Oriente Medio
Incertidumbre y esperanza para los cristianos sirios
Las pequeñas comunidades, que no superan el 2% de la población, celebran la primera Semana Santa tras la caída de Asad
Después de interminables años de guerra y destrucción como infalibles constantes, los últimos meses de la historia siria han constituido una sorpresa para propios y extraños. Porque, tras más de una década de resistencia sangrienta, nadie esperaba el pasado mes de diciembre la caída, en cuestión de días, de la dictadura de Bachar al Asad. Porque pocos esperaban que, menos de cinco meses después de la llegada a Damasco de los islamistas radicales suníes de Hayat Tahrir al Sham (HTS), la política y no los ajustes de cuentas y las represalias de las nuevas autoridades sirias lideradas por Ahmed al Sharaa sean la noticia principal en Siria. No siempre, con todo, ha sido así. Tras un intento de insurrección, a comienzos de marzo remanentes del antiguo régimen y las fuerzas de HTS se enfrentaban violentamente en las zonas costeras de mayoría alauí, la secta islámica a la que pertenecía la élite de la dictadura de los Asad. Unos choques que acabaron derivando en la ejecución sumaria y masiva de miembros -con vinculación directa o no con el régimen anterior- de la citada secta a manos de elementos armados incontrolados -o no- vinculados al nuevo mando militar. Además de los varios centenares de muertos -el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una ONG con sede en Londres e informadores sobre el terreno, llega a elevar el balance hasta los dos millares de víctimas-, el brote de violencia provoca el desplazamiento de centenares de familias alauíes y cristianas hacia otras partes de Siria y el vecino Líbano.
Lo ocurrido recientemente en las gobernaciones costeras de Tartús y Latakia ha dejado una preocupación en el seno de las minorías religiosas del país mosaico que sigue siendo Siria, incluidos los cristianos. No en vano, y a falta de cifras oficiales, fuentes conocedoras de lo sucedido en el oeste sirio aseguran que también hubo, aunque en números exiguos, víctimas cristianas, acusadas como los alauíes de haber apoyado tradicionalmente al régimen de Bachar al Asad. Tienen, por tanto, los cristianos sirios motivos para la preocupación. A falta de cifras oficiales, la guerra, el califato yihadista que imperó en suelo sirio e iraquí durante varios años, la pobreza extrema y la destrucción, todo el horror que ha marcado la última década y media de la historia siria, ha reducido el porcentaje de cristianos, bien por eliminación física o bien por exilio, hasta un porcentaje situado en torno al 2% de la población. Los aproximadamente 300.000 sirios cristianos se reparten entre miembros de la Iglesia ortodoxa de Antioquía y la Iglesia ortodoxa siríaca -mayoritarios-, católicos -la Iglesia greco-melquita católica es la principal, aunque también los hay de rito maronita, antioqueno o latino- y protestantes. Con todo, Al Sharaa y los suyos insisten -no fue así en el pasado yihadista del autoproclamado presidente- en que los cristianos tienen asegurado su futuro en Siria. Aunque por ahora su recién nombrado gabinete interino cuenta con una sola representante cristiana (también la única mujer), la activista sirio-canadiense Hind Kabawat, las nuevas autoridades prometen impedir la inercia pendular hacia un futuro de dominio y resarcimiento suní.
Después de unas Navidades de relativa normalidad solo interrumpida por la quema de árboles en los distritos cristianos de Damasco y Alepo y algún otro incidente menor, los cristianos sirios celebran esta semana la Semana Santa en un ambiente de relativa normalidad y esperanza sin que la preocupación por su futuro se haya disipado definitivamente. «El régimen actual en Siria sabe que todos los ojos están puestos en este país y en sus minorías, especialmente en los cristianos, y se esfuerza en asegurarnos que nuestra existencia en este país es una obligación y que nos quieren en nuestra tierra que es Siria», explica a LA RAZÓN desde Damasco el religioso católico sirio Hani Choukeir. Con todo, el sacerdote vinculado a la archieparquía de Damasco de los maronitas admite «la preocupación por la existencia de algunos grupos islamistas radicales y sus planes, sobre todo después de lo que ocurrió a comienzos de marzo en las provincias costeras, donde murieron sobre todo alauíes, pero también algunos cristianos».
La prudencia domina el discurso de los sirios cristianos dentro y fuera del país. La experiencia demuestra la rapidez con la que los vientos cambian de dirección en Oriente Medio, y que la desconfianza es la mejor de las consejeras. Entretanto, tras un Domingo de Ramos de esplendor en el barrio damasceno de Bab Touma, y en otras muchas pequeñas localidades repartidas por el territorio sirio, los cristianos, como el padre Hani Choukeir, ultiman los preparativos para la misa de la Cena del Señor, la Vigilia Pascual y el Domingo de Resurrección que esperan que sea también la del país entero. «Tengo fe en que, si los cristianos han sufrido la opresión en esta parte del mundo durante siglos, y uno de los ejemplos es la masacre de 1860 en Damasco, sobrevivirán en Siria y todo Oriente Medio», concluye el teólogo.