Opinión
Con más de 262 atletas ucranianos muertos, ¿por qué los rusos sí pueden participar en los Juegos Olímpicos?
Al Comité Olímpico Internacional le quedan pocas opciones
Thomas Bach, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), lo tiene complicado. Abogar, explicar lo inexplicable y justificar lo injustificable persuadiendo a aquellos quienes no quieren ver la Rusia de Putin y la Bielorrusia de Luskashenko, su fiel títere, acudir a las mayores citas deportivas, en particular, de los Juegos Olímpicos de París en 2024, mientras dure la guerra contra Ucrania.
Insiste que el organismo que preside debe ser «políticamente neutral», apelando a la Carta Olímpica y los derechos humanos, y dice que los miembros del COI «nos solidarizamos, sufrimos y comprendemos al pueblo y los atletas ucranianos». Yo personalmente dudaría lo de comprender.
Hace pocos días, en su discurso en el foro político en Essen, Bach declaró que el COI «no puede ser árbitro en disputas políticas globales». Ni más ni menos... «disputas políticas». Como si no se tratase de una guerra en toda regla con miles de muertos. Bach prosiguió asegurando que los Juegos (Olímpicos) deberían mantenerse alejados de la política, de lo contrario, perderían sus poderes de unir a la gente como ocurrió en los años 1970 y 1980.
En otras circunstancias una polémica académica no vendría mal. Pero en tiempos de guerra en Europa, la más sangrienta desde la Segunda Guerra Mundial, tales declaraciones y en especial, las decisiones, no hacen más que distorsionar la realidad.
En una guerra injusta, y Bach seguramente es consciente de que ésta lo es, la neutralidad siempre beneficia al agresor. El frenético intento de encontrar un matiz gris en esta situación donde el blanco y el negro no dejaron espacio a otros colores, sólo va a desacreditar a un organismo incapaz de sacar pecho y adoptar las decisiones correctas.
A lo largo de la historia, los totalitarismos siempre han apostado por los deportes como herramienta política para visibilizar su superioridad sobre las democracias.
Desde esta perspectiva, los boicots de los JJ OO no son algo insólito, más bien una tradición que va mano a mano con el anhelo de los totalitarismos de usar estas citas deportivas para sus propósitos propagandísticos.
En 1920, la comunidad mundial se opuso tajantemente a la participación en los Juegos Olímpicos en Amberes de los países del Eje que desataron la Primera Guerra Mundial.
A mediados de los 1930, muchas naciones exigieron que el COI moviera la sede de los Juegos Olímpicos de 1936 de la capital de la Alemania nazi a otro lugar. La directiva del COI de aquella época no disimulaba su admiración del Führer Adolf Hitler y se negó a cumplir con estas demandas. A propósito, España –junto con Lituania– boicoteó los Juegos Olímpicos por motivos políticos. Es de conocimiento general, como usó Hitler los JJ OO de Berlín para demostrar las ventajas del nuevo régimen y orden político que representaba.
No es de extrañar que en los primeros JJ OO celebrados tras la Segunda Guerra Mundial en Londres en 1948 nadie quiso ver a los artífices materiales de la misma –Alemania, Japón y Bulgaria–.
Sin duda, el episodio más notorio del boicot de los JJ OO, por ser el más reciente y más masivo, es el de Moscú en 1980. En total, 65 países, en respuesta a la invasión soviética de Afganistán un año antes, en una u otra forma boicotearon los Juegos, aunque un número significante de éstos finalmente participó a título personal dado que sus gobiernos permitieron a sus comités olímpicos nacionales aprobar sus propias decisiones respecto a si acudían a la cita deportiva en Moscú o no.Seguramente habrá gente que dirá que es algo del pasado y tendrá razón. Hasta cierto punto. En primer lugar, vale la pena recordar que la guerra de Rusia contra Ucrania tiene elementos que indican genocidio, el mismo crimen que perpetró Hitler contra el pueblo judío en Europa. La Rusia de Putin rompió la tregua olímpica en tres ocasiones –en 2008, 2014 y 2022 (en este reciente caso con apoyo de Bielorrusia). Desde este punto de vista, es casi imposible causar más daño a la Carta Olímpica.
Hasta la fecha al menos 262 atletas y entrenadores ucranianos han sido asesinados por los rusos. 16 resultaron heridos, seis desaparecieron y 28 son prisioneros. Una parte significativa de los deportistas ucranianos ya nunca podrán acudir a los Juegos Olímpicos. Y ¿por qué los rusos, sí?
Los deportes siempre han formado parte de la propaganda imperial rusa. Las asociaciones de deportes rusas más numerosas están tuteladas por el Ministerio de Defensa o el del Interior. El Club Central de Deportes del Ejército (o SCKA, más conocido por sus siglas en inglés) es la base del entrenamiento de los efectivos tanto del Ejército ruso, como de otras entidades de opresión (el FSB o la Guardia Nacional de Rusia). A base de estos clubes entrenan los atletas para 70 deportes, 44 de ellos olímpicos.
En sus páginas oficiales estos clubes explícitamente avalan la así denominada «operación especial militar» (o sea, la guerra) en Ucrania, publican los reportajes en apoyo a las tropas que combaten en Ucrania y organizan visitas a las regiones ocupadas. Uno de cada tres atletas rusos en los Juegos de Pekín era un efectivo del Ejército ruso, precisamente, del CSKA. En Tokio, entre 71 medallas que ganó el equipo olímpico ruso, 45 consiguieron los atletas que son militares en activo.
Los atletas rusos y los medallistas olímpicos en particular participan de forma sistemática en los eventos en apoyo del régimen de Putin y de la guerra contra Ucrania, que se celebran en el Gran Estadio Deportivo del Complejo Olímpico Luzhnikí de Moscú, luciendo una «Z» que exalta la invasión contra Ucrania.
Todo apunta a que el Comité Ejecutivo del COI va a hacer oídos sordos y caso omiso a la realidad. Contra su voluntad y el deseo de guardar «la neutralidad política», ya está involucrado en la política. Es Rusia quien puso al COI en aprietos con su política de guerras y agresiones y el incumplimiento de la Carta Olímpica. El COI prefiere evitar cualquier discusión sobre el tema de los crímenes de guerra cometidos por Moscú y el papel que juegan los atletas rusos para apoyar y promocionar esta invasión. La postergación premeditada y calculada de esta realidad y los hechos de la guerra es un desprecio a las decenas de miles de ucranianos que murieron a causa de esta invasión.
A menos que el COI adopte la decisión de excluir a todos los atletas rusos y bielorrusos de los JJ OO en París, el movimiento olímpico internacional sufrirá inminentemente un daño tremendo con una alta probabilidad de un boicot colectivo de países que no van a permitir que los deportes se usen para legitimar la guerra contra la humanidad.
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