México

«Tendrá sus negocios, pero aquí reparte, es buena persona»

La Razón
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«Es un hombre noble, ayuda a los pobres», dice un taxista afuera de un hotel ejecutivo. «Tendrá sus negocios pero aquí reparte, es buena persona», espeta otro que está junto a él esperando a los clientes. Y empiezan a detallar una lista de buenas acciones que le atribuyen a Joaquín Guzmán Loera. Que asfaltó su pueblo, que construyó una iglesia en otro, que paga los servicios médicos cuando alguien lo necesita, que en los cuatro meses en que hay lluvias diarias y los pueblos de la sierra quedan casi incomunicados, les lleva camionetas repletas de comida... Esta última información la confirman en otros lados. Después de Malverde, el santo de los narcos, viene «El Chapo» en la escala de aprecio colectivo. Y el mensaje se repite en las diferentes clases sociales. Una encuesta del Gabinete de comunicación Estratégica revela que en Sinaloa sólo el 20,1% de la población tiene «mala o muy mala» opinión del rey de la droga. En el resto de México este porcentaje se dobla, el 40,1% de mexicanos lo ven mal; aún así, la mayoría lo ve bien.

Parece increíble que estemos hablando del delincuente más buscado del mundo y que en Estados Unidos lo consideran el enemigo número uno. Porque en el norte de México, en cambio, lo consideran un filántropo, como alguien sensible a las necesidades de los más humildes. Aquí a quien se le tiene miedo es a las autoridades federales, a las que responsabilizan del aumento de la violencia entre 2008 y 2012. En Sinaloa se mantiene la percepción de que los criminales matan a quien les debe algo, pese a que ha habido muchas muertes por una bala perdida o por estar en el lugar erróneo.

La identidad del sinaloense se basa en dos puntales, la familia y el lugar donde nació, según ha estudiado Tomás Guevara, psicólogo social y director del Observatorio de la Violencia de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Y son muy agradecidos, por lo que si algún día reciben un favor, serán leales siempre a quien se lo ha hecho.

«Es un chingón al que le funciona la cabecita». Así lo describe Jaime, que trabajó en la estructura del cartel que dirige Guzmán durante más de 30. El Chapo nunca terminó la educación básica, pero es uno de los hombres más ricos del mundo. Así lo definió la revista «Forbes» cuando calculó que su fortuna asciende a más de mil millones de dólares. Al hacerlo engrosó el mito. En la semana transcurrida desde la fuga, ni entre la gente ni en los medios mexicanos se habla mal de «El Chapo», sino del Gobierno que lo dejó escapar. Ante la ineficacia de las autoridades, Guzmán gana el encanto de la picaresca. «Es el más travieso», añade Jaime.

Sus travesuras han costado la vida de miles de personas pero al menos en Sinaloa parecen no tenérlo en cuenta. E incluso están emocionados con su regreso. «Ya va a estar mejor la economía, van a ir mejor las cosas», explica una joven que vende ropa usada que viene de Estados Unidos. Guevara insiste: «Aquí es más importante el lazo familiar que los derechos humanos o si un negocio es lícito o ilícito. Hay una cultura de la transgresión casi natural, la gente no le teme a la ley si ésta es un obstáculo para mi rancho o para mi familia». Sorprendería entonces que alguien lo denunciase aquí incluso ante la jugosa recompensa que ofrecen los gobiernos de México y Estados Unidos, de casi cuatro millones de euros.

El secretario de gobernación de México insinuó que Guzmán podría haber salido del país para buscar refugio, pero para un comerciante del centro que prefiere esconder su nombre, «El Chapo» puede estar de regreso en Sinaloa, su tierra natal. «Éste es su lugar, ¿dónde se va a esconder mejor que con los suyos?», espeta tan tranquilo.