Reino Unido

El nuevo Gobierno británico se compromete a «reiniciar» las relaciones con la Unión Europea

Starmer quiere proyectar la máxima buena vecindad, pero al mismo tiempo, no quiere parecer impaciente por desentrañar los espinosos detalles del Acuerdo de Comercio y Cooperación

El nuevo inquilino de Downing Street, el laborista Keir Starmer, presentó este miércoles una hoja de ruta con la que quiere poner fin a la política divisoria para contrarrestar «los daños del populismo» y el ascenso de la extrema derecha, materializado en Reino Unido con la entrada en los Comunes del partido Reforma, de Nigel Farage.

Tras conseguir mayoría absoluta en las elecciones del 4 de julio poniendo fin a catorce años de era conservadora, el nuevo Ejecutivo presentó sus propuestas legislativas centradas, ante todo, en recuperar la estabilidad económica. En este sentido, el Proyecto de Ley de Responsabilidad Presupuestaria obligará a que cada evento fiscal esté sujeto a una evaluación de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (el organismo independiente que fiscaliza las cuentas del Gobierno) para garantizar que los errores del «minipresupuesto» de la fugaz primera ministra toryLiz Truss no se repitan.

En una monarquía parlamentaria cargada de tradición, la apertura del Parlamento se lleva a cabo por el monarca, en su calidad de jefe de Estado. La agenda leída por Carlos III incluyó una reorganización de las leyes de planificación para impulsar la construcción de viviendas y la inversión en infraestructura, el establecimiento de una empresa energética de propiedad pública y un plan para devolver a la propiedad pública las fallidas redes ferroviarias privatizadas.

«Ha llegado el momento de levantar el pie del freno en el Reino Unido. Durante demasiado tiempo, los ciudadanos han sido forzados a quedarse atrás. Sus trayectorias vitales han venido determinadas más por su origen que por su talento o por su duro esfuerzo. Las nuevas leyes nos ayudarán a recuperar el control y establecerán las bases del cambio real que este país reclama a gritos», señalaba el primer ministro.

Tras arrasar en las urnas, podría haber tirado la casa por la ventana como hizo Tony Blair en 1997 anunciando un cambio drástico de políticas que, entre otras, incluía salario mínimo nacional, referendos sobre la devolución de poderes en Escocia y Gales e incluso la independencia del Banco de Inglaterra.

Pero Starmer sigue apostando por la cautela. No hubo sorpresas. Es más, rescató incluso tres proyectos del anterior Gobierno conservador de Rishi Sunak que, pese al apoyo de los diputados, no llegaron a salir adelante por de adelanto electoral: la prohibición gradual de la venta de tabaco a menores, el refuerzo de los derechos de los inquilinos en las viviendas de alquiler y una nueva entidad reguladora del mundo del fútbol.

Por otra parte, si bien el llamado «Discurso del rey» incluyó un compromiso con una «fuerte defensa basada en los valores de la OTAN», no se especificó un calendario para aumentar el gasto en defensa del 2,3 al 2,5 por ciento del PIB, a medida que más países de la alianza atlántica piden a sus aliados que aumenten la partida en medio de los grandes desafíos políticos que además se enmarcan ante la cada vez más probable reelección de Donald Trump en Estados Unidos. El vínculo histórico que une Londres con Washington permanecerá sea quien sea esté en la Casa Blanca.

No obstante, tras los turbulentos años del Brexit, la política exterior del nuevo Ejecutivo laborista está marcada por el nuevo «reinicio» que quiere establecer con la UE. Es complicado estimular la economía sin un alivio sustancial de las fricciones en la frontera con el mercado único a donde, de momento, no se va a regresar. Tampoco a la unión aduanera.

Starmer quiere proyectar la máxima buena vecindad, pero al mismo tiempo, no quiere parecer impaciente por desentrañar los espinosos detalles del Acuerdo de Comercio y Cooperación. El conocido por pacto de divorcio firmado en su día por Boris Johnson contempla su propia revisión en 2025. Y los laboristas no quieren desaprovechar la oportunidad.

En la UE no hay apetito por reabrir arduas negociaciones. Pero como prueba de que ambas partes quieren, en efecto, acercar posturas, están los planes de celebrar una primera cumbre bilateral en los próximos meses. Según Financial Times, funcionarios de la UE y Reino Unido han confirmado que se está considerando una cumbre –similar a la que el bloque celebra periódicamente con terceros países como India y China– como parte de los esfuerzos para restablecer la relación bilateral.

La UE no ha celebrado una cumbre formal con el Reino Unido desde que abandonó el bloque en 2020. En su lugar, ha trabajado a través de comités técnicos creados en virtud del Acuerdo de Comercio y Cooperación firmado con el divorcio.

Ante los desafíos globales, se recalcó también el apoyo «inquebrantable» a Ucrania ante la invasión rusa y el compromiso con una solución de dos Estados ante el conflicto de Oriente Medio.

Pompa y boato

La apertura del Parlamento es un acto político, pero, al involucrar al monarca como jefe de Estado, se convierte en una ceremonia cargada de pompa y boato manteniendo intactas en esta monarquía parlamentaria las tradiciones que se remontan al siglo XVII, cuando tuvo lugar el intento fallido de Guy Fawkes en 1605, con un grupo católico de ingleses que planearon matar al rey protestante Jacobo I y a los miembros de Westminster.

A primera hora de la mañana la guardia personal del monarca rastreó los sótanos del Parlamento, antes de que llegara la comitiva real, por si había rastro de pólvora. Y la Dama del Bastón Negro (Black Rod), Sarah Clarke, la representante real en ambas Cámaras, volvió a ver como los Comunes le daba con la puerta en las narices cuando intentaba convocar a sus miembros a escuchar el discurso del monarca. Tres golpes tiene que dar con su bastón, para que le dejaran pasar, en una liturgia de siglos que representa la independencia de los diputados frente a la corona.

Carlos III llegaba al parlamento en la Carroza Real del Jubileo de Diamante vistiendo todas sus galas, incluida la valiosa corona con 2.868 diamantes, siendo la única ocasión que sale de la Torre de Londres. De blanco impoluto, como marca el protocolo, estuvo acompañado de la reina Camilla, que cumple 77 años.