Crisis política en Italia

Mateo Salvini, un vicepresidente en campaña permanente

Asumió en 2013 un partido en ruinas que ha transformado en una máquina de ganar elecciones gracias a un discurso incendiario y su habilidad para imponerse a sus socios del M5E

El ministro del Interior y viceprimer ministro italiano monta ayer en canoa tras su discurso en Policoro
El ministro del Interior y viceprimer ministro italiano monta ayer en canoa tras su discurso en Policorolarazon

Matteo Salvini ha precipitado una crisis política de verano en Italia sabedor de que lidera unos sondeos que le llevarían al Palacio Chigi en caso de convocarse elecciones. ¿Para qué conformarse con ser vicepresidente cuando se puede ser presidente del Gobierno? En un anticipo de lo que iba a pasar, el líder de la Liga aseguraba en julio que este verano no tendría vacaciones. En su lugar, inició un «beach tour» electoral por las costas italianas en bañador y sandalias que han hecho las delicias de los veraneantes. Las urnas están cerca y no podía perder ni un solo día para demostrar que es uno más, y no un político al uso encerrado en su despacho, que, por cierto, no ha pisado mucho durante sus catorce meses de ministro del Interior. Por el contrario, ha utilizado el cargo con fines propagandísticos. Su costumbre de acudir a actos públicos con sudaderas de las Fuerzas de Seguridad y los servicios de emergencia no han dejado de molestar a muchos servidores públicos.

Nacido en Milán en 1973, Salvini procede de una familia de clase media. Con tan solo 17 años se afilió a la Liga Norte, cuya aspiración era entonces la autonomía y el federalismo. Trabajó como repartidor de pizzas mientras estudiaba en la Facultad de Historia de Milán,

carrera que no llegó a terminar. Con solo 20 años fue elegido concejal de Milán, que compaginó con su faceta periodística al mando de Radio Padania Libre y Radio League, medios del partido donde se curtió como orador y hábil propagandista. Al comienzo de su etapa política, luchó por la independencia de la región de la Padania. Por entonces, su

vestuario poco o nada tenía que ver con el actual. Vestía con ropa deportiva e informal y asiduamente llevaba una camiseta con el dibujo de una excavadora, a modo de eslogan, para advertir de una de sus principales promesas: echar abajo los campamentos de gitanos rumanos. En 2004, fue elegido eurodiputado y en 2013 tomó las riendas de una Liga Norte hecha añicos que solo obtuvo un 4% de votos en las elecciones. Su primera misión fue romper con el fundador, Umberto Bossi, juzgado y condenado por apropiarse de fondos del partido. «El capitán», como le llaman sus amigos, comenzó a rediseñar la formación. La Liga Norte pasó a ser la Liga, se olvidó del separatismo para conquistar al electorado del sur con sus eslóganes contra la «invasión de inmigrantes».

Omnipresente en las redes sociales y había provocador, Salvini consigue en las elecciones de 2018 «sorpassar» al veterano Silvio Berlusconi y convertir a la Liga, con el 17%, en el partido más votado de la derecha italiana. Como tercera fuerza del Parlamento, logra cerrar la primera coalición populista de Europa con los antisistema del Movimiento 5 Estrellas (M5E), que habían sido los más votados. Con siete ministros en el nuevo Gobierno, la Liga supo imponer a sus inexpertos socios los puntos más importantes de su programa (expulsión de inmigrantes, bajadas de impuestos). Como ministro del Interior, ha practicado una política de contención de la inmigración ilegal que le ha granjeado la simpatía de gran parte del electorado, cansado de que durante años el resto de Europa haya dado la espalda a Italia. Su decisión de cerrar los puertos italianos a los barcos de las ONG le ha enfrentado repetidamente con sus socios europeos.

Pero no solo se ha contentado con su Ministerio, sino que durante este último año el líder ultraderechista ha opinado de todos los asuntos políticos y económicos, y hasta ha organizado reuniones con los sindicatos y empresarios, sin contar con el primer ministro, Giuseppe Conte, y el ministro de Economía, Giovanni Tria.

Con el viento a su favor, Salvini fue comiendo el terreno a su alter ego, el también vicepresidente y ministro de Trabajo Luigi di Maio, del M5E. Como resultado, la Liga arrasó con nueve millones de votos en las elecciones europeas de mayo, mientras que los «grillinos» perdieron la mitad de sus apoyos. Este triunfo abrumador convenció a Salvini de que había llegado el momento de dinamitar el Gobierno y forzar el adelanto electoral. El apoyo en el Senado a la reanudación de las obras del tren de alta velocidad entre Turín y Lyon en contra del criterio del M5E fue el último clavo en el ataúd de una coalición en guerra abierta entre sus socios.

Sospechas de corrupción y amistades peligrosas

Admirador de Donald Trump y amigo de Marine Le Pen y Viktor Orban, Salvini ha tratado de construir sin éxito una alianza continental para socavar a la UE, blanco de sus críticas más furibundas. Para conseguirlo cuenta con la inestimable ayuda del Kremlin, que, según investiga la Fiscalía de Milán, financia a la Liga a cambio de concesión de contratos públicos.