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Naufragio

Más de 40 desaparecidos tras volcar una embarcación en Nigeria

Diez pasajeros fueron rescatados con vida en Sokoto, mientras los equipos de emergencia y voluntarios locales continúan las labores de búsqueda

Más de 40 desparecidos en el naufragio de una barcaza en el noroeste de Nigeria EUROPAPRESS

Más de 40 personas siguen desaparecidas tras el naufragio de una embarcación informal este domingo en Sokoto, en el noroeste de Nigeria. Diez pasajeros fueron rescatados con vida, mientras equipos de emergencia y voluntarios locales continúan las labores de búsqueda. La Agencia Nacional de Gestión de Emergencias (NEMA) confirmó que la operación se desarrolla en coordinación con las autoridades estatales y que la prioridad es encontrar supervivientes, aunque crece el temor a que el número de víctimas mortales aumente con el paso de las horas.

El suceso recuerda un tipo de tragedia que se ha convertido en una rutina en Nigeria. Hace apenas tres semanas que otro naufragio en el estado de Níger provocó la muerte de al menos 13 personas y dejó decenas de desaparecidos. En noviembre del año pasado, casi 200 pasajeros se vieron implicados en otro vuelco masivo en el río Níger. Se cobró decenas de vidas. Y en junio de 2023, en Kwara, más de un centenar de asistentes a una boda fallecieron en un accidente fluvial considerado como uno de los peores en la historia reciente del país. La lista de tragedias se prolonga sin un final aparente: 76 muertos en Ogbaru, en 2022; casi un centenar de fallecidos en Kebbi, en 2021; en Bagwai, ese mismo año, se registró una treintena de víctimas.

La recurrencia de estos desastres ha convertido los ríos y lagos nigerianos en escenario de duelo frecuente. Para millones de personas, sin embargo, las aguas son la única vía de comunicación. El transporte fluvial conecta aldeas aisladas con mercados, escuelas y hospitales, especialmente en las zonas rurales ribereñas, donde las carreteras son escasas o intransitables durante la estación lluviosa. La necesidad obliga a subir a embarcaciones viejas, mal mantenidas y, en la mayoría de los casos, sobrecargadas.

Las autoridades suelen atribuir estos vuelcos a una combinación de factores: exceso de pasajeros y carga, mantenimiento deficiente, condiciones meteorológicas adversas y falta de medidas de seguridad. Pero los estudios académicos apuntan a un panorama más amplio y sistemático. Una investigación publicada en noviembre de 2021 en la revista International Journal of Scientific Research in Multidisciplinary Studies analizó 266 incidentes en Nigeria entre 2010 y 2021 y contabilizó más de 2.300 muertes. El trabajo concluyó que más de dos tercios de los accidentes se deben a factores humanos, principalmente la sobrecarga y la inexperiencia de los patrones. Sólo una quinta parte estuvo asociada a fenómenos naturales, como lluvias torrenciales o crecidas repentinas. Es decir: que la mayoría de los naufragios podrían haberse evitado con prácticas básicas de seguridad.´

Otro estudio realizado en Port Harcourt, también en Nigeria, descubrió que los accidentes en embarcaciones pequeñas e informales, como las canoas motorizadas que cruzan a diario ríos y estuarios, presentan tasas de mortalidad mucho más elevadas que los ferris de mayor tamaño. Los investigadores subrayaron que la informalidad del sector impide que se apliquen controles básicos, como el registro de pasajeros o la obligatoriedad de chalecos salvavidas. Más del 70 % de los operadores encuestados reconoció no cumplir con los protocolos básicos, como dar instrucciones antes del viaje o reportar salidas y llegadas a las autoridades.

La explicación académica permite comprender (en cierta medida) por qué los anuncios oficiales tras cada desastre, como promesas de más controles, sanciones y campañas de sensibilización, suelen tener poco efecto. La normativa existe, está ahí, pero rara vez se aplica. El sistema se nutre de comunidades ribereñas que han desarrollado sus propias reglas informales y que negocian su transporte a diario con la ausencia del Estado.

En Sokoto, mientras tanto, los rescatistas mantienen la esperanza de encontrar supervivientes. Pero esta escena, repetida tantas veces en distintos rincones del país, ha dejado de ser un accidente aislado para convertirse en un síntoma estructural y grave. Cada naufragio recuerda que la movilidad en Nigeria sostiene un frágil equilibrio entre la necesidad de transportar a miles de personas y un déficit crónico de seguridad que transforma cada travesía en una apuesta por la vida.