Yihadismo

Kanem-Bornu: cuando un imperio milenario sirve de base a los terroristas de Boko Haram

Los kanuri, ajenos al yihadismo en su mayoría, no dejan de ser el grupo étnico principal de Boko Haram, donde sus métodos de reclutamiento mezclan la religión con un nacionalismo centenario

El líder de Boko Haram, Abubakar Shekau
El líder de Boko Haram entre 2009 y 2021, Abubakar Shekau, pertenecía a los kanuri.HANDOUTREUTERS

Cuando el diplomático y explorador andalusí León el Africano escribió sus observaciones sobre el reino de Bornu en el siglo XVI, indicó que “su rey sólo tiene como ingreso lo conseguido por el pillaje y asesinato de sus vecinos, que son sus enemigos”. Entonces se refería al monarca de un enorme reino que ostentó categoría de imperio durante casi mil años, una formidable extensión de tierra que llegó a hacerse con 12 reinos tributarios y que mantuvo su hegemonía en los actuales norte de Nigeria y de Camerún, partes de Níger y del sur del Líbano y casi la totalidad de lo que hoy conocemos por Chad. El nombre completo del imperio en sus años dorados fue Kanem-Bornu, que para muchos aquí es como para aquí el Imperio español.

Merece la pena comprender a partir de ahora que en África, de una forma similar a como ocurre en cualquier otro lugar del mundo, la historia de los pueblos se recuerda y perpetúa de una forma u otra entre los individuos que la heredaron; igual que un español podría hoy cantar alabanzas hacia Blas de Lezo o un mongol por Gengis Kan, no pocos malienses rememoran con orgullo que el rey Mansa Musa existió o, en este caso, no pocos habitantes del norte de Nigeria y de zonas de Níger y Camerún recuerdan los tiempos dorados del imperio de Kanem-Bornu. Este recuerdo del pasado que se nos atranca podría considerarse como un elemento común que comparten todos los pueblos, como los cuentos para dormir.

Bornu, Borno

A la hora de hablar del grupo terrorista Boko Haram, inmediatamente salta el resorte del yihadismo y su ligazón con el islam. Pero habría que abrir miras para buscar otras motivaciones que rijan a sus seguidores, como pueden ser los factores económicos que llevan a los jóvenes a alistarse o el recuerdo intermitente de un imperio que permanece en los pensamientos de la etnia mayoritaria del grupo.

Los kanuri, también llamados kanembu, surgieron a mediados del siglo IX, cuando oleadas de nómadas bereberes y árabes del norte se introdujeron en la cuenca del Chad y comenzaron a relacionarse con las poblaciones negras que ya la habitaban, creando así una comunidad mestiza que alcanzó a conocerse bajo este título. Fueron ellos quienes establecieron un nuevo reino en la región, conocido inicialmente como Kanem y que más tarde crecería hasta adoptar los territorios de Bornu. Y fueron ellos de los primeros en abrazar la fe islámica en el siglo XI, creando así, mediante el mestizaje étnico y la introducción de una nueva religión monoteísta, la estructura de este reino que no caería de forma definitiva hasta los años de la colonización. Claro que los kanuri no eran los únicos pobladores de este extenso imperio, porque la cuenca del Chad ya era entonces un hervidero de vida peculiar y era habitual que los kanuri guerrearan con las comunidades vecinas.

Se dice que Kanem-Boru basó sus relaciones comerciales en la venta de marfil, animales y estaño a cambio de tejidos, armas y caballos, y siglos más tarde comenzó un intercambio de sal, cuero y algodón por los perfumes, el oro y la seda que traían los europeos y árabes desde las rutas comerciales que fueron estableciéndose entre la costa atlántica y el Sahel. La venta de esclavos les era además fructífera. Tal y como siguió explicando León el Africano, el monarca de los kanembu dirigía una serie de razias estacionales donde atacaba a los kotoko y los bulala, pero también a los hausa que hoy siguen siendo sus vecinos: “El rey hace venir a mercaderes de Berbería para proporcionarle caballos que él trueca por esclavos […]. Con estos caballos, él montaba una expedición contra sus enemigos y hacía esperar a los mercaderes hasta su regreso […]. Cuando volvía de la expedición, a veces traía bastantes esclavos para los mercaderes, pero otras veces, estos estaban obligados a esperar al año siguiente porque el rey no tenía suficientes esclavos para pagarlos.”.

La resaca de este reino puede vislumbrarse todavía hoy. En Nigeria, el Estado norteño de Borno le debe su nombre, igual que los kanuri conforman actualmente la mayoría étnica de esta zona. Y si concediésemos que la Historia repercute en el presente, no debería desdeñarse que Boko Haram fuera creado en el Estado de Borno por individuos de etnia kanuri. Incluso siguen sucediéndose estas razias, hoy categorizadas como “secuestros”, con las motocicletas haciendo de cabalgaduras y donde los seguidores de Boko Haram, herederos bastardos de Kanem-Bornu, secuestran a centenares de niñas para transformarlas en sus esposas (esclavas sexuales). Tampoco es casualidad que las zonas de influencia de Boko Haram en el sureste de Níger concuerden con las zonas ocupadas por nigerinos de la etnia kanuri, ni que se rumoree un acuerdo no escrito entre Níger y Boko Haram donde se permite a los terroristas escapar de la justicia nigeriana cruzando la frontera y escondiéndose en los territorios kanuri (de una forma similar a cómo los etarras se ocultaban en el País Vasco francés).

Los kanuri, inocentes y señalados

Pero no todos los kanuri pertenecen a Boko Haram, como es evidente, de la misma manera que no todos los vascos pertenecían a ETA. En realidad, la mayoría de los kanuri no pertenecen a Boko Haram y sufren en sus carnes el mordisco del fanatismo religioso. Ibrahim Maiduguri es un comerciante de la etnia kanuri que vive en el estado norteño de Yobe, vecino de Borno, y confirma que “Boko Haram rapta a seres humanos y los vende como si fueran ganado”. Es él quien recuerda que una de las intenciones principales del grupo terrorista consiste en expulsar toda influencia Occidental del norte de Nigeria, para mantener así una categoría de valores tradicionales propios y sostenidos por la religión y el sesgo cultural que caracteriza a los habitantes de su zona.

El discurso de Boko Haram tiene muchos recursos: fuerzan el hambre de las familias para llamar a las armas, recitan el Corán, pero también acusan a la colonización europea de dividir el imperio de Kanem-Bornu para su provecho (omitiendo de manera conveniente que las luchas internas fueron la causa principal de su colapso). El trasfondo religioso de Kanem-Bornu se ha revelado además como un útil aliado para la propaganda yihadista, gracias a la creación de un sentimiento acentuado de victimismo en donde los nuevos líderescargan la responsabilidad de recrear la gloria perdida a manos del conquistador, cristiano y Occidental. Este híbrido de islam-nacionalismo para enfrentar a los reclutas contra el cristianismo y los valores occidentales permite a Boko Haram configurar la ilusión de una lucha doble, ideada para que sentirse religiosa pero también patriótica. Suenan los ecos del mai Dunama Dibbalemi (siglo XIII), el primer rey de Kanem-Bornu en instaurar el islam como religión oficial del imperio y responsable de iniciar una demoledora yihad contra los reinos vecinos. Su nombre vuelve a ocupar los labios, y el mai Dunama es hoy un referente entre los luchadores de Boko Haram, un ejemplo ideal para subrayar este cóctel de tradición y religión que tan útil les resulta.

Se apoyan así en un discurso preestablecido mientras sus actos demuestran lo opuesto, ya que han sido repetidos sus intentos de asesinato de miembros de la realeza kanuri, mientras su estrategia revela un interés en configurar un nuevo universo social y político para los habitantes de las zonas que dominan. Conforman un homúnculo ideológico que picotea del fundamentalismo salafista, las frustraciones locales contra la política nigeriana y una bruma histórica reinterpretada a la carta, utilizando para sus fines los mismos métodos violentos que llevan siglos utilizándose en el territorio.

El resultado inmediato ha supuesto una mayor discriminación por parte de otras etnias nigerianas contra los kanuri. En las elecciones presidenciales que tuvieron lugar el pasado mes de febrero, fue significativa la campaña de acoso y derribo que sufrió el candidato a vicepresidente del APC, Kashim Shettima, cuando amplios sectores de la sociedad le acusaron, no ya de ser afín a Boko Haram, sino de ser uno de los líderes del grupo. Una campaña de acoso y derribo que Shettima achacó a su condición de kanuri y que perjudicó enormemente los resultados del APC en los Estados del norte nigeriano (excluyendo, claro está, al Estado de Borno y su mayoría kanuri).

Quedan cabos que atar desde hace siglos. Grano tras grano, despiezando la montaña yihadista, no cabe duda de que las insatisfacciones de los kanuri servirán a la estrategia de Boko Haram mientras no sean tratadas de la manera adecuada por el Gobierno nigeriano, o quienquiera que sea el encargado de arreglarlo. Achacar la existencia de Boko Haram en exclusiva al pasado de los kanuri, o a los kanuri en su conjunto, puede parecer precipitado, pero no cabe duda de que existe un importante componente nacionalista y tradicionalista a la hora de analizar las estrategias de reclutamiento de este mortífero grupo.