Submarino nuclear

Rusia quiere recuperar dos submarinos nucleares soviéticos y los tiene que buscar en el frío Ártico

Moscú pondrá en marcha un plan, pospuesto durante más de una década, para rescatar del fondo del Ártico dos submarinos nucleares soviéticos que se hundieron con sus reactores y causaron la muerte de dieciocho tripulantes en total

Submarino soviético navegando por el mar
Rusia quiere recuperar dos submarinos nucleares soviéticos y los tiene que buscar en el frío ÁrticoGoogle

Bajo las gélidas aguas del Ártico yacen dos bombas de relojería, un peligroso legado de la era soviética que Rusia, tras años de deliberaciones, se ha propuesto por fin desactivar. Se trata de los submarinos nucleares K-27 y K-159, hundidos hace décadas y cuyo deterioro constante representa una amenaza medioambiental de consecuencias imprevisibles para uno de los ecosistemas más frágiles del planeta. La corrosión de sus cascos es una carrera contrarreloj ante el riesgo de fugas radiactivas.

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De hecho, la decisión de recuperar ambos pecios pone fin a más de una década de aplazamientos. Durante años, la complejidad técnica de una operación de semejante envergadura y las fundadas preocupaciones sobre la seguridad de manipular dos reactores nucleares sumergidos habían dejado el proyecto en un cajón. Faltaba el equipamiento especializado y sobraban los temores a un desastre ecológico.

Sin embargo, el Kremlin ha decidido ahora afrontar el problema con un considerable respaldo económico. El plan se enmarca dentro del programa estatal «Desarrollo del Complejo Industrial y de Energía Atómica», que destinará más de 10.000 millones de rublos anuales entre 2026 y 2028 para financiar la misión. Los preparativos comenzarán en 2026 y las labores de izado desde el lecho marino están previstas para 2027.

La historia del K-27 es especialmente turbia. El sumergible sufrió un gravísimo accidente en su reactor en 1968, un suceso que, según informa el medio United24media, costó la vida a nueve de sus tripulantes. Lejos de intentar recuperarlo, las autoridades soviéticas tomaron la drástica decisión de hundirlo deliberadamente en 1981 en las aguas del mar de Kara.

Dos naufragios separados por décadas y un mismo final trágico

Por su parte, el destino del K-159 fue igualmente trágico, aunque su final es mucho más reciente. Este submarino se fue a pique en el mar de Barents en 2003 mientras era remolcado para su desguace. El accidente imprevisto provocó la muerte de los nueve marineros que se encontraban a bordo, repitiendo la funesta cifra de víctimas de su gemelo nuclear.

Asimismo, ambos submarinos son considerados auténticas bombas de relojería radiológicas. El rescate no solo busca recuperar los restos de estas naves, sino sobre todo neutralizar un peligro latente que ha acechado al Ártico durante demasiado tiempo, evitando que la corrosión acabe por liberar su carga mortal en el ecosistema. Este peligro latente, aunque enfocado en la contaminación, recuerda la devastación a gran escala que provocaría el armamento moderno, como la bomba nuclear más poderosa de Rusia.

En definitiva, con esta ambiciosa operación, el gobierno ruso no solo busca atajar un grave problema medioambiental, sino también cerrar un capítulo oscuro de su historia naval. La misión pondrá a prueba la capacidad tecnológica del país en un escenario tan desafiante como lo es el fondo del océano Ártico.