Amenaza
Por qué el cierre del estrecho de Ormuz tendría consecuencias imprevisibles para la economía mundial
El 25-30% del comercio petrolero mundial transita por Ormuz así como más del 20% del gas natural licuado
La aprobación por parte del Parlamento iraní este domingo del cierre del estrecho de Ormuz al tránsito marítimo horas después de la entrada de Estados Unidos en la guerra -y el ataque simultáneo a las instalaciones nucleares de Fordo, Natanz e Isfahán- anticipa una decisión con la que la República Islámica espera hacer todo el daño posible a sus enemigos y al conjunto de la economía mundial después de diez días de ofensiva militar israelí contra su programa nuclear y capacidades militares.
También ayer el comandante de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Sardar Esmail Kowsari confirmaba que la élite militar trabaja en ello: “Lo estamos considerando y adoptaremos la mejor decisión con determinación”. “Nuestras manos están abiertas en lo que respecta al castigo al enemigo y la respuesta militar es solo una parte de nuestra respuesta global”, concluyó el también diputado iraní. Pero la decisión final, como todas las grandes decisiones estratégicas del régimen nacido en 1979, se encuentra en las manos del líder supremo, el ayatolá Alí Jameneí, que guarda silencio desde los bombardeos estadounidenses de este fin de semana en su supuesto escondite de Teherán.
Con todo, y al margen de lo que puedan decidir el jefe del Estado iraní y las fuerzas armadas del régimen los especialistas coinciden en las dificultades que tendría el cierre efectivo de la importante vía comercial que es el estrecho de Ormuz dada la importante presencia militar estadounidense en la zona. Una decisión en este sentido por parte de la teocracia iraní y las fuerzas estadounidenses en el Golfo podrían atacar de manera inmediata, como el ataque ordenado por Trump contra las instalaciones nucleares iraníes este viernes deja constancia. Lo que sí parece más probable es que el régimen comience a llevar a cabo a partir de ahora acciones de sabotaje contra buques con intereses occidentales. No sólo directamente llevadas a cabo por las fuerzas iraníes sino a través de fuerzas proxy regionales como los hutíes de Yemen, que ya han dado prueba de estar dispuestos a sabotear el comercio marítimo desde finales de 2023.
Por qué Ormuz importa
Uno de los lugares estratégicos y críticos del comercio mundial, el estrecho de Ormuz -que separa Irán del sultanato de Omán- es punto de paso fundamental del petróleo procedente de los países del Golfo camino del océano Índico y el mar Arábigo. Se estima que alrededor del 25-30% del comercio petrolero mundial transita por Ormuz -y una quinta parte de todos los movimientos globales de la industria del crudo-, así como más del 20% del gas natural licuado.
Su eventual cierre tendrá consecuencias naturales -e imprevisibles- en los precios del hidrocarburo -unos precios que han venido subiendo desde el pasado viernes 13 y el inicio de la ofensiva israelí en Irán- y la economía planetaria. También y muy principalmente para la Unión Europea, altamente dependiente de los hidrocarburos de los países del Golfo. Las consecuencias para Europa y España de la interrupción del tránsito en Ormuz se materializarían en subidas de precios generalizadas e incrementos de los costes del transporte: la combinación perfecta para que tanto la industria como la agricultura continentales se vieran golpeadas. Todo ello al margen de las repercusiones negativas que tendría en las bolsas del continente. Más allá de los hidrocarburos, el estrecho de Ormuz es una ruta fundamental para el transporte mundial de mercancías. Su cierre retrasaría la llegada de bienes importantes para la industria y los consumidores europeos y mundiales.
El cierre del estrecho tendría igualmente repercusiones negativas para la propia República Islámica, uno de los diez mayores productores de crudo del mundo, aunque a sus autoridades parece no importarles tanto el daño a una industria y una economía nacionales renqueantes como les interesa sacudir los intereses occidentales pensando que ello podría detener a Tel Aviv y Washington.
A pesa de haber incrementado un 75% la producción petrolera hasta los 3,4 millones de barriles diarios -y triplicado las exportaciones- desde 2020, las sanciones occidentales y la falta de inversión y medios técnicos y profesionales viene lastrando el sector en los últimos meses. Las refinerías y otras instalaciones de la industria han quedado antiguas. Las grandes reservas de hidrocarburos en manos del régimen no han impedido que su gobierno haya sido incapaz de producir combustible suficiente para garantizar el suministro eléctrico a sus ciudadanos en los últimos meses.
Las sanciones también inplican menos clientes para el gas y el crudo iraníes, y casi todo el petróleo de la República Islámica es adquirido por China. Si la industria petrolera ya ha dado señales de crisis, la severidad del castigo sufrido por los bombardeos israelíes y estadounidenses auguran muchos más problemas incluso si la escalada se detuviera en estos momentos. En una reciente entrevista televisiva el vicepresidente J. D. Vance aseguraba que cerrar Ormuz sería “suicida” para los intereses económicos de la dictadura iraní.