lloviendo acusaciones, amenazas y proyectiles por seguir utilizando bombas de barril con gas tóxico contra la población civil.

El célebre acuerdo ruso-estadounidense sobre el desmantelamiento del arsenal químico sirio que impidió un castigo ejemplar a Asad a finales de agosto de 2013 ha quedado en agua de borrajas si se toma como «incontestables» las cientos de pruebas y testimonios recogidos por activistas y organizaciones civiles y médicas en las diferentes zonas bajo control de la oposición, que es donde proceden la mayoría de las alegaciones del uso de armas químicas por parte del régimen.

Además de los ataques químicos con gas sarín, Damasco, presuntamente empleó «sistemática y reiteradamente» gas cloro como arma química en bombardeos en Kafr Zeta (provincia de Hama, centro), Al Tamana y Tal Minnis (provincia de Idlib, norte) durante 2014, según las investigaciones de la OPAQ.

Mientras que Washington, Londres y París acusaron al Ejército sirio de haber llevado a cabo ataques con gas de cloro, Rusia, aliado de Damasco, insiste en que no pruebas que culpabilicen al régimen. En agosto de 2016, fue el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) quien denunció 24 casos de asfixia en la ciudad rebelde de Saraqeb, sur de Alepo. En marzo de 2016, el régimen llevó a cabo un ataque con armas químicas, sin lugar a dudas cloro, en Qmenas (provincia de Idlib, noroeste), según un informe del Consejo de Seguridad.

En febrero de 2017, Rusia y China vetaron una resolución de la ONU que preveía sanciones contra Siria por uso de armas químicas. Y un mes más tarde en Idlib, aviones sirios atacaban, presuntamente, con gas sarín el pueblo de Jan Sheijun causando una matanza de más de 80 muertos. Tras este brutal ataque, el presidente Trump dejó las amenazas a un lado para pasar a la acción y bombardeó con 59 misiles una base militar en el noroeste de Siria. La primera represalia de EE UU contra Siria no obtuvo el resultado esperado y desde entones el régimen, presuntamente, ha bombardeado con gas cloro en sus operaciones militares para liberar Guta oriental. El último de estos ataques con armas químicas se produjo hace una semana en Duma, el último bastión rebelde a las afueras de Damasco, que provocó la muerte de al menos 45 personas. Y fue este bombardeo con gas tóxico el que condujo a una acción militar de Occidente.

Si bien, y no hay duda, de que los bombardeos aéreos con barriles bomba y los ataques rusos son lo que han causado la mayoría de muertos en Siria, para ser precisos más de medio millón de personas en siete años de guerra, los ataques con armas químicas causan menos aceptación en Occidente que los bombardeos aéreos, probablemente por razones históricas y culturales ya que se usaron en la I G M.

El tratado internacional que prohíbe el uso de armas químicas es un logro importante de desarme y su no cumplimiento representa una amenaza para la seguridad mundial.