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Isabel Preysler, herencia resuelta y boda paralizada

La ex mujer del Nobel, Patricia, no se negó pero tampoco facilitó la firma para la convalidación en perú de la sentencia de divorcio otorgado en España. El trámite sigue su curso y así, un año después de pedirle matrimonio, Vargas Llosa aún no está soltero.

Mario Vargas Llosa e Isabel Pryesler, a su llegada al Teatro Campoamor de Oviedo en la pasada entrega de los premios Princesa de Asturias
Mario Vargas Llosa e Isabel Pryesler, a su llegada al Teatro Campoamor de Oviedo en la pasada entrega de los premios Princesa de Asturiaslarazon

La ex mujer del Nobel, Patricia, no se negó pero tampoco facilitó la firma para la convalidación en perú de la sentencia de divorcio otorgado en España. El trámite sigue su curso y así, un año después de pedirle matrimonio, Vargas Llosa aún no está soltero.

Todos los que conocen a Isabel Preysler coinciden en que una de sus cualidades es su perfeccionismo. Y de ahí que no se entienda que aún no haya resuelto su boda, aunque ser perfecta también puede ser su defecto dependiendo de quién sea el interlocutor al que se le pregunte por la personalidad de la rebautizada como «Reina de corazones». A sus 67 años mantiene ese título que por derecho propio le corresponde.

Hasta ahora nadie del mundo del colorín se lo ha arrebatado. Tres maridos oficiales y algún rumor de tonteo con un hombre poderoso antes de que llegara a su vida Mario Vargas Llosa es suficiente para que la vida amorosa de Preysler forme parte del histórico sentimental de nuestro país.

El Nobel llegó a su vida (o fue a la inversa) tras separarse de Patricia, la mujer que le había cuidado durante más de cinco décadas. Y digo cuidado porque el escritor era incapaz de realizar ningún tema doméstico. No sabía utilizar las tarjetas de crédito para comprar billetes de avión por internet, no tenía móvil, desconocía lo que costaba un coche de alquiler, el sueldo de una secretaria, gestionar un contrato... «¿Para qué quiero un móvil –decía– si todo lo mío lo maneja Patricia?». Cuenta la leyenda que cuando se volvió a reencontrar con Isabel un año después de la muerte de Miguel Boyer fue claro y contundente. Y como si fuera el título de una posible novela de amor le dijo: «No voy a esperar treinta años más». Con esta frase resolvió las tres décadas anteriores de espera.

El incipiente noviazgo fue el notición en la primavera de 2015 y el tsunami un año después, cuando el escritor presentó la demanda de divorcio en el Juzgado de Familia de Madrid. Pudo tramitarlo en España porque legalmente su última residencia conyugal y donde se encontraba empadronado era en el domicilio familiar madrileño. La razón principal para separarse en España en vez de en Perú, donde estaba inscrito su matrimonio, era agilizar el proceso. Como así fue. Vargas Llosa obtuvo la sentencia en los plazos marcados por la ley, pero no así en su país, cuyas condiciones para divorciarse son mucho más largas. Una de las disposiciones era presentar la sentencia en los tribunales peruanos para que se iniciara un proceso de convalidación. En el caso de Vargas Llosa, la gestión la tendrían que haber realizado sus abogados en Grocio Prado, donde se encuentra el expediente matrimonial de Mario y Patricia. La ex pareja se casó por poderes, pero en esta localidad es donde inscribieron el 26 de marzo de 1996 su unión. Hasta hace un año no se había presentado esa convalidación. Incluso conseguir la soltería se podría eternizar en el tiempo si una de las partes pone pegas. Patricia Llosa no se negó, aunque tampoco facilitó la firma que convertiría al escritor en un hombre divorciado también en su país.

A día de hoy este trámite sigue su curso y quizá la resolución esté más cerca de lo que piensan muchos. Como dice el tema tan de moda de «el anillo pa' cuándo», la boda sería el siguiente paso. Y según explicaba la protagonista, esta petición ya está resuelta en lo que se refiere a la puesta en escena. El año pasado el Nobel la había pedido en matrimonio. «Fue muy bonito. Una noche cenando tranquilamente», reveló entonces. Isabel Preysler, una mujer tan perfeccionista que «no deja nada al azar», como dice Carmen Martínez-Bordiu, amiga íntima desde los tiempos en que ambas eran dos jóvenes atolondradas, ha cerrado también el capítulo más complicado desde que murió Miguel Boyer que era resolver el testamento. Ahora solo tiene que preparar su boda.