Protestas en Hong Kong

Hong Kong: «Demasiado poco, demasiado tarde»

Los activistas retoman las protestas contra el gobierno de Carrie Lam pese a retirar la ley de extradición. No se fían de sus intenciones y ven sus derechos aún en peligro

Hong KongEl pasado domingo la estación de metro de Prince Edward en Hong Kong amaneció con múltiples ramos de flores atados a las rejas que la mantenían clausurada. A su lado, un cartel de la compañía de transportes que gestiona estos trenes (MTR) informaba de que el complejo permanecía cerrado temporalmente ante la necesidad de reparar unas instalaciones que habían sido saboteadas. Pero los ciudadanos que pasaron por allí el sábado por la noche o vieron las imágenes en televisión, no pensaban lo mismo. Por eso, en la entrada un hombre portaba una pancarta con fotos que mostraban el porqué de aquellos ramos. El 31 de agosto, después de una intensa jornada de protestas en la ciudad, varios manifestantes pasaron por esta estación ya entrada la noche. Algunos volvían a sus casas y otros huían de la Policía para no ser identificados y detenidos. Cuando creían estar a salvo, Los antidisturbios entraron en los vagones y a empujones y porrazos se llevaron por delante a todo aquel que se cruzó en su camino, según se puede ver en algunos vídeos. Desde entonces, los ramos de flores inundan los alrededores y se hay concentraciones diarias.

Fue precisamente allí donde el miércoles se reunieron numerosos ciudadanos tras conocerse la noticia de la retirada de la ley de extradición anunciada por la jefa del Ejecutivo, Carrie Lam. La razón de su concentración no fue otra que la de insistir en sus demandas y dejarle claro al gobierno que no van a parar pese al anuncio. «Las medidas de Lam son una treta, queremos que se cumplan todas nuestras exigencias. No se trata solo de la ley, sino también de cómo la Policía ha actuado en contra de los ciudadanos. Es muy triste y ha salido mucha gente herida», lamentaba a LA RAZÓN Chan, un joven de 24 años, en una de las concentraciones.

La decisión de Lam solo cumple una de las cinco demandas de los activistas. Las otras son la creación de una comisión independiente que investigue la actuación policial, la libertad sin cargos de los detenidos, que retiren la calificación de «disturbios» a las protestas y el sufragio universal. Por eso, pese a que para parte de los manifestantes esta decisión supone cierto alivio, para otros la división social creada tiene un alto precio.

Hong Kong ha cambiado y así lo han hecho sus ciudadanos, que cada fin de semana salen a la calle a protestar o mantienen acaloradas discusiones con familiares y amigos. Las situaciones de tensión se han multiplicado y cuando se producen enfrentamientos con la Policía, los manifestantes ya no encuentran tantos lugares donde mantenerse a salvo. Ayer intentaron concentrarse en el aeropuerto, pero un férreo dispositivo policial lo impidió. Por ello se concentraron en varios centros comerciales y en estaciones de metro. Los agentes volvieron a usar gases lacrimógenos y los golpes para dispersar algunas.

Una de las razones es precisamente la relación con los cuerpos de seguridad. La que fue la Policía más respetada es ahora una de las más odiadas, lo que ha derivado en violentos enfrentamientos entre las dos partes. El primero fue el 12 de junio, cuando los manifestantes rodearon el Parlamento y la Policía los dispersó usando pelotas de goma y gases lacrimógenos. Desde entonces, cada fin de semana se suceden las protestas que acaban con múltiples arrestos y abusos por parte de ambos. Incluso a algunos de los parlamentarios afines a Lam –y por ende a Pekín–, les parece que el gobierno no ha hecho lo suficiente para curar esa brecha y que la medida llega tarde. «¿Por qué no lo retiró antes?», se preguntó el parlamentario progubernamental Paul Tse, quien matizó que el problema ya no es el proyecto de ley sino las tensiones entre China y Hong Kong.

Y es que Pekín se juega en la ex colonia británica su soberanía, el control de su territorio y su seguridad nacional, además de una imagen internacional que a lo largo del verano se ha ido endureciendo. Por eso, para el director de Amnistía Internacional en Hong Kong, Tom Mackey, «se necesitará mucho más para mostrarle al mundo que las autoridades están realmente comprometidas con la defensa de los derechos humanos y enviar un mensaje claro de que sus habitantes aún pueden disfrutar de estos derechos independientemente de su ideología política».

De la misma opinión es la parlamentaria prodemocracia Claudia Mo, quien asegura a LA RAZÓN que «esto es demasiado poco, demasiado tarde: la suerte está echada», dice. «Se han cometido graves errores. Las heridas y cicatrices siguen sangrando. Esto dejará una marca duradera en la historia de la ciudad».

Un altar de flores en la estación de Prince Edward

El futuro es muy incierto, aunque las heridas volvieron a abrirse ayer cuando una multitud de ciudadanos se reunieron en la estación de Prince Edward para exigir que les entregaran la grabación de los altercados con la Policía del pasado sábado, cuando varios agentes usaron gases y pelotas de goma contra manifestantes y pasajeros.

«Estoy muy enfadada. Siento que tengo que estar aquí y exigir una explicación porque la Policía pegó a los ciudadanos. Aunque muchos sean jóvenes y a veces se puedan equivocar, nuestro gobierno no debería responder así», dice la señora Wee desde el interior de la estación de metro momentos antes de que la volvieran a clausurar.