Nuevo pontífice

Aranceles
Donald Trump anunció ayer que su Administración había llegado a un acuerdo comercial con Reino Unido, siendo el primero desde que el mes pasado impuso fuertes aranceles que sacudieron los mercados bursátiles. Y aunque normalmente los acuerdos comerciales requieren meses de negociaciones, la reciente visita del «premier» Keir Stamer a Washington consolidó ese tratado.
Desde la Oficina Oval, y acompañado por teléfono de Starmer. Y en persona por el vicepresidente J.D. Vance; el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y la secretaria de Agricultura, Brooke Rollins. Trump aseguró que «esto está resultando ser, creo yo, un gran acuerdo para ambos países, porque también será realmente bueno para Reino Unido. Están abriendo el país, su país estaba un poco cerrado y lo agradecemos».
Trump también dijo que Reino Unido reducirá las barreras no arancelarias que discriminan contra productos estadounidenses y que acelerará el proceso aduanero para los bienes de EE UU. «Los detalles finales se están redactando en las próximas semanas», explicó el presidente, y añadió que el acuerdo es «muy concluyente» y «muy beneficioso para ambos».
Lutnick afirmó en medio del anuncio que el acuerdo ha abierto un nuevo acceso al mercado, incluyendo etanol, carne de res y «prácticamente todos los productos» de los agricultores estadounidenses. «Eso sumará 5.000 millones de dólares en oportunidades para los exportadores estadounidenses», aseguró Lutnick. «Y aún mantenemos un arancel del 10%, que generará 6.000 millones de dólares en ingresos para EE UU».
«Muchos países no están felices de que elegimos a Reino Unido para llegar a un acuerdo antes, pero estamos confiados en que estamos tomando las decisiones correctas», explicó Trump.
Starmer coincidió en que el día para anunciar el pacto «no podría ser más oportuno». «Ese día, Reino Unido y EE UU se mantuvieron unidos como aliados más cercanos», afirmó el líder laborista, quien mencionó que fue aproximadamente a la misma hora (a las cuatro de la tarde hora local) cuando Winston Churchill anunció la victoria en el Viejo Continente, cuyas grietas ahora en la relación trasatlántica son inmensas.
Los detalles del pacto aún no se han especificado. Aunque Londres adelantó que el impuesto a los servicios digitales, que afecta a empresas estadounidenses como Amazon, Google y Meta no se modificará. El impuesto británico se aplica al 2% de los ingresos de las grandes empresas tecnológicas del país. Trump había criticado duramente estos impuestos, introducidos por una veintena de países, alegando que están «diseñados para saquear a las empresas estadounidenses». En su lugar, ambos países han acordado trabajar en un acuerdo comercial digital que simplificará el papeleo para las empresas británicas que intentan exportar a EE UU.
Con todo, tanto Trump como Starmer se mostraron ayer triunfantes. Para el británico, que ha intentado priorizar la construcción de puentes trasatlánticos en un momento en que otros líderes mundiales han adoptado una estrategia de confrontación, refleja una importante reivindicación de su política de mantener la calma y la cortesía ante los dramas. La invitación a Trump por parte de Carlos III para una visita de Estado podría haber ayudado.
El líder laborista ha logrado cerrar el pacto más ansiado tras el Brexit que los anteriores gobiernos conservadores no pudieron lograr tras años de negociaciones. Ni siquiera cuando el conservador Boris Johnson agitaba aún con fuerza la bandera euroescéptica. En 2016, Barack Obama advirtió memorablemente a Reino Unido que, si abandonaba la UE, quedaría al final de la fila para cualquier acuerdo comercial. Pero, nueve años después, el Brexit se encuentra ahora a la cabeza, con Starmer atribuyéndose el mérito.
A primera vista, parece una victoria oportuna para el inquilino de Downing Street, quien necesita desesperadamente reconocimiento político después de que los laboristas obtuvieran resultados significativamente peores de lo esperado en las elecciones locales de la semana pasada. El miércoles también se anunció un acuerdo de libre comercio histórico con la India, con el que se aspira impulsar el crecimiento de la economía británica hasta en 5.000 millones de libras al año.
Pero el diablo siempre está en los detalles. Y hay muchas preguntas que quedan ahora por resolver. Entre otros, en qué medida un acuerdo comercial con Estados Unidos puede alejar a Starmer de su anhelado reinicio con la UE. Asimismo, si Trump intenta imponer el orden mundial contra China, ¿dónde quedarán los intentos laboristas de congraciarse con Pekín? Y, por supuesto, la pregunta que quita el sueño a todo experto en comercio transatlántico: ¿comerán pronto los británicos pollos estadounidenses clorados?
Los estándares de alimentación siempre habían sido el mayor punto de fricción. De momento, Londres ha acordado aceptar 13.000 toneladas de carne de res estadounidense en su mercado, pero ha insistido en que se trate de productos de alta calidad, y que los agricultores británicos tengan el mismo acceso al mercado estadounidense.
“Somos el primer país en lograr un acuerdo de este tipo con Estados Unidos, y en una época de inseguridad e inestabilidad global, esto es tan importante”, recalcó el premier, quien matizó, eso sí, que nunca firmará nada que no sea bueno para el Reino Unido. “Si no es bueno para el país, no lo haremos; si no significa más dinero para la gente, no lo haremos; si no significa seguridad y renovación en todo el país, no lo haremos”, señaló.
Así mismo, el líder laborista insistió en que no se tiene por qué elegir entre Estados Unidos y la UE. “Creo sinceramente que podemos tener una buena relación y un buen acuerdo con ambos. Miren lo que hemos demostrado esta semana con paciencia, pragmatismo y no haciendo política como si fuera una actuación, sino haciendo política como el arte serio de la negociación”, puntualizó.
Estados Unidos es el principal socio comercial del Reino Unido, que exporta un volumen de unos 200.000 millones de libras anuales (unos 235.000 millones de euros), con un enorme peso de los vehículos y la industria farmacéutica. El mercado estadounidense es el destino de referencia de la automoción británica, por lo que cabe calificar el pacto como una victoria estratégica para Londres.
Con el "Día de la Liberación" del pasado 2 de abril, cuando la Casa Blanca impuso aranceles punitivos a las importaciones de prácticamente todos los países del mundo, Trump impuso aranceles del 10% sobre las importaciones de Reino Unido -frente al 20% que aplicó a la UE-. Pero, en el caso de los automóviles, acero y aluminio no hubo excepciones. La cifra fue del 25% y eso suponía un duro varapalo para el sector automotor británico, para el que los Estados Unidos es el segundo mayor mercado de exportación, después del bloque comunitario. Con el nuevo acuerdo, la tasa reducida para automóviles se aplica a los primeros 100.000 vehículos exportados desde el Reino Unido al otro lado del Atlántico. El año pasado se exportaron 101.000.
Dado que el Reino Unido tiene un déficit comercial con Estados Unidos, puede permitirse el lujo de mostrarse más tranquilo que la mayoría de las naciones. Trump podría sentirse fácilmente halagado. Sin embargo, no es un ingenuo. Reino Unido -que, a pesar de todo, sigue siendo la sexta economía más grande del mundo- le ha dado al presidente estadounidense la rápida victoria que necesitaba tras más de un mes de confusión comercial global.
Por la parte británica, Downing Street espera que el acuerdo comercial con Estados Unidos libere al Reino Unido de los peores efectos de la guerra arancelaria y aumente sus posibilidades de crecimiento, que de momento sigue estancando.
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