Testimonios
"La infantería son los dioses de la guerra": En Donetsk la contraofensiva ucraniana ya ha comenzado
Los soldados de Kyiv han retomado posiciones en Vugledar y han obligado a las tropas rusas a retroceder dos kilómetros en el decisivo frente de Bajmut
La región de Donetsk en el este de Ucrania tradicionalmente se considera «una zona dura». Según sus habitantes, incluso el aire aquí «pesa más» por la concentración de fábricas y minería. Después de meses de intensos combates en las tropas de Rusia y Ucrania, en «este aire» el humo de los cigarrillos de los soldados y los incendios provocados por los ataques de los cohetes se mezcla con el olor a pólvora. Los paisajes, dejados por los combates, son devastadores y grises.
«Los rusos encontraron nuestras posiciones, y al vernos allí empezaron a tirar las minas sin parar. Durante una hora y media. Caímos a las trincheras. Cada vez que cayó una mina se levantaba el polvo y todo se hacía gris. Por esa pólvora no ves el cielo. El peor momento de mi vida», comenta Taras, de 28 años, uno de los soldados de la unidad portátil de defensa antimisiles número 68 en el frente de la dirección de Vugledar.
El gris podría ser el color oficial de la guerra de Ucrania. Es el tono de las carreteras destrozadas por los vehículos blindados desde Pokrovsk hasta Konstiantynivka, es el tono de las ruinas de Avdiivka y Mariinka, y del barro en las afueras de Vugledar. Es también el color del cielo nublado de los últimos días que parecía estar enfadado con la tierra.
Bajmut, Avdiivka, Mariinka y Vugledar no desaparecen de las portadas de los medios de comunicación. Son las ciudades casi borradas o ya completamente borradas de esta tierra por el fuego artillero y los cohetes. Mientras en «la tierra grande», como los militares a veces llaman el resto del país, parecía que todo se quedó parado en las vísperas de la gran contraofensiva, el movimiento en el frente no se congelaba.
En algunas direcciones, los militares ucranianas no solo conseguían frenar la ofensiva y no dejar pasar a los rusos, sino incluso lanzar unas pequeñas contraofensivas y retomar posiciones perdidas. Así, el día de la Pascua ortodoxa la brigada 68 retomó posiciones perdidas en la dirección de Vugledar. Este. Este frente se considera uno de los grandes éxitos de las fuerzas de Kyiv en esta guerra. Aquí, gracias a los esfuerzos enormes de la brigada 72 ucraniana, una brigada legendaria, en las trincheras de la región, la brigada rusa de 155 de infantería marina perdió mucho armamento y el personal. El 9 de mayo otro asalto de la 3ª brigada hizo ceder a los rusos dos kilómetros de las posiciones en la zona de Bajmut.
Para los que llevan meses en estos combates, la vida ha cambiado drásticamente desde el comienzo de la invasión rusa a gran escala. La tercera copa ya no la brindan por amor o mujeres, sino por sus compañeros fallecidos. Tanto como el resto del país espera a la gran contraofensiva, aseguran que seguirán «todo lo que haga falta, pero no creen en las victorias fáciles». Reconocen que cada nuevo combate se les resulta más duro por el cansancio físico y emocional. A la pregunta: «¿En qué sueñas?», independientemente de la brigada o del sitio en que nos encontramos contestan «ver a la familia».
Este cansancio y los nervios lo podemos ver en una de las gasolineras en la que toman café los soldados de infantería antes del combate en Bajmut. En una de las ruinas de la ciudad de Avdiivka, alguien ha escrito: «La infantería son dioses de la guerra». Son dioses que, según las palabras de otras unidades, corren más peligro y viven en las trincheras, pasan horas en el intento de limpiar el barro de la región de Donetsk. Uno de estos dioses me comentó que le cuesta superarse cada vez más cuando sale a la línea «cero».
«Me siento con angustia. Cada día me estoy preguntando ‘¿cuándo?’», me comenta sus esperanzas en vísperas de la contraofensiva Taras con entusiasmo en la voz. Al mismo tiempo, reconoce que la carga más pesada no queda para ellos. «No sé cómo aguantan los que están en las trincheras a unos metros del enemigo… Me acuerdo de la llegada de un proyectil en la trinchera de nuestros chicos. Escuché sus gritos por el ‘walkie talkie’, pero ya no pudimos ayudarles en nada».
Los militares del frente de Donetsk tienen miles de historias para contar sobre batallas ganadas y perdidas, y sobre una suerte enorme que tuvo cada soldado que sobrevivió los puntos más peligrosos. «Imaginate, un proyectil cerca de la cabeza de este tío. Este, en vez de caer al suelo, se apartó un poco, unos centímetros, y así evitó la muerte. Un macho, tío», me comenta Oleksiy, de 27 años, en un tono alegre, se ríe e imita a su compañero apodado «Profesor». Su movimiento parece un truco de la película de «Matrix». «Mi segundo cumpleaños», confirma las palabras de su amigo, un joven de 26 años, cuyo nombre en la vida civil fue Nikita. Son militares de la 5ª brigada, y pertenecen a una unidad de la defensa antiaérea. El episodio que describió Oleksiy, tanto como esa charla, tuvo lugar en las posiciones de artillería a unos 5 kilómetros de Bajmut.
El fuego artillero allí hace mucho ruido, se oyen explosiones sin parar. Tras pasar unas horas en «la zona», lo único que uno quiere es un minuto de silencio, un minuto para respirar. Cada «salida» de un proyectil cercana golpea el sistema nervioso, las «llegadas» dan una señal al cerebro: «La muerte está cerca». Parece que los militares de la 5ª no notan ni este sonido. «¿Cómo aguantamos? El aire fresco, la naturaleza. Un balneario… y el ruido significa que nuestra artillería está trabajando, que golpeamos duro al enemigo. El silencio es lo que da más miedo», comenta Sergiy, otro compañero de Oleksiy de 27 años.
Unos dos días después salió el mensaje sobre el avance en la zona de la 3ª brigada de asalto, formada por los veteranos de Azov, que dejó cientos de enemigos muertos y muchos militares rusos cautivos.
Las buenas noticias aquí se difunden rápido y ya se siente que el momento crucial de la guerra se avecina. Cada día se vive en las batallas, cada batalla ganada y el kilómetro de tierra recuperado les acerca al momento cuando estos chicos de las trincheras pueden volver a sus casas y sus familias.
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