El preguntón

¿Desde cuándo controlamos el fuego?

Fue clave en el desarrollo de la humanidad, que aprendió a iluminar la oscuridad, a protegerse del frío y a defenderse de los depredadores.

Algunos científicos creen que el Homo Erectus ya usaba el fuego y otras herramientas hace cerca de 1,5 millones de años.
Algunos científicos creen que el Homo Erectus ya usaba el fuego y otras herramientas hace cerca de 1,5 millones de años.larazon

Fue clave en el desarrollo de la humanidad, que aprendió a iluminar la oscuridad, a protegerse del frío y a defenderse de los depredadores.

La mayoría de las culturas cuentan con sus propios mitos sobre el origen del fuego: leyendas sobre dioses que poseían la magia de las llamas y héroes que les arrebataron el privilegio de encender hogueras para compartirlo con los seres humanos. No existe un solo grupo humano, por pequeño y remoto que sea, que no entienda la importancia de este elemento. Gracias a él, el Homo Sapiens aprendió a iluminar la noche y protegerse del frío y los depredadores. A cocinar y a conversar. El fuego nos trajo probablemente el lenguaje, la música, el arte, la poesía...

Los antropólogos no se ponen de acuerdo sobre cuándo aprendimos a controlarlo. Sin lugar a dudas, los primeros contactos humanos con esta fuente de energía fueron fortuitos, temerosos. Nuestros ancestros debieron aprovechar las llamas iniciadas por un rayo, los fuegos espontáneos al calor del verano, las brasas naturales del interior de la Tierra...

Las evidencias más claras del uso generalizado de hogueras se remontan a no más de 200.000 años, pero la ciencia cree que ya hace cerca de 1,5 millones de años el Homo Erectus debió evolucionar y colonizar tierras más septentrionales con el uso del fuego y de ciertas herramientas. Las primeras pruebas del uso del fuego por seres humanos provienen de diversos sitios arqueológicos en África Oriental. Las pruebas halladas en el yacimiento keniano de Chesowanja, por ejemplo, consisten en fragmentos de arcilla roja de una antigüedad de 1,42 millones años. Ensayos realizados en los encontrados en el lugar muestran que la arcilla debió ser calentada a 400 °C para endurecerse.

Restos de huesos calcinados desenterrados en Sudáfrica podrían ser incluso más antiguos y adelantar el control del fuego por nuestros ancestros a cerca de hace 2 millones de años. En las localidades de Torralba y Ambrona, en España, se ha encontrado carbón y madera entre restos de herramientas de estilo achelense con una antigüedad de entre 300.000 y 500.000 años. Lo que demostraría que ya entonces se hacían hogueras de manera habitual.

Hoy sabemos que buena parte de lo que somos como especie se lo debemos a esa habilidad. Una hoguera era símbolo de protección, mantenía a raya a las alimañas y permitía ver en la oscuridad. Lograba controlar la temperatura de las cuevas y hacerlas más confortables. De ese modo, el ser humano pudo aumentar su esperanza de vida y dedicar sus esfuerzos a otros menesteres, como el uso de herramientas o el arte. Además, alrededor del fuego se reunían grupos más numerosos, familias atraídas por el calor y el confort. Las relaciones sociales se hicieron más complejas e íntimas. Quizá las primeras palabras humanas se emitieron junto a unas brasas incandescentes.

¿CÓMO CAMBIAN LOS PULPOS DE COLOR?

El cambio de color de estos cefalópodos es posible gracias a una densa red de células especializadas que abarca todo su cuerpo. Cada centímetro cuadrado de su piel tiene hasta 16.000 células de este tipo, conocidas como cromatóforos. Su secreto es un depósito de pigmentos que se usan para colorear la piel cuando el animal contrae sus músculos: así los empuja hacia la superficie cutánea.

LA CIFRA

10 a 15 % del material usado para fabricar un coche es algún derivado del plástico.

HOMBRE O MUJER, ¿QUIÉN TIENE LA NARIZ MÁS GRANDE?

Según un estudio publicado en la revista «Journal of Physical Anthropology», los hombres tienen la nariz un 10 por ciento más grande que las mujeres porque son más musculosos. Los investigadores apuntan que ellos precisan unas fosas nasales más generosas para cubrir la mayor demanda
de oxígeno que les pide su superior masa muscular.