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Muere la "Mata Hari"del Caribe, amante de Fidel Castro y testigo de la conspiración que acabó con Kennedy

Marita Lorenz, la espía de la CIA que fue incapaz de matar a Castro porque estaba profundamente enamorada del comandante, ha fallecido a los 80 años de un fallo cardiaco

Marita Lorenz
Marita Lorenzlarazon

Marita Lorenz, la espía de la CIA que fue incapaz de matar a Fidel Castro porque estaba profundamente enamorada del comandante, ha fallecido a los 80 años de un fallo cardiaco.

Marita Lorenz, que fue amante del exdictador Fidel Castro en 1959 y que más tarde fue reclutada por la CIA para matarlo, murió el pasado miércoles de un fallo cardiaco este miércoles a los 80 años.

Nacida en Bremen (Alemania) en 1939 del matrimonio de un capitán de barco alemán y una actriz estadounidense, Lorenz estuvo dos años en el campo de concentración nazi de Bergen-Belsen cuando era solo una niña y fue luego violada por un oficial estadounidense.

Marita llegó a Cuba en un crucero norteamericano capitaneado por su padre. Tenía 19 años y en el país caribeño Fidel Castro acababa de tomar el poder recién llegado al poder. Cuando el líder de la revolución y la joven alemana se conocieron, surgió el flechazo. Ella le mostró su camarote y él la besó por primera vez: “Estaba subyugada. ¡Fidel transmitía tal fuerza! No hicimos el amor, pero casi”, confesó años después. Cuando el crucero acabó regresó a Nueva York con su familia pero pocos días después Fidel contactó con ella por teléfono para invitarla a pasar unos días en La Habana. Marita aceptó inmediatamente y comenzó un romance que acabó de manera brusca y que les dejó a ambos heridas en el alma. Durante varios meses, Marita vivió con Fidel en la suite 2408 del Habana Hilton, donde comenzó a trabajar como su secretaria personal.

Acerca de su vida sexual, admitió que el dirigente comunista no era precisamente un buen amante. “Estaba más interesado en las caricias que en el acto sexual real. Pero los dictadores son todos así”.

Todo iba viento en popa hasta que Marita se quedó embarazada. Al principio a Fidel no le gustó la idea, pero después trató de tranquilizarla y le dijo que todo saldría bien. Pero el dictador tenía otros planes. En noviembre de 1959, Maritza estaba embarazada de ocho meses y se desmayó tras beber un vaso de leche. Al abrir los ojos, descubrió que estaba en el hospital Roosevelt de Manhattan, seminconsciente y sin su bebé.

Aunque le dijeron que había sufrido un aborto, Marita nunca lo creyó. UN médico de New York le confesó que le habían provocado el parto provocado mientras estaba en coma, extremo que el propio Fidel acabaría reconociéndole en 1981, cuando Marita visitó la isla por última vez. “Le supliqué que me presentase a nuestro hijo. Entonces abrió la puerta y apareció Andrés Vázquez. Se parecía a su padre. Sus manos y su rostro eran idénticos. Le di los regalos que le había llevado. Me dijo que estudiaba medicina. Mientras, yo no paraba de llorar”, recordó Lorenz.

Poco después de salir del hospital de Manhattan con el alma rota por la pérdida de su hijo y de su gran amor, fue captada por la CIA. Una de sus primeras misiones fue volver a la isla para acabar con la vida de Fidel dándole un veneno. Así, en 1961 regresó a La Habana. Todavía conservaba la llave de la suite 2408, en la que el comandante seguía viviendo. Entró y le esperó, pero Fidel ya conocía el motivo de su visita. “Me entregó su pistola y mirándome a los ojos me dijo: ‘Nadie puede matarme’. Tenía razón. Solté el arma y me sentí liberada”, dijo Marita en una entrevista a París Match.

En lugar de quedarse con Fidel, de lo que se arrepentiría toda su vida, Marita decidió regresar a Nueva York sin haber cumplido su misión, lo que provocó una fuerte reprimedenda y un fuerte el rechazo de la

agencia de contrainteligencia norteamericana. Pero no fue su último trabajo para la CIA. Su siguiente misión tenía como destino Venezuela. Debía hacer de correo para recaudar dinero para la causa anticomunista.

Allí conoció al general Marcos Pérez Jiménez, presidente del país (1952-1958), con el que comenzó una relación que se tradujo en el nacimiento de una hija. Poco después, un golpe de estado de un sector de las Fuerzas Armadas acabó con el militar fue encarcelado. Marita y su hija fueron abandonados en medio de la selva.

Marita ya se había ganado el sobrenombre de la "Mata Hari del Caribe". Cuando desveló su verdadera identidad, concedió alguna entrevista y publicó el libro "yo fui la espía que amó al comandante", muchas de las historias que revelaba eran puestas en tela de juicio aunque ella siempre defendió la veracidad de sus testimonios. "Tengo todos los documentos de la CIA y del FBI para demostrarlo. No quiero glorificar mi vida. Hay suficientes pruebas como para no tener que exagerar", afirmó en una entrevista. Una de las más controvertidas es la afirmación de Marita de que fue testigo de la conspiración para matar a John Fitzgerald Kennedy el 22 de noviembre de 1963.

Según dijo, contactó con un grupo anticastristas en Miami que pudo tener relación con el asesinato del presidente norteamericano. Supuestamente, los anticastristas pusieron a JKK en su foco después de que retirara su apoyo a la fallida invasión de Bahía Cochinos en 1961. Marita llegó a reconocer que durante su formación en la CIA conoció a Lee Harvey Oswald en uno de los campamentos de la inteligencia estadounidense en Florida.