La columna de Carla de La Lá
20 costumbres que nos expulsan de la felicidad
Corramos hasta hacernos polvo los zapatos y busquemos la dicha (que es la comodidad psicológica, no la física).
¡Adelante! señoras y señores, el tiempo apremia, sacudámonos el miedo y la pereza, dejemos de comportarnos como si fuésemos a vivir 10.000 años, esforcémonos, luchemos, corramos hasta hacernos polvo los zapatos y busquemos la dicha (que es la comodidad psicológica, no la física) sin tregua, por ridículo que parezca; como dice mi querida amiga Blanca de Aguilar Poyatos: la felicidad no es como un perrito dócil que permanezca a nuestros pies.
- Despreciar la estética: me decía un taxista que la estética no significaba nada y que no servía para nada. ¡Qué ingenuo! El trayecto era corto y no tuve tiempo de explicarle cómo la estética había condicionado cada uno de sus pensamientos, sus sentimientos y sus acciones en la vida...
- Ser adultomorfos: Los niños viven en un estado de consciencia plena que envidio y admiro e intento replicar; atentos a lo que pasa, cada segundo, reaccionan con una naturalísima asertividad.
- Guardar rencor y juzgar: Me abochornan las personas virtuosas, déspotas, criticonas y las que se muestran severas con los demás. En una persona sensata no cabe odio ni rencor, sólo perdón, ternura (un precioso indicador de cacumen, igual que el humor) y comprensión.
- Ser temerosos: Vivamos sin miedo. Decididos, audaces. Este claim de Reebok hay que consumirlo con prudencia, pero es provechoso: Life is Short, Play hard.
- Comer mucho: Cuando estoy a dieta tomo sacarina, leche de soja, cola de caballo, pavo, piña, pechuguitas a la plancha, huevos cocidos sin yema, bonito, cogollos de Tudela, pepinos, palitos de zanahoria, crudités, queso fresco, queso de Burgos, queso Ideazabal, La Vaca que Ríe, Parmesano con albóndigas sobre lecho de espaguetis, morcillas, tigretones, chorizos, Risketos... lo de siempre: “El secreto es no darle importancia”.
- Indignarnos: es lo más ridículo que puede hacer una persona mayor de 5 años. Si no puede cambiarlas, ni marcharse, acepte las reglas como en un juego, con una sonrisa sexy.
- Beber más de la cuenta: Felices años mozos donde nuestros cuerpos e hígados recién estrenados lo procesaban absolutamente todo, ¡pero todo! ¡cualquier cosa! con una mano en la cintura… Es divertido, lo reconozco y miren, poco bebemos para lo que tenemos que aguantar cada día en una existencia “serena” como la nuestra, y ¡sí! suena muy hedonista esto que dijo Hemingway en sus últimos tiempos (“Lo único que lamento en la vida es no haber bebido más vino”), pero se voló los sesos.
- No hacer el amor: Sí, sabemos que no es lo mismo llevar 6 días que 6 años juntos, sabemos que el sexo requiere un esfuerzo físico y hasta intelectual… ¡No sean vagos o lo lamentarán! Para el sexo, como para todo lo bueno bajo el sol, hay que ser ejecutivos. Luego… es como salir del gimnasio ¡qué bien sienta!
- Descuidar nuestro aspecto físico: ¡Adoro a la gente que se pone guapa! Ponerse guapo es cortesía, respeto, generosidad, deseo de integración, de aceptación, ponerse guapo es cuestionarse, dudar, ceder... amar...La gente que no se “prepara” me parece fea, pero por dentro.
- No sonreír: de jovenzuela adoraba a las personas más inteligentes pero ahora no. La cualidad que más admiro a los cuarenta es la alegría de vivir, la más difícil de mantener y compartir con los demás menesterosos.
- No hacer ejercicio: Hay que moverse, caminar a diario. Mantenerse en óptimas condiciones físico-estéticas. Seamos guapos, y si es tarea imposible, fuera complejos. Una persona desacomplejada es puro magnetismo, belleza a raudales, carisma, atracción fatal… ¡Alegría!
- Envidiar: Rodeémonos de personas inteligentes, elevadas, creativas y aprendamos. Disfrutemos de la belleza, el éxito y el brillo de los demás.
- No tener dominio propio: un camino llano hacia el éxito es dominarse, así que modérense comprando, comiendo, creando, fumando, bebiendo, conduciendo, hablando, trabajando, pensando, adorando, creyendo, siendo…
- Hablar mal: Seamos impecables con la lengua, al menos, cuando hablemos.
- Tener relaciones íntimas con cualquiera: Ser promiscuo desorganiza, estresa y finalmente deprime porque epigenéticamente no estamos preparados para entregar nuestra intimidad de manera gratuita y superficial; y lo que es peor: la promiscuidad es la nueva forma de ser hortera.
- Rodearse sin criterio: Inestables, inmaduros emocionales, drogadictos, anhedonicos y tontos, lejos. Cerca, personas eficaces y aquellas que viven con rectitud o al menos se lo creen.
- No dormir lo suficiente: ¿Puede haber algo más reparador para nosotros (y los que nos rodean) que dejar de existir ocho horas al día? Además, la falta de sueño nos precipita a ser gruñones y antipáticos por no decir a la psicosis, tres estados muy desafortunados en general.
- Ser antipáticos: H. James decía que sólo hay tres cosas importantes en la vida: la primera, ser amables, la segunda, ser amables y la tercera ser amables. ¡Yo procuro cumplirlo a rajatabla! Tratemos a las personas (y demás seres vivos) con cariño, respeto y humor, siempre.
- Yavalismo: Si todos hicieran la cama como usted en el mundo, ¿qué resultaría? Hacer las cosas mal o a medias es aburridísimo, desmotivante y perjudica la autoestima. Ya lo saben, desde lavarse los dientes a perpetrar el asesinato de un familiar, busquemos la perfección.
- Ser desagradecidos: esto les pasa a las personas que no han sufrido y a los que han recibido lo necesario siempre sin esfuerzo (el complejo de hijo único); pensar que uno se lo merece todo es el camino más rectilíneo a la infelicidad.
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