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Perfil

Al Sharaa, el yihadista que se gustó en traje y corbata

El inescrutable antiguo líder de Al Qaeda en Siria se consolida en el poder gracias al pragmatismo y el apoyo de las grandes potencias un año después de lograr la caída del régimen de Assad

El presidente sirio y ex miembro de Al Qaeda, Ahmed al Sharaa CONTACTO vía Europa PressEUROPAPRESS

Nadie sabe qué pasa por la cabeza del presidente sirio. Qué intenciones tiene realmente Ahmed al Sharaa. Qué piensa de verdad Abú Mohamed al Golani, su antiguo nombre de guerra. Su álter ego. O no. Porque quizás habría que comenzar por preguntarse quién es el hombre que lideró la fulgurante operación militar que hizo desmoronarse al régimen de Bachar al Assad hace un año y cuando menos se esperaba. Difícil es escrutar el pensamiento y leer la mirada de quien, con esos mismos ojos, vio atrocidades en su pasado de kaki yihadista para convertirse en un presidente sirio que se gusta en el azul marino, la corbata y la moqueta, asesorado desde el Golfo según dicen quienes han frecuentado su entorno.

¿Es sólo cuestión de tiempo hasta que el antiguo líder de Al Qaeda convierta Siria en una nueva dictadura pero en este caso de corte islamista, como creen sus detractores? ¿Será capaz de llevar a cabo las reformas y tejer las alianzas necesarias para sacar a un país devastado adelante? ¿Conseguirá ganarse definitivamente la confianza de Trump? ¿Logrará normalizar relaciones con Israel?

Pocas son las certezas, siquiera las biográficas, en torno al presidente sirio. Se sabe que tiene 43 años y lideró la franquicia de Al Qaeda, el Frente al Nusra, en Siria en la guerra contra el régimen del Partido Baaz. En su camino hacia la moderación acabó liderando a Hayat Tahrir al Sham, amalgama de fuerzas islamistas radicales con las que entró victorioso en Damasco el 8 de diciembre de 2024. A juzgar por lo ocurrido en los últimos 12 meses al menos pueden extraerse dos conclusiones: Al Sharaa ha demostrado capacidad de adaptación y pragmatismo -un año después ha conseguido consolidarse en el poder- y que no tiene intención de que el suyo sea un liderazgo efímero, pues dejó claro hace meses que habrán de pasar varios años hasta la celebración de elecciones libres con partidos políticos y la elaboración de una constitución.

Es en el ámbito exterior donde el líder sirio ha demostrado sus mayores virtudes. Sin haber abierto aún grietas en su propia base -desde yihadistas hasta islamistas moderados-, Al Sharaa ha logrado paulatinamente la retirada de las sanciones que pesaban sobre su país por parte de países e instituciones internacionales gracias al apoyo de EEUU y la UE. Para ello ha sido fundamental su feeling personal con el presidente Trump, que parece haber sucumbido a la ética y la estética de “un hombre duro y atractivo”, y que hizo historia al recibirlo -al mismo hombre que figuró en las listas de terroristas buscados de la CIA- en la Casa Blanca en noviembre pasado.

El mandatario siro cuenta desde el principio con el apoyo de la Turquía de Erdogan, clave en su victoriosa operación militar de hace un año iniciada en Idlib, y de Arabia Saudí, la otra gran potencia suní. A pesar de las repetidas incursiones y los bombardeos contra intereses militares sirios de las Fuerzas de Defensa en Siria, su debilidad y la presión de Trump lo han empujado a comenzar negociaciones con Tel Aviv con vistas a fijar un nuevo statu quo que le permita sobrevivir políticamente.

Con todo, no lo tendrá fácil Al Sharaa. En primer lugar, Siria es un país exhausto y destruido tras décadas de dictadura y más de 14 años de guerra y dividido en líneas sectarias, por lo que le hará falta mucho más que el levantamiento de sanciones. La llegada al poder de los islamistas suníes ha convertido en sospechosos para una parte importante de la población a las minorías alauí y drusa -en menor medida, los desarmados cristianos- por sus buenas relaciones con el anterior régimen. Además, Al Sharaa y sus hombres sólo tienen control completo sobre una porción del territorio sirio, aunque en ella se encuentren las principales ciudades. Además, su discurso conciliador y su voluntad de construir un país en el que las distintas confesiones sean capaces de convivir no ha impedido que grupos armados afines hayan protagonizado auténticas matanzas de drusos y alauíes en sus bastiones del sur y el oeste del país, lo que convierte la vuelta a las andadas de la violencia uno de los mayores peligros para el futuro inmediato de Siria.

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