EE UU
El Supremo mantiene un pulso contra la agenda de Biden
El alto tribunal tumbó el plan del Gobierno para condonar la deuda de los universitarios
La Casa Blanca contraataca el más reciente intento del Tribunal Supremo de desvirtuar alguna política de la Administración. En este caso, el proyecto de condonación de deudas estudiantiles, que Joe Biden había hecho una de sus banderas de cara a su reelección. Ahora, luego de que el fallo del Supremo obligara a detener los perdones de deuda estudiantil, el mandatario ha presentado un nuevo plan de pago que podría reducir las tarifas mensuales de los prestatarios, así como otras iniciativas de alivio de deuda. La acción ejecutiva será liderada por el Departamento de Educación y aún no hay mayor reacción al respecto.
Se trata de la respuesta al último pulso que el Supremo de mayoría conservadora y el presidente mantienen. A medida que los demócratas se recuperan de esas derrotas en el Supremo en las últimas semanas, Biden enfrenta una renovada presión de varios elementos de su partido, desde legisladores liberales hasta activistas por los derechos al aborto, para que abrace de manera más enérgica cambios profundos en la alta corte.
En medio de la precampaña de cara a 2024, Biden ha criticado duramente el cambio abrupto hacia la derecha de la Corte Suprema, pero se ha mantenido alejado de respaldar cualquiera de las reformas más extremas que podrían girar la balanza. Entre esas propuestas que vienen del ala más radical de su propio partido están la expansión del tribunal, la imposición de límites de mandato o el establecimiento de jubilaciones obligatorias.
Hoy, el Supremo está conformado por nueve jueces, de los cuales solo tres puede decirse que son liberales. El resto tienen una visión más fundamentalista de la Constitución y con base en eso están reformando EE UU. Precisamente, el argumento de los activistas y legisladores liberales para cambiar las reglas del Supremo viene de cómo se cree que se obtuvo ese dominio de derecha. Todo se remonta al final de la presidencia de Barack Obama, cuando el entonces líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, se negó incluso a otorgar una audiencia de confirmación a la última elección de Obama, Merrick Garland, actual secretario de Justicia en la administración de Biden. Esto le permitió al siguiente presidente, es decir a Donald Trump. nombrar al juez Neil Gorsuch como su primer candidato al Supremo en 2017. Pero McConnell luego le dio la espalda a su propio principio cuestionable de que los nominados a la Corte Suprema no deberían ascender en un año electoral al acelerar la confirmación de la elección final de Trump, Amy Coney Barrett, en 2020, que consagró la actual mayoría conservadora de 6-3.
El país ha sido testigo de¡sde entonces de varios cambios. Recientemente, además de la condonación de deudas estudiantiles, la Corte Suprema rechazó el uso de la acción afirmativa en las admisiones universitarias, se puso del lado de un artista gráfico que no quiere crear sitios web de bodas para parejas del mismo sexo y reversó el acceso al aborto al devolver la potestad a cada Estado.
En general, la estima que tienen hoy los estadounidenses del Tribunal Supremo es baja comparada con cualquier sondeo de los últimos veinte años. La última encuesta de la Universidad de Quinnipiac ubica su desaprobación en 55%. «La corte ya se encuentra en un estado muy poco saludable», explica Brian Fallon, director ejecutivo de Demand Justice, un grupo de defensa liberal que respalda la ampliación de la corte como proponen voces liberales. Como Fallon, hay quienes creen que el camino que se ha empezado a recoger es solo el inicio de varias decisiones que llegarán cada mes de junio, momento en el que el Supremo expone sus decisiones en diferentes asuntos.
Por otro lado, los conservadores ven la trayectoria de la corte de manera muy diferente. Según ellos, las recientes decisiones solo han comenzado a restaurar el orden constitucional después de décadas en las que, según sostienen, el Poder Judicial federal se inclinó hacia la izquierda.
El reto para el presidente Joe Biden es convencer a una abrumadora mayoría de votantes de que este tema, que a veces parece tan lejano de otros asuntos como la inflación, es suficientemente importante como para movilizarlos a las urnas.
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