Relaciones en Europa
Primera cumbre post Brexit: la UE y el Reino Unido ultiman un pacto histórico en Defensa
Aunque la situación no cambiará, ambas partes comparten el deseo de unirse como socios y aliados
Llegó el momento en el que el premier Keir Starmer debe enseñar sus cartas. Desde su mudanza a Downing Street en julio del año pasado, el líder laborista viene defendiendo un «reinicio» en las relaciones con la UE tras las tensiones creadas por el Brexit, el gran legado que dejaron los conservadores tras catorce años en el poder. El aire fresco que traía Starmer y sus buenos propósitos tuvieron gran acogida al otro lado del Canal de la Mancha. Pero los avances sustanciales brillan aún por su ausencia. Por lo tanto, la cumbre que el Reino Unido y la UE celebran hoy en Londres será crucial para determinar si finalmente se pasa de la ambición a la acción. Londres y Bruselas tienen que revisar los términos del histórico divorcio europeo ejecutado en 2020 por el entonces premier Boris Johnson. A priori, la prioridad era buscar mejoras técnicas en el Acuerdo de Comercio y Cooperación, pero los desafíos geopolíticos y la brecha transatlántica abierta con el segundo mandato de Donald Trump obligan a redefinir el guión.
El foco está puesto ahora en seguridad y defensa. Si bien la cooperación para apoyar a Ucrania ante la invasión rusa está siendo estrecha, ambas partes han manifestado su ambición de profundizar el vínculo estratégica con un pacto que, por primera vez, considera la adquisición conjunta de defensa entre el Reino Unido y la UE en el marco de futuros programas del bloque comunitario.
Según adelanta la prensa, los soldados británicos podrían luchar codo con codo con sus homólogos europeos ante la agresión rusa -entre otros- gracias a un acuerdo histórico como parte de un amplio capítulo que acercará al Reino Unido a la UE en su mayor alineación desde el Brexit. Las medidas incluirían un mecanismo para el trabajo conjunto si Washington se niega a permitir acciones bajo los auspicios de la OTAN y compromete a ambas partes a celebrar «consultas estratégicas» semestrales en «áreas de interés común», como Rusia, los Balcanes Occidentales y Asia Oriental. «La cooperación industrial en defensa debe considerarse la prueba de fuego para un reinicio significativo, ya que es difícil imaginar cómo los europeos podrían, de otro modo, crear las capacidades necesarias para defenderse si las garantías de seguridad estadounidenses se debilitan o desaparecen», advierte Jannike Wachowiak, analista del Think Tank, «Reino Unido en una Europa Cambiante».
El Reino Unido está también presionando para su inclusión en la Acción de Seguridad para Europa (Safe), un fondo conjunto utilizado por el bloque comunitario para comprar munición, artillería, defensas aéreas, lanzacohetes y drones. Mientras que países como Noruega, Moldavia, Corea del Sur, Japón, Albania y Macedonia del Norte sí fueron aceptados, empresas británicas como BAE Systems y Babcock fueron excluidas, ya que Londres no firmó pacto de defensa y seguridad con los Veintisiete tras su salida del club. Francia sería el que más obstáculos estaría poniendo ahora para la inclusión de los británicos, alegando que no se debe depender de países fuera del bloque. Pero, al cierre de esta edición, Alemania abogaba por la presencia del Reino Unido. Según Wachowiak, Londres también solicita el proyecto de movilidad militar, «pero los desacuerdos con España sobre Gibraltar han retrasado su plena participación».
Por otra parte, el progreso en otras áreas, como el comercio agroalimentario o la libertad de movimiento -con ciertas restricciones- para los jóvenes, llevará más tiempo, ya que, si bien la incertidumbre mundial actual implica la necesidad estratégica de estrechar lazos, persisten líneas rojas fundamentales por ambas partes. «Londres no está dispuesto a volver al mercado único ni a la unión aduanera y Bruselas sigue recelosa de crear una asociación con el Reino Unido que pueda perturbar los derechos y obligaciones acordados con otros terceros países», puntualiza la analista. En definitiva, la gestión de las expectativas será importante. Aunque el esperado «reinicio» puede verse desviado por desacuerdos en áreas como la pesca -cuyo contribución a las arcas británicas es mínima, pero su simbolismo político para la causa euroescéptica es totémico- y factores internos.
Starmer -que en la campaña del Brexit abogó por la permanencia en la UE- tiene mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes. Pero el ascenso de la ultraderecha populista capitaneada por Nigel Farage -el protagonista del triunfo del Brexit- está presionando la estrategia política de un premier que, a punto de cumplir su primer año de mandato, no consigue mejorar su popularidad ni sacar al país del estancamiento económico en el que se encuentra.
En definitiva, tanto Londres como Bruselas deberán considerar cómo comunicar los beneficios de una cooperación más estrecha a nivel nacional. Downing Street, en particular, deberá desarrollar una narrativa para contrarrestar las acusaciones por parte de la oposición de «traición al Brexit». Es evidente que la cumbre no cambiará las cosas de la noche a la mañana. Sin embargo, ambas partes parecen compartir ahora un deseo de unirse como socios y aliados de una manera que habría sido inconcebible bajo los gobiernos conservadores anteriores.