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Negociación

El presidente de Portugal inicia los contactos con los partidos tras las elecciones

Rebelo de Sousa busca garantizar la estabilidad antes de encargar formar Gobierno al conservador Montenegro

Marcelo Rebelo de Sousa está en el centro de una de las decisiones más delicadas de su mandato: nombrar a un primer ministro en un escenario político fragmentado, sin mayoría absoluta y con el fantasma del partido ultraderechista Chega rondando la estabilidad institucional.

El Presidente de Portugal ha optado por un enfoque prudente. Aunque la Alianza Democrática (AD, centro derecha) ganó las elecciones del pasado domingo, su victoria fue insuficiente para gobernar sin negociar. Marcelo lo sabe, y por eso se toma su tiempo: solo tomará una decisión definitiva tras conocer los resultados del voto emigrante –que pueden mover uno o dos escaños cruciales– y de asegurarse de que quien asuma el cargo de primer ministro no será derribado de inmediato en el Parlamento. Lo que no quiere el presidente de la República es una repetición de elecciones a corto plazo. Su margen de maniobra es estrecho: no puede disolver el Parlamento antes de junio de 2026.

Rebelo de Sousa se reunió ayer con los tres principales partidos: el Partido Social Demócrata (PSD, conservador), el Partido Socialista (PS) y Chega. Una hora después de haber entrado al Palacio de Belem, el primer ministro en funciones, Luís Montenegro (PSD), salió de la sala donde se encontró con Rebelo de Sousa sin hacer ninguna declaración a la prensa. Con un «buenas tardes, buen trabajo» y afirmando que la reunión fue «normal», la delegación del Partido Social Demócrata abandonó Belem sin ocupar las dos horas que el presidente de la República había reservado para cada partido. Tras haber dimitido como líder socialista el domingo tras la contundente derrota del partido, Pedro Nuno Santos acudió a Belem para «despedirse» del presidente. El encuentro del PS duró apenas 20 minutos.

En una breve declaración a los periodistas, Nuno Santos señaló que, para él, esta fue «una reunión de despedida» con Rebelo de Sousa, con quien mantuvo «una buena relación» desde su participación en el Gobierno de António Costa. «La recordaré con aprecio», subrayó, destacando que los socialistas siempre valoraron las relaciones institucionales con la Presidencia. El aún secretario general socialista expresó también su deseo de que la situación política en Portugal se estabilice rápidamente.

De André Ventura, líder del ultra Chega, el presidente de la República escuchó una garantía: Chega presentará «un gobierno alternativo» y su partido será un «garante de estabilidad». Esta última palabra es lo que más quiere Marcelo Rebelo de Sousa para Portugal.

«El pueblo quiere este Gobierno y no otro; quiere a este primer ministro y no a otro. El pueblo quiere que este Gobierno y este primer ministro respeten y dialoguen con la oposición, pero también quiere que las oposiciones respeten y dialoguen con este Gobierno y este primer ministro». La frase de Montenegro en la noche electoral marca el tono para los tiempos políticos que se avecinan en Portugal.

La victoria no fue arrolladora ni la mayoría con la que soñaba el líder conservador. La Alianza Democrática (AD) obtuvo apenas 140.000 votos más que el segundo partido. Suficientes, probablemente, para sostener un Gobierno durante cuatro años dependiendo de quién asuma el liderazgo del PS. La llamada de Montenegro al diálogo con la oposición –es decir, el PS y Chega, aunque preferentemente el PS– busca activar el ala más moderada de los socialistas, en torno a la candidatura de José Luís Carneiro (aspirante a liderar el partido tras la dimisión de Nuno Santos), quien considera que es un deber patriótico evitar que el Partido Social Demócrata dependa de Chega para gobernar.

¿El resultado? La Alianza Democrática reforzó su posición y cuenta con más diputados que toda la izquierda en conjunto, pero una gobernabilidad estable solo será posible con un entendimiento entre AD y el PS. Ese «bloque central» que todos dicen rechazar, pero que ahora parece ser la única vía posible para asegurar cuatro años de estabilidad.