Sudán

La ONU estipula que 18 millones de sudaneses se enfrentan a una hambruna en los próximos meses

La ONU apenas ha recaudado un 5% de la cifra necesaria para frenar la catástrofe

Sudanese refugees displaced by the conflict in Sudan gather to receive food staples from aid agencies at the Metche Camp in eastern Chad Tuesday, March 5, 2024. Overcrowded refugee camps in eastern Chad are set to run out of money soon, exacerbating a dire humanitarian crisis caused by the spillover from the war in Sudan, the United Nations said. (AP Photo/Jsarh Ngarndey Ulrish)
Chad Sudan RefugeesASSOCIATED PRESSAgencia AP

Escapar del hogar es cosa de un momento, por doloroso que sea: recoges las pocas pertenencias que puedas y las metes en un saco, atraviesas la puerta principal antes de que una bomba derribe la casa que tanto te costó pagar. Escapar del hambre, sin embargo, es más complicado. Puedes pasar semanas y meses corriendo para evitar que te alcance ese aguijoneo en el estómago, retorcerte a diario entre miles de cuerpos que esperan su cuenco de arroz y humillarte, prostituirte, olvidarte a ti mismo antes de que llegue el día en que el hambre te abrace. No importa que hayas abandonado tu hogar y que lleves cincuenta semanas evitando el hambre; bastará una semana donde humillarte no sea suficiente para desmoronarte por completo.

El hambre y la guerra se viven hoy en Gaza, pero también en Sudán, especialmente en Sudán. Así lo expresó esta semana Carl Skau, director ejecutivo adjunto del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, cuando comunicó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el rápido empeoramiento de la seguridad alimentaria en un país que cumplirá su primer año de guerra este mes de abril. Skau y Edem Wosornu, director de operaciones humanitarias, consideran que 18 millones de personas (un tercio de la población sudanesa) se enfrentan a una eventual hambruna y que “se estima que, en las próximas semanas o meses, hasta 222.000 niños podrían morir de desnutrición”. La cuenta atrás comenzó hace meses, cuando la ONU hizo un llamamiento para recaudar los 2.700 millones de dólares necesarios para alimentar a una población civil al borde del abismo… de los cuales se han recaudado apenas un 5%, 131 millones de dólares.

El hambre propiciada por los movimientos de población, los conflictos que afectan a la región y una sequía de cinco años seguida del fenómeno conocido como el Niño, atraviesa la frontera sudanesa para afectar igualmente a las vecinas Chad y Sudán del Sur, donde se estima que tres y siete millones de personas, respectivamente, corren el riesgo de sufrir una aguda inseguridad alimentaria en las próximas semanas. La escasa atención mediática que recibe esta esquina del mundo no hace sino empeorar la situación, desde que la mayoría de los organismos de ayuda y de los donativos se dirigen a puntos más conocidos (Gaza, Ucrania).

La ONU confirmó también este miércoles que los campamentos donde se encuentran más de un millón de sudaneses refugiados en Chad se quedarán pronto sin recursos para atenderles. La falta de agua potable en los campos está provocando la aparición de enfermedades letales, como el cólera, mientras que Médicos Sin Fronteras ya ha registrado más de 1.000 casos de hepatitis E. Erneau Mondesir, coordinador de MSF en la región, sencillamente describió la situación en estos campos como “terrible”.

Las dificultades intrínsecas a los campos de refugiados en Chad se multiplican dentro de Sudán, donde el acceso de la ayuda se vuelve cada vez más complicado. Naciones Unidas ha denunciado en repetidas ocasiones la imposibilidad de acceder a las poblaciones más vulnerables en Darfur y en Jartum, mientras que un cuarto de los niños del campo de desplazados de Zamzam padecen una desnutrición grave. “Lo que estamos viendo en el campo de Zamzam es una situación absolutamente catastrófica”, afirma Claire Nicolet, responsable de la respuesta de emergencia de MSF en Sudán. “Calculamos que al menos un niño muere cada dos horas en el campo”.

Un niño cada dos horas. Doce niños al día. Ochenta y cuatro a la semana. Trescientos treinta y seis al mes. Más de cuatro mil niños muertos en un año. Y esto sólo ocurre en un campo de desplazados. No hay que ser un genio de la imaginación para comprender lo que esto significa a escala nacional. Y no deja de ser contraproducente que esta situación de hambruna esté teniendo lugar en el país apodado como “la canasta de alimentos árabe y africana” y donde se encuentra un 58 por ciento de las empresas agrícolas propiedad del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que agrupa a los EAU con otras cinco naciones del Golfo; EAU, concretamente, cuenta con 4.832 kilómetros cuadrados de tierras fértiles para su propio consumo y que actualmente se encuentran en manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido, la facción que se enfrenta en la actual guerra al ejército regular sudanés. Otra situación se narraría si esas tierras de cultivo se destinasen actualmente a cubrir las necesidades alimentarias de la población sudanesa.

A los latigazos del hambre y de la guerra, habría que añadirle el genocidio en curso en la región de Darfur, donde 500.000 personas pertenecientes a etnias negras fueron masacradas entre 2003 y 2023. No pueden obtenerse números actuales debido a la resistencia ofrecida al acceso de organismo de ayuda, igual que ningún periodista extranjero tiene acceso al país desde que empezó la guerra en abril de 2023.